EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

 

 

 

Han nombrado embajador a un poeta —escribe Úrsula K. Le Guin —. Una dramaturga ha sido elegido presidenta. Los obreros hacen cola al lado de ejecutivos para  comprar una nueva novela. Los adultos buscan guías morales y desafíos intelectuales en historias sobre monos guerreros, cíclopes y caballeros locos que luchan contra molinos. La alfabetización se considera el principio, no un fin.

(…) Bueno, puede que en otros países, pero no en este. En Estados Unidos, se considera que la imaginación puede ser útil cuando la tele se ha estropeado. La poesía y el teatro no tienen relación con la política fáctica. Las novelas son para estudiantes, amas de casa y gente que no trabaja. La fantasía es para niños y pueblos primitivos. La alfabetización te sirve para leer un manual de instrucciones. Creo que la imaginación es la herramienta más poderosa de la humanidad. Es mejor que el pulgar oponible. Me puedo imaginar una vida sin pulgares, pero no sin mi imaginación.”

 

 

 

(Imágenes —1-Beata Bieniak/ 2 – Michelle Durazzi)

BALLARD

ciencia-ficcion-frfr-por-kenny-scharf-1995-1996-artnet«No estoy seguro de tener algo que agregar a lo que todo el mundo ha estado diciendo durante años – contestó J. G. Ballard en 1984 cuando fue interrogado por Thomas Frick para The Paris Review (El Ateneo)-. La década de los sesenta era una época de multiplicación infinita de posibilidades, de verdadera generosidad en muchos aspectos, una enorme red de conexiones entre Vietnam y la carrera espacial, la psicodelia y la música pop, y todo ello relacionado de todas las maneras concebibles gracias al paisaje de los medios de comunicación. Todos nosotros estábamos viviendo dentro de una enorme novela, una novela electrónica gobernada por la instantaneidad. En muchos aspectos el tiempo no existía en la década del sesenta, era tan sólo un conjunto de infinitos presentes configurativos. El tiempo volvió en la década del setenta, pero no el sentimiento del futuro. Las manecillas del reloj ahora no van a ninguna parte. No obstante aborrezco la nostalgia y es posible que vuelva a producirse una mezcla igualmente ardiente. Por otra parte, al ser tan serio, el futuro puede resultar aburrido. Es posible que mis hijos y los suyos vivan en un mundo sin acontecimientos y que la facultad de imaginación muera o se exprese exclusivamente en el mundo de la psicopatología».ciencia-ficcion-aabbcc-foto-paul-nicklen-national-geographic-image-collection

«Aun en el caso de un escritor naturalista, que en cierto sentido toma su tema directamente del mundo que le rodea – prosiguió – es muy difícil comprender el proceso por el cual una ficción en particular logra imponerse. Pero en el caso de un escritor imaginativo, en especial de uno como yo con grandes afinidades con los surrealistas, apenas si me doy cuenta de lo que está sucediendo. Las ideas recurrentes se juntan, las obsesiones se solidifican, se genera un conjunto de mitologías operativas, como los cuentos que se inventan acerca del tesoro para inspirar a la tripulación. Supongo que uno está enfrentado con un proceso muy semejante al de los sueños, una cantidad de escenarios ideados para dar sentido a ideas aparentemente irreconciliables. Así como los centros ópticos del cerebro construyen un universo completamente artificial, tridimensional, a través del cual podemos desplazarnos con eficacia, del mismo modo la mente en general crea un mundo imaginario que explica satisfactoriamente todo, siempre y cuando se le actualice constantemente. Así el flujo de novelas y relatos continúa…Supuestamente, todo el tiempo uno está escribiendo el mismo libro».ciencia-ficcion-ptw-por-joseph-kosuth-2007-galeria-juana-de-aizpuru-madrid-artnet

«Escribo cada uno de mis libros de manera consecutiva, tal como se lee, nunca altero el orden. Creo que el uso de una sinopsis refleja para mí una fuerte convicción en la importancia de la historia, de la naturaleza objetiva del mundo inventado que describo, de la completa separación de ese mundo con respecto a mi propia mente. Es un punto de vista anticuado (o al menos eso parece) aunque yo afirmaría vigorosamente que no lo es y también es un punto que me aparta de la idea posmodernista de una ficción reflexiva y autoconsciente que reconoce explícitamente la inseparabilidad del autor y el texto».

Cuando le preguntaron qué consejo daría a un joven escritor, Ballard contestó:»Tal vez lo que está mal de ser un escritor es que uno ni siquiera puede decir «buena suerte»: la suerte no desempeña ningún papel en la escritura de una novela. Nunca hay accidentes felices como puede ocurrir con el pincel o el cincel. Creo que uno no puede decir nada, verdaderamente. Siempre he querido hacer malabarismos y andar en un monociclo, pero me atrevería a decir que si alguna vez le pidiera consejos a un acróbata él me diría: «Todo lo que tiene que hacer es subirse y empezar a pedalear…».

(Pequeña evocación sobre J. G. Ballard, fallecido ayer, 19 de abril)

(Imágenes: 1.-«Cosmic Cavern», por Kenny Scharf.-1995-1996.-artnet/ 2.-foto: Paul Nicklen.-National Geographic image Collection/ 3.-«Otro mapa para no indicar», por Joseph Kosuth.-2007.-Galería Juana de Aizpuru.-Madrid)

NOCHE DE FANTASÍA

cuentos-hadas-por-alfred-kubin-the-last-kinf1902-foto-courtesy-of-neue-galerie-new-york-the-new-york-times

¿Quién entró delante aquella mañana corriendo, mirando lo que le habían traído,  la imaginación o la fantasía de un niño?. «La fantasía y la  imaginación –recordó Wordsworth – eran dos facultades distintas y plenamente diferentes, en lugar de ser, de acuerdo con la creencia general, o bien dos nombres con un solo signficado o bien, los grados más alto y más bajo de la misma potencia».

1109 bks best7.JPGEntonces, ¿quién se levantó antes de la cama, quién corrió nerviosamente  por el pasillo, quién empujo el primero la puerta para ver los juguetes, para leer los cuentos? ¿Fue la imaginación o fue la  fantasía?

«El Diccionario Palazzi – comentaba  a su vez Fellini – dice lacónica y textualmente de la fantasía: «facultad imaginativa del hombre». Entonces pensé consultar qué decía de la imaginación, pese a que según mi opinión ambas cualidades se diferencian notablemente o, mejor dicho, son dos fases, dos momentos distintos de una misma función. A mí me parece que la imaginación, la imagen, es un producto psíquico, la materia prima del subconsciente, que éste libera y envía a la superficie, de acuerdo con ritmos, temperaturas y exigencias individuales».

Pero entonces, en aquella noche agitada del niño esperando y soñando regalos, ¿ intervino más la fantasía o la imaginación?1109 bks best3.JPG

«El «Palazzi» – proseguía Fellini – añade a la palabra «imaginación» una larga y sugestiva lista de sinónimos, derivados y consanguíneos: fantasía, alucinación, rareza, capricho, concepción, conjetura, contemplación, castillos en el aire, delirio, desvarío, ficción, extravagancia, idea, ilusión, invención, hipótesis, inspiración, espejismo, pensamiento, percepción, presentimiento, extrañeza, suposición, e incluso «antojo».

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¿Luego no sabemos quién se durmió primero, quién soñó más aquella noche, quién se tiró antes de la cama por la mañana y corrió pasillo adelante y, empujando la puerta,  se quedó asombrado ante tantos regalos? ¿Fue la imaginación o fue la fantasía?

«Puede que la fantasía – concluyó Fellini contestando a las cuestiones que le planteaba Enzo Biagi en «Respuestas a grandes preguntas» (Planeta) – sea una especie de limbo, de frontera, de zona, de dimensión propiamente fantástica donde hacemos vivir lo que deseamos. O también, la fantasía es una atmósfera impalpable e indefinible, una gran pantalla en la cual viven y se componen historias, personajes y sueños».

Pero enseguida tuvimos que interrumpir la conversación porque oímos todo el griterio infantil,  y cómo los niños, la fantasía y la imaginación venían corriendo por el pasllo y empezaban a romper febrilmente todos los envoltorios de las cajas.

(Imágenes: Alfred Kubin (1902).-foto Courtesy of Neue Gallerie New York.-The New York Times/Mariko Tamki.-ilustración por Jilliam Tamaki.-foto Tony Cenicola.-The New York Times/ilustración Kazumo Kohara.-foto Tony Cenicola.-The New York Times/ Pinocho.-ilustración de Corrado Sari (1929).-Revista Imaginaria)

EN UN TRANVÍA DE LISBOA

Estos días que paso en Lisboa subo en el tranvía hacia lo alto de la ciudad, viajo enfrente de una muchacha tan absorta en el cristal de su ventanilla que no se ha dado cuenta de que a mi lado viaja Pessoa. Vamos los tres sentados, en este tranvía semivacío, ascendiendo las empinadas calles. Oigo el rumor de las palabras de Pessoa que me va diciendo:
-Yo voy fijándome lentamente, ¿sabe usted?, de acuerdo con mi costumbre, en todos los detalles de las personas que van delante de mí. ¿Usted no lo hace? Para mí, los detalles son cosas, voces, frases. En este vestido de muchacha que va frente a nosotros, descompongo el vestido en la tela de que se compone, el trabajo con que lo han hecho – pues lo veo como vestido y no como tela – y el bordado leve que rodea a la parte que da la vuelta al cuello se me separa de un torzal de seda, con el que se bordó, y el trabajo que fue bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de economía política, se desdoblan ante mí las fábricas y los trabajos: la fábrica donde se hizo el tejido; la fábrica donde se hizo el torzal, de un tono más oscuro, con el que se orla de cositas retorcidas su sitio junto al cuello; y veo las secciones de las fábricas, las máquinas, los obreros, las modistas; mis ojos vueltos hacia dentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes procurar estar sosegados, sigo, en los libros, la contabilidad de todo esto; pero no es sólo eso: veo, hacia allá, las vidas domésticas de los que viven su vida social en esas fábricas y en esas oficinas…Todo el mundo se despliega ante mis ojos sólo porque tengo ante mí, debajo de un cuello moreno, que al otro lado tiene no sé qué cara, un orlar irregular verde oscuro sobre el verde claro de un vestido.
Toda la vida social yace ante mis ojos.- sigue diciéndome Pessoa – ¿A usted no le pasa?
Más allá de esto – continúa el poeta -, presiento los amores, las intimidades, el alma, de todos cuantos trabajan para que esta mujer que esté delante de nosotros en el tranvía, lleve, en torno a su cuello mortal, la trivialidad sinuosa de un torzal de seda verde oscura en un tejido verde menos oscuro.
Me aturdo – prosigue al fin Pessoa -. Los asientos de este tranvía, de un entrelazado de paja fuerte y menuda, me llevan a regiones distantes, se me multiplican en industrias, obreros, casas de obreros, vidas, realidades, todo.
Bajamos los dos del tranvía en lo alto. ¿Estoy de verdad en Lisboa? ¿No será que no me he movido de mi cuarto y he imaginado que viajaba aquí con Pessoa, que los dos veíamos a esta muchacha que no existe, que el poeta me hablaba? ¿No será que nunca he estado en esta ciudad y que jamás he subido por estas calles?
Pero entonces, ¿ese tranvía que se va, ese hombre de las lentes y del negro sombrero que escapa…?