HOTEL FORMENTOR

 

Como cuenta Nathalie de Saint Phalle al repasar el mundo de hoteles y literatos, el Hotel Formentor en Mallorca — estos días de actualidad- — “aislado, rodeado por un pinar que baja hasta la playa, se convirtió  en un refugio elegante e intelectual en donde se retiraron  gentes célebres: Churchill, Keyserling o Montherlant. El Hotel Formentor, nacido por deseos de Alan Diehl, un argentino adinerado que perdió en la empresa gran parte de su fortuna, no se preocupaba  en lo más mínimo de recibir a clientes que pudieran cubrir sus gastos de estancia. Sólo soportaba el talento. Diehl invitó durante años a artistas, escritores y filósofos para  “ semanas del Conocimiento” o estancias individuales.

A finales de los años cincuenta y por iniciativa de Tomeu Buadas, artista y poeta, el lugar llegó a ser un punto de encuentro sin precedentes en la historia de la hostelería. Primero se organizaron las “Poetry Conversations of Formentor”, después se instaló a orillas del mar, en Cala Gentil, el  “Poets Club”, y a ellos se sumaron los “International Colloquia on the Novel”,  que culminaron en 1960  con la creación  del “Formentor Prize  for Novel”, el premio literario mejor dotado de entonces, con garantía de publicación en todas las lenguas, pues el premio lo concedían los propios editores.”

Un Hotel, pues, lleno de discusiones intelectuales y  que fue marco de confrontación de ideas y opiniones sobre cultura y literatura.

 

 

(Imágenes—1- León Spilliaert/ 2-Charles Woodbury- 1900)

A LA BUSCA DEL HOTEL PERDIDO

 

 

“Yo no puedo separar a Marcel Proust — escribe Philippe Soupault — del recuerdo de esta hora preciosa que es la de la puesta del sol… Era su hora, aquella de su reposo, de sus recuerdos. Más tarde, yo solía encontrarle sentado a la mesa.” Es el verano de 1912, cuando Proust está en busca de un editor para su gran novela y Cabourg, su Casino y su  Gran Hotel constituyen su refugio. “Este sol me hace daño, le explica Proust a Soupault, un día que salí, estaba muy oscuro, y el sol reapareció de pronto. No era de noche, era una nube. Y sufrí mucho.”

 

 

Entre 1907 y 1914 pasará en ese Hotel todos los veranos. De niño había pasado el escritor una temporada con su abuela en Cabourg, regresó con su madre en 1890, y después, solo, en 1891. “No puedo escribirle en medio del tumulto ensordecedor y melancólico de este atroz y suntuoso hotel”, le escribe a un amigo.

 

 

Un verano coge un cuartito mal ventilado del cuarto piso porque tiene una chimenea y no vive nadie ni encima ni al lado  – recuerda Nathalie de Saint Phalle -. Al verano siguiente reservara una “suite” de cinco habitaciones en el último piso, después será la habitación 147. Se acerca en bata al fondo del pasillo, cada tarde, para ver cómo desaparece el sol a través de una ventana circular. Se queja, aunque no pueda prescindir del ambiente teatral del hotel de lujo, del gran restaurante o de los salones mundanos. “El hotel tiene todo el aire de un decorado para el tercer acto de una farsa.” Como evoca el gran conocedor de Proust, Jean-Yves Tadié,  en ese Gran hotel duerme por las mañanas, llama a su sirvienta Céleste para que le traiga el café, y trabaja en sus cuadernos. A veces desciende al piso bajo, pero sin cenar. Es 1914 y el Hotel está requisado por la armada y por los heridos de guerra, aunque, como dice Céleste, no se vea ninguno.

 

 

Será la última vez que Proust vaya a Cabourg. El Hotel pasará a la historia de la novela con otro nombre y los lectores encontrarán en él el tiempo perdido.

 


 

(Imágenes —1- Cabourg- 1919- tomato/2- Marcel Proust- Jacques Emile Blanche/ 3-Gran Hotel de Cabourg- Proust y sus personajes/ 4-gran Hotel Cabourg – unoensalle/ 5-Cabourg- coulise dela cultura)