ORDENAR LA SORPRESA

escribir.-7uuj-- Georges Émile Lebacq.-1918

«Correjir – escribió con su j característica  Juan Ramón -, ordenar la sorpresa«. Lo recordaba Ricardo Gullón en «Papeles de Son Armadans« en 1960 cuando estudiaba el «Platero» revivido, es decir, las variaciones y correcciones que el poeta de Moguer hizo en su famoso libro. «Corregir, para Juan Ramóndecía Gullón -, era, por de pronto, revivir lo escrito. (…) Creo que fue André Gide quien escribió: «todo está dicho, pero como nadie escucha es preciso volver a empezar continuamente». (…) El gran poeta moguereño hablando conmigo de las distintas versiones de sus poemas, me dijo, entre otras cosas: «Escribo siempre de un tirón, a lápiz, luego lo dicto o lo pone Zenobia a máquina, y lo veo objetivado, fuera de mí. Entonces sí lo corrijo despacio, pero después, una vez que lo dejo, ya no me ocupo de él; si años más tarde lo releo tal vez cambie un adjetivo, una palabra, si en la nueva lectura el cambio se impone por sí».

«En la relectura – seguía diciendo GullónJuan Ramón «vivía» otra vez la intuición originaria; volvía a sentir el impulso creador, y la imaginación, encendida de nuevo, suscitaba cambios, alteraciones, mucho más hondas y vastas de lo en principio pensado. Añádase a esto la inexorable mirada crítica con que veía todo lo suyo y se comprenderá la causa de aquella incesante rectificación a que sometía su trabajo. (…) Toda su obra se le aparecía, en determinados momentos, como original a retocar, a concluir y, en sus últimos tiempos, al publicar «Españoles de tres mundos» y «Animal de fondo» señaló su carácter de libros provisionales, incompletos. Sus mejores libros le parecían sinfonías o sonatas inacabadas y ninguno se sustrajo a la ley de tan imperioso rigor perfeccionista. ¿Cómo podrían sustraerse, si esa norma rechazaba cualquier excepción y se aplicaba cada día en alguna parte del vasto dominio juanramaoniano? Sustituir, eliminar, añadir…, y siempre la posibilidad de un hallazgo fulgurante, un complemento feliz, la brasa viva en vez del rescoldo».

escribir.-456gg.-Thomas Hart Benton.- retrato de Thomas Craven.-1919

Ordenar la sorpresa es corregir. Pero mientras esto se hace pueden llegar – es fácil que lleguen – muchas más sorpresas.

Sobre las virtudes y defectos de las correcciones he hablado algunas veces en Mi Siglo; también de la paciencia, de la serenidad: las frases de Monterroso:

Tal paciencia – como recordé ya en su momento – se la  quiso confesar Monterroso a Graciela Carminatti:

– Creo que el consejo latino –dijo el mexicano–  de guardar las cosas unos siete años sigue siendo bueno. Yo añadiría el de pensarlas.

-¿Y que ocurre si uno se muere antes?

Monterroso contestó:

-Nada».

Un complemento a la serenidad de Juan Ramón.

(Imágenes.-1.-Georges – Émile Lebacq.- lumiere d´eté a Cagnes sur mer.-1918/2.-Thomas Hart Benton)

CUANDO DESPERTÓ, EL MICRORRELATO TODAVÍA ESTABA ALLí

«-¿Cómo llegas a una escritura tan concisa y breve?.- le preguntó Graciela Carminatti a Augusto Monterroso. («Viaje al centro de la fábula».-Anagrama )

– Tachando. Tres renglones tachados, valen más que uno añadido. (…) Julio César inventó el telégrafo 2000 años antes que Morse con su mensaje: «Vine, vi, vencí». Y es seguro que lo escribió así por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran: pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y la elegancia de la frase».

Acaba de publicarse en el nuevo y más cómodo formato de la revista Ínsula un excelente número monográfico del mes de septiembre sobre el microrrelato en España coordinado por Fernando Valls, que a su vez habla estos días de él en su interesante blog La nave de los locos refiriendo las equivocaciones y errores que algunos periodistas cometen al informar sobre el microrrelato.

«El microrrelato- dice Valls en «Ínsula» -es un género fuera del comercio, por lo que el autor lo encara con libertad plena, prestándose a menudo a la experimentación, al valerse de la reescritura o la intertextualidad, sin que deba faltarle ni lo ambiguo ni el humor. Dada su condición extrema, la aparente facilidad que supone componerlo, no escasea lo trivial o la frase meramente ingeniosa, aunque – no lo olvidemos – esto ocurre con frecuencia en otras formas tan prestigiosas en sociedad como la novela, donde bajo el ropaje de lo ameno sólo se encubre lo banal, y no por ello descalificamos al género, en su conjunto. Y a diferencia del relato, con el que comparte diversas similitudes, sólo puede centrarse en un mínimo detalle, arrancando de inmediato para acabar al instante, permaneciendo gran parte del tejido narrativo sumergido, esto es, sobreentendido».

 Cuando despertó, la paciencia todavía estaba allí. La paciencia esperaba al escritor y el escritor miraba a la paciencia antes de proseguir.

Tal paciencia también se la  quiso confesar Monterroso a Graciela Carminatti:

– Creo que el consejo latino –dijo–  de guardar las cosas unos siete años sigue siendo bueno. Yo añadiría el de pensarlas.

-¿Y que ocurre si uno se muere antes?

Y Monterroso contestó:

-Nada.

(Imágenes:foto: Alexandre Duret-Lutz: Planets.-Imagery & our world/ ilustraciones de Augusto Monterroso.-cv.cervantes.es)