RETRATOS DE LAS CALLES

 

 

“La calle, una de las vías principales de la ciudad, durante todo el día rebosaba de animación  ( …) Miraba a los transeúntes  en masa y pensaba en ellos como formando una  unidad amalgamada por sus sus características comunes. Pronto, sin embargo, descendí a los detalles — seguía diciendo Edgar Allan Poe en “El hombre de la multitud” — y observé con minucioso interés las innumerables variedades de tipos, vestidos, aires, portes, aspectos y fisonomías.

La gran mayoría de los que pasaban tenían el aire satisfecho de gente  ocupada y su única preocupación parecía ser la de abrirse  paso entre la muchedumbre. Llevaban las cejas fruncidas y volvían sus ojos rápidamente en todas direcciones.  Cuando eran empujados por otros transeúntes no daban el menor signo de impaciencia sino que se componían un poco la ropa y continuaban su camino.

 

 

(…) Vi traficantes con ojos de halcón que brillaban en unas caras cuya única expresión  era de abyecta humildad.  Porfiados mendigos profesionales que apartaban a los pobres de mejor aspecto y a quienes  solo la desesperación  les había lanzado en medio de la noche a implorar caridad, inválidos débiles y depauperados a quienes la muerte había señalado con su mano y que se tambaleaban entre la muchedumbre, mirando suplicantes a todas partes en busca de alguna posibilidad de consuelo, de alguna esperanza perdida. Modestas jóvenes que volvían de una larga y prolongada labor, hacia un hogar (…) Borrachos  innumerables  e indescriptibles, unos harapientos y llenos de remiendos, haciendo eses, desarticulados (…) Junto a todos estos había pasteleros, recaderos, cargadores de carbón, barrenderos, organilleros, vendedores de canciones, obreros cansados de todas clases y todo este turbión moviéndose en medio de un recinto atronador y de una desordenada vivacidad, que irritaba el oído con sus discordancias y producía una sensación dolorosa en los ojos.”

 

 

(Imágenes —1-Robert Doisneau – 1969/ 2/ Giacometti  1948/ – 3- Hannes Kilian -1965)

GENTES (2) : EL ADULADOR

 

 

“El “adulador” es tal, que paseándose con otro, le dice: “Repara cómo todos clavan en ti la vista; no sucede otro tanto a ninguno de cuantos hay en la ciudad sino a ti —(así lo recuerda el filósofo griego Teofrasto) —. Con mucha gloria se hizo ayer conversación de ti en el pórtico. Más de treinta hombres estábamos allí sentados, y viniendo a parar la conversación en averiguar quién era el ciudadano más perfecto, todos comenzaron por ti y todos convinieron en el mismo nombre.”  Otras cosas semejantes habla. Quitará un pelito del vestido  de aquel a quien adula, y si el viento ha hecho caer alguna paja  sobre el pelo, se la quitará con gran cuidado, añadiendo con cara placentera  y mucha risa: “¿Ves? , por no haberte venido a ver en dos días tienes las barbas mezcladas de canas. Mas esto es chanza, que tú, como el que más, tienes para tu edad bien negro los cabellos.”

 

 

Cuando el adulado habla alguna cosa, manda que callen los demás; le elogia cuando le oye, y haciendo mil demostraciones, exclama cuando el adulado acaba de hablar : “¡Bravo! Excelentemente ha dicho”. Si va a visitar a algún amigo, se adelanta el adulador y avisa: “Su merced viene a visitarte” y retrocediendo, dice a éste” Ya he dado recado”. También se esmera en servir todos los trabajos de las mujeres, mostrando que se afana. Entre todos los convidados, es el primero que alaba el vino, y siempre al lado de su merced, le dice: “¡ Con qué delicadeza comes!” Y tomando alguna cosa de la mesa: “¡Qué cosa tan exquisita!” Le pregunta si tiene frío, si quiere que le añadan más ropa y, sin aguardar más, le abriga. Al decirle estas cosas, se le arrima al oído, hablándole entre dientes. Si conversa con los demás, es sin apartar los ojos del adulado. Cuando van al teatro, quita al criado los almohadones y él mismo se los coloca. Le pondera el gusto y excelencia con que su casa está fabricada y su campo bien plantado, y si le retratan, afirma que la pintura le es perfectamente parecida. En conclusión: es de ver cómo el adulador lo dice y hace todo según cree que complacerá a otros.”

 

 

(Imágenes—Valeriy Beleniken /2- Joseph Ducreux -1793/ 3-Giacometti-1948)

CÓMO TRABAJABA GIACOMETTI

 

 

Giacometti no trataba con especial miramiento sus esculturas, a pesar de que podían romperse. De hecho, procedía de la mIsma forma con sus telas, en la superficie de las cuales escarbaba las capas de pintura fresca, luego borraba, corregía, y después repetía la operación hasta que estaba satisfecho (cosa que no ocurría nunca, como sabemos – dice Franck Maubert en su estudio sobre el artista -, pero de todas formas llegaba un momento en que había que abandonar y rendirse, decidir qué la obra estaba acabada).

Al día siguiente era el modelado, y luego la fundición en bronce, durante la cual las obras, expuestas al menor choque, dados todos los estudios preparatorios, no estaban necesariamente libres de peligro. Él mismo las trataba sin demasiados miramientos y no dudaba en sacudirlas para probar su resistencia, a veces hasta provocar el accidente, antes de retocarlas una mez más, con la espátula o rascándolas con las uñas. Debía de parecerle divertido; de todas formas sabía que al día siguiente, no podría evitar empezar otra pieza.

 

 

Sin embargo, Alberto estaba atento a cada etapa, con una atención meticulosa, hasta la pátina, último (re) vestido de la obra, al que dedicaba un cuidado especial. Probaba todos los matices, del verde al marrón, del dorado al negro. Experimentaba, llegando a pintar directamente el bronce, como en “La jaula”, “El bosque”, “El claro”, e incluso en uno de los dos ejemplares en bronce de “El hombre que camina”, que pintó él mismo en la Fundación Maeght, insuflándole una carga emotiva suplementaria.

Giacometti experimentaba, intentaba lo imposible, tanto en las piezas infinitesimales como en las de dimensiones mayores. Cuesta imaginar que el artista trabajaba en un local exiguo, casi sin perspectiva para sus personajes más grandes, entre ellos “El hombre que camina”. Realizaba directamente el modelo de tamaño natural. En sus Memorias, Marlene Dietrich, fascinada y a la vez enamorada del artista, cuenta que en una de sus visitas encontró a Alberto subido a una escalera, trabajando en grandes mujeres, esos personajes que más tarde se llamarían “Las mujeres de Venecia” (porque estaban destinadas a ser presentadas en la Bienal de 1962).

Giacometti persiste y gusta de enfrentarse a la imposibilidad, siguiendo su doctrina resumida en la frase: “Sólo sé lo que veo trabajando”.

 

 

(Imágenes-1- vincenstrauss WordPress/ 2- Bresson – Giacometti – fundación Henri Cartier Breeson/ 3- Giacometti – le chariot)

GIACOMETTI Y «EL HOMBRE QUE CAMINA»

Celebro con alegría que «El hombre que camina» de Giacomettidel cual he hablado varias veces en Mi Siglo – sea hoy noticia en todos los periódicos del mundo.

Hombre que avanza, hombre que zozobra.

Talleres de artistas.

«La escultura ‘El hombre que camina’ (‘L’Homme qui marche’) de Alberto Giacometti fue subastada el miércoles en Londres por 65 millones de libras (74,2 millones de euros, 104,3 millones de dólares), superando así el récord mundial de una obra de arte vendida en una subasta, dijo un portavoz de la casa de subastas Sotheby’s.

«Se trata de la obra de arte vendida en una venta pública por el precio más elevado», ha dicho un portavoz de la casa de subastas.

El récord anterior lo ostentaba un lienzo de Picasso, ‘Chico con pipa’, vendido por 104,2 millones de dólares (58 millones de libras) en mayo de 2004 en la sucursal de Sotheby’s en Nueva York».

(Imagen: EFE.-elmundo.es)