CUADERNO DEL AGUA (2) : FUENTES , SURTIDORES Y LAGUNAS

 


El español Joaquín Turina en sus » Danzas gitanas» habla de esos surtidores del agua de la Alhambra. Rusiñol recogerá el paso del agua en el Patio de los Leones de la Alhambra en 1887.  Lorca canta a los surtidores en el Cuarto Dorado del Palacio de Comares en la Alhambra. Surtidores de agua glosará Juan Ramón en » Olvidos de Granada» (1924) Y surtidores aparecen  también en fuentes famosas como las que retrata el italiano Respighi con su poema sinfónico sobre la fontana de Trevi  en la mañana, la tarde y el anochecer. Debussy, que desde tantos ángulos trató musicalmente el agua, habla del chorrear del agua en sus «Jardines bajo la lluvia»( 1904) Los manantiales ya habían sido tratados por Listz en  sus «Años de peregrinaje» cuando compone «Al pie de un manantial» y esos  murmullos del agua de manantiales y arroyos los había abordado Beethoven en el segundo movimiento de su «Pastoral», como la tormenta asomaba en su cuarto movimiento. Es el sonido de una cascada el que recogerá igualmente Richard Strauss en su «Sinfonía alpina». Y como algo curioso  el francés Paul Sébillot anotará en su » folklore de las aguas» que «rara vez está el diablo en las fuentes y en cambio sí el nombre de los santos».

 

Respecto a las fuentes,  su agua durante siglos ha estado unida a la música. Hay que evocar la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini en la romana plaza Navona y  la escalera del agua del Generalife en la Alhambra. Aguas proféticas manan de la fuentes, se decía ya en los misterios egipcios, y las fuentes hablaban como oráculos señala Tácito.  Fuentes que a lo largo de siglos han aparecido como obras de arte en ciudades de Suiza y de Italia.

 

 

«El agua  ensimismada, ¿ piensa o  sueña?», se preguntará ante un estanque Maria Zanbrano. Monet, por su parte, construyó en Giverny un jardín acuático y varios estanques de azucenas, logrando un amplio rincón incomparable de agua y de color. Debussy, en 1905, escribe «Reflejos en el agua», dedicado a la luz en el estanque, y a su vez Dalí pintará la imagen de Narciso reflejada en un estanque en su «Metamorfosis de Narciso». El pintor Patinir mostrará «El paso de la laguna Estigia», que puede verse en El Prado.

 

El español Joaquín Turina en sus » Danzas gitanas» habla de esos surtidores del agua de la Alhambra. Rusiñol recogerá el paso del agua en el Patio de los Leones de la Alhambra en 1887.  Lorca canta a los surtidores en el Cuarto Dorado del Palacio de Comares en la Alhambra. Surtidores de agua glosará Juan Ramón en » Olvidos de Granada» (1924) Y surtidores aparecen  también en fuentes famosas como las que retrata el italiano Respighi con su poema sinfónico sobre la fontana de Trevi en la mañana, la tarde y el anochecer. Debussy, que desde tantos ángulos trató musicalmente el agua, habla del chorrear del agua en sus «Jardines bajo la lluvia»( 1904) Los manantiales ya habían sido tratados por Listz en  sus «Años de peregrinaje» cuando compone «Al pie de un manantial» y esos  murmullos del agua de manantiales y arroyos los había abordado Beethoven en el segundo movimiento de su «Pastoral», como la tormenta asomaba en su cuarto movimiento. Es el sonido de una cascada el que recogerá igualmente Richard Strauss en su «Sinfonía alpina». Y como algo curioso  el francés Paul Sébillot anotará en su » folklore de las aguas» que «rara vez está el diablo en las fuentes y en cambio sí el nombre de los santos».

Respecto a las fuentes,  su agua durante siglos ha estado unida a la música. Hay que evocar la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini en la romana plaza Navona y  la escalera del agua del Generalife en la Alhambra. Aguas proféticas manan de la fuentes, se decía ya en los misterios egipcios, y las fuentes hablaban como oráculos señala Tácito.  Fuentes que a lo largo de siglos han aparecido como obras de arte en ciudades de Suiza y de Italia.

 

 

 

«El agua  ensimismada, ¿ piensa o  sueña?», se preguntará ante un estanque Maria Zanbrano. Monet, por su parte, construyó en Giverny un jardín acuático y varios estanques de azucenas, logrando un amplio rincón incomparable de agua y de color. Debussy, en 1905, escribe «Reflejos en el agua», dedicado a la luz en el estanque, y a su vez Dalí pintará la imagen de Narciso reflejada en un estanque en su «Metamorfosis de Narciso». El pintor Patinir mostrará «El paso de la laguna Estigia», que puede verse en El Prado.

El humedal de las tablas de Daimiel  y las lagunas de Ruidera aparecerán en El Quijote». Edgar Allan Poe en diversos cuentos habla del «agua pesada» y  en sus «Historias extraordinarias» describió un lago «amable»  durante el día y que provocaba terror por la noche. Ruidera aparecerán también  en El Quijote». Edgar Allan Poe en diversos cuentos habla del «agua pesada» y  en sus «Historias extraordinarias» describió un lago «amable»  durante el día y que provocaba terror por la noche.

 

 

 

((Imágenes— 1- Sorolla- La Alhambra/ 2-Roma- plaza de España/ 3- fuentes/- 4- Monet-Giverny/ 5- agua/ 6-Monet- nynpheas/ 7- fuente)

VIAJES POR ESPAÑA ( 21) : LORCA Y GRANADA

 

 

“Granada tiene dos ríos, ochenta campanarios, cuatro mil acequias, cincuenta fuentes, mil y un surtidores y cien mil habitantes – iba narrando  Lorca en Buenos Aires, en 1933 -. Tiene una fábrica de hacer guitarras y bandurrias, una tienda donde venden pianos y acordeones y armónicas y sobre todo tambores. Tiene dos paseos para cantar, el Salón y la Alhambra, y uno para llorar, la Alameda de los tristes, verdadero vértice de todo el romanticismo europeo, y tiene una legión de pirotécnicos que construyen torres de ruido con un arte gemelo al patio de los leones, que han de irritar al agua cuadrada de los estanques.

La Sierra pone fondo de roca a fondo de nieve o fondo de verde sueño sobre los cantos que no pueden volar, que se caen sobre los tejados, que se queman las manecitas en la lumbre o se ahogan en las secas espigas de Julio.

 

 

Estos cantos son la fisonomía de la ciudad y en ellos vamos a ver su ritmo y su temperatura.

Nos vamos acercando con los oídos y el olfato y la primera sensación que tenemos es un olor a juncia, hierbabuena, a mundo vegetal suavemente aplastado por las patas de mulos y caballos y bueyes que van y vienen en todas direcciones por la Vega. En seguida, el ritmo del agua. Pero no un agua loca que va donde quiere. Agua con ritmo y no con “rumor”, agua medida, justa, siguiendo un cauce geométrico y acompasado en una obra de regadío. Agua que riega y canta aquí abajo y agua que sufre y gime llena de diminutos violines blancos allá en el Generalife.

No hay juego de agua en Granada. Eso se queda para Versalles, donde el agua es un espectáculo, donde es abundante como el mar, orgullosa arquitectura mecánica, y no tiene el sentido del canto. El agua de Granada sirve para apagar la sed. Es agua viva que se une al que la bebe o al que la oye, o al que desea morir en ella. Sufre una pasión de surtidores para quedar yacente y definitiva en el estanque.

(…)

Granada está hecha para la música porque es una ciudad encerrada, una ciudad entre sierras donde la melodía es devuelta y limada y retenida por paredes y rocas. La música la tienen las ciudades del interior. Sevilla y Málaga y Cádiz se escapan por sus puertos y Granada  no tiene más salida que su alto puerto natural de estrellas. Está recogida, apta para el ritmo y el eco, médula de la música”.

 

 

(Imágenes -1- Granada- wikipedia/ 2-  Granada- Sorolla- El patio de Comares- 1917- museo Sorolla/ 3- Betty Weis – 2005 – artnet)

GRANADA, SOROLLA, JARDINES

«La frondosa vega, el marco de montañas, la confluencia de los ríos, las colinas coronadas de pinos y ceñidas de arbustos, las pirámides volcánicas de Sierra Elvira, esmaltadas por la luz de Andalucía; el cristal veneciano de Sierra Nevada, que toma tantos reflejos y tiene tantos resplandores; los contrastes del color, la variedad de la vida en aquel resumen de la Creación, le encontraton indiferente, que ni la Naturaleza ni el Arte lograban penetrar en su aborbente misticismo».

Así iba contando Emilio Castelar en 1876, en «La cuestión de Oriente«, cómo un árabe iba descubriendo la belleza de  Granada por primera vez en su vida.

«Subieron al cerro de la Alhambra seguía Castelar -. Pasaron las umbrosas alamedas, por donde bajan susurrando los claros arroyuelos. Detuvieron un momento la vista en las torres bermejas doradas por el sol, en los mármoles del interrumpido palacio imperial, en los bosques del Monte Sacro, en las quebradas márgenes del aúreo Darro, en los blancos miradores y minaretes del Generalife, que se destacan sobre el cielo azul, entre adelfas, cipreses y laureles. Por fin, atravesaron la puerta del árabe alcázar y dieron con el patio de los Arrayanes. La fisonomía del árabe se contrajo, sus ojos se oscurecieron y sólo se aumentó su silencio. De aquella alberca ceñida de mirtos, con sus ajimeces bordados como encaje, sus galerías ligeras y aéreas, sus aleros incrustados, sus frisos de azulejos, sus pavimentos de mármol, pasaron al Patio de los Leones, al bosque de ligeras columnas, sostenes de arcos que parece prontos a doblarse, como las hojas de los árboles, al menor soplo del aire que pasa por los inersticios de su gracioso y transparente alicatado. El árabe, pálido como la muerte, se apoyó en una columna para poder continuar en aquella visita».

«Por fín, cuando penetró en las estancias y alzó los ojos a las bóvedas compuestas de estalactitas empapadas en colores brillantísimos, y leyó las leyendas místicas o guerreras que esmaltan las paredes, semejantes a visiones orientales, y se detuvo en aquel camarín incomparable que se llama el mirador de Lindaraja, a través de cuyas celosías se esparce la esencia del azahar y se oye el rumor de la vega, su emoción iba rompiendo toda conveniencia y mostrándose en sacudimientos del cuerpo, semejantes a los espamos de la epilepsia. Ya en el salón de Embajadores, con el Darro a un frente y al otro el Patio de los Arrayanes, las paredes de mil matices, adornadas con los escudos de los reyes; los ajimeces, bordados con todos los prodigios de la fantasía asiática; las puertas, recuerdos de los días de esplendor y de la fortuna, cuando desde las tierras más remotas venían, unos, a recibir luz de tanta ciencia, y otros, de tantas artes, placeres y encantos; las bóvedas, incrustadas en marfil y oro; las letras, semejantes a las grecas de una tapicería persa, repitiendo entre las hojas de parra y de mirto y de acanto, cincelados, los nombres de Dios, el corazón le saltaba en pedazos y un inmenso lloro, un largo sollozo, que semejaba a la elegía de los abdibitas en Africa al perder a Sevilla o las lamentaciones de los profetas en Babilonia al perder a Jerusalén, llenó aquellos abandonados espacios, henchidos de invisibles sombras augustas, con el dolor de toda su triste y destronada raza».

Azorín recoge íntegra esta larga cita de Castelar y colocándola en «El paisaje de España visto por los españoles«, tras calificar de belleza insuperable este texto, se pregunta:  «si volviéramos a Granada, ¿perduraría luego en nosotros la primitiva impresiòn? ¿ No sería borrada aquella imagen por la imagen nueva? No – se contesta – ; hay imágenes imborrables, hay sensaciones que no se desvanecen nunca en nuestro espíritu».

Treinta y tres años después de este texto de Castelar, el 22 de noviembre de 1909, Joaquín Sorolla le escribe desde Granada a su mujer, Clotilde, al acercarse a la ciudad para pintarla: «la llegada es de noche, y el coche te lleva largo rato cuesta arriba por estos laberínticos jardines, produciendo igual efecto que si entraras con los ojos vendados… y si mañana hay sol es maravilloso el espectáculo, pues si como me dicen hay una gran nevada en esta estupenda sierra, entonces no dudo superará esta vez a la primera que vine».

Pintará así Sorolla la ciudad de Granada con enorme plasticidad y lo hará en varias ocasiones. Ahora, la exposición recién inaugurada en el Museo Sorolla  de Madrid dedicada al tema de Granada en Sorolla, recoge la belleza de todas aquellas horas, del sol y los jardines.

(Imágenes:– Joaquín Sorolla: -1.- Sierra Nevada en invierno.–Museo Sorolla/ 2.-Patio de Comares.-Alhambra de Granada.-1917.-Museo Sorolla/ 3.-Patio de la Justicia.– Alhambra de Granada.-Museo Sorolla/4.- Sierra Nevada en otoño.-1909.-Museo Sorolla/ 5.- calle de Granada.-1910.-Museo Sorolla/ 6.- Torre de las Infantas.-1910.-Museo Sorolla)