SOBRE LAS TERRAZAS

 

 

Ahora están de moda las terrazas y sobre todo su supervivencia en tiempos de pandemia, y el ojo histórico – literario de Fernando Díaz- Plaja en su “Madrid desde (casi) el cielo” las evocaba así: “la terraza sobrevive a la guerra y se ampliará con la paz aunque siempre como prolongación del local cerrado. Serán famosas las literarias del Teide, Gijón, Lepanto, las de Serrano o las más recónditas del paseo de Rosales. Poco a poco la demanda aumenta y por primera vez en su historia la terraza en vez de ser un apéndice del local cerrado, es cuatro o cinco veces más grande, llegando incluso a depender toda ella de un quiosco diminuto situado en el centro del paseo de la Castellana o de la calle de Juan Bravo. Y naturalmente, al ampliarlas, se mejora su instalación. En el ABC  de 1987  podía leerse: “Madrid en primavera  y verano amenaza  en convertirse en una casi única y gigantesca terraza”. Y ese mismo año en El País se decía : “ y  aún gracias que no han coincidido todas, si no Madrid  sería una terraza grande y única desde Villaverde a Fuencarral. Aun así el eje Prado-Recoletos- Castellana cuenta con ellas desde Atocha hasta más allá de los Nuevos Ministerios”.

Y también aquel aspecto decorativo tan variado que tenían: una carabela en la Plaza de Colón, columnas  posmodernas en Ortega y Gasset, módulos que pueden armonizarse  aumentando o disminuyendo el espacio.

Aquellas terrazas estivales eran un centro social, incluso con encargados de relaciones públicas, como si estuvieran en un crucero,  porque “las terrazas — afirmaba Díaz- Plaja — tienen algo de barco”.

(Imagen — : el escritor Francisco Ayala en la terraza del  Café Gijón- 1930)

CERVEZAS Y PALABRAS

 

La antología que publica Visor, “La cerveza, los bares, la poesía”, nos lleva a muchas vivencias y lecturas entremezcladas.  Sesenta  mil pubs tiene Gran Bretaña y sirven cada día catorce millones de pintas, dando la razón, según recuerda Ignacio Peyró en su libro sobre Inglaterra, a la frase de Samuel Pepys señalando que esos establecimientos son “el corazón de Inglaterra”  y a los carteles de innumerables pubs indicando que “ no hay nada que el hombre haya inventado todavía que le dé tanta felicidad como una buena taberna”.  Prosigue Peyró evocando cómo “Orwell dijo que nunca había visto un pub que cumpliera con todos los requisitos de su imaginación. Más tarde, en los años sesenta, denunció un bebedor de tanto hígado como Kingsley Amis el hecho de que el pub rápidamente “ se volviera inhabitable”. Los emporios cerveceros desplazaron a los pequeños elaboradores y comenzaron las quejas: “la cerveza ya no es cerveza”, porque está diseñada “para que sepa a lo mismo en todas partes”.

El francés Jean-Francois Revel cuenta en “Un festín en palabras” — su  historia literaria de la sensibilidad gastronómica —-que los mismos egipcios eran grandes bebedores de cerveza y sus esculturas nos muestran escenas de vendimia y vinificación. El hombre, recuerda Revel, ha utilizado todo tipo de frutas, bayas y jugos fermentados para la confección de bebidas alcohólicas. Peras silvestres, manzanas, frambuesas, moras, fresas igualmente silvestres, uvas de viñas silvestres han sido aplastadas y dejadas el tiempo necesario para su fermentación. Apicio, añade, ya se hace eco de un vino de dátiles, higos o granadas.

Brillat-Savarin a su vez, en su “Fisiología del gusto” , recuerda que se ha bebido y cantado el vino durante muchas centurias, antes de sospechar que fuera posible extraer de él la parte espirituosa que constituye su fuerza; pero cuando los árabes nos enseñaron el arte de la destilación , que habían inventado para extraer el perfume de las flores, especialmente el de la rosa, tan celebrada en sus escritos, se empezó a creer que era posible descubrir en el vino la causa de la exaltación de sabor que da al gusto una excitación tan particular.

Y es en esa satisfacción que tantas veces produce el vino y la cerveza donde se alzan las palabras.

 

 

(Imágenes—1-naturaleza muerta con vaso de cerveza y panecillos/ 2- Francisco Ayala en el café Gijón -1930)

CAFÉ GIJÓN

«El café no es ningún lugar determinado, ni es tampoco el conjunto de locales a los que se denomina cafés – decía Julio Camba .-Usted puede destruir todos estos locales mañana mismo y no dejar ni un solo cafetal en la tierra, que allí donde haya iniciados, la institución Café seguirá tan firme como si tal cosa».

«En el Café – contaba RAMÓN en «Pombo» – se escribe mejor y frente a todos los aspectos de las cuestiones. La fuerte luz de los Cafes, luz de teatro en que se puede escribir, cae sobre el blanco del papel dándole una conciencia superior, porque en esa luz de los Cafés hay un trasunto de las almas de los demás confundidas en un aglomerado ameno y vivo.(…) Sin cuántos Cafés esenciales nos hemos quedado y se han quedado, esos hombres que no pueden consolarse de que haya desaparecido su Café y vagan por la plaza o la calle en que el Café estaba, pareciendo ladrones que miran el fondo de las tiendas que antes fueron Cafés, y por cuyas puertas necesitan pasar al ir al otro Café».

No hace muchas semanas hablé aquí indirectamente del «Gijón«. Hoy lo evoco de nuevo en el día en que ha llegado una buena noticia a ese histórico Café madrileño)

(Imágenes:- 1.-Café Gijón.-foto JJP.-2012/ 2.-Francisco Ayala, en la terraza del Café Gijón, en 1930)

EL PERIODISMO Y FRANCISCO AYALA

AYALA.-foto José Aymá.-elmundo.es«Entre los diversos oficios que, sin perseverancia ni desde luego ánimo alguno de ligarme a ellos, y tan sólo por razón de la pura necesidad, debí ejercer en mis años de estudiante, cuando ya incluso tenía publicado algún que otro escrito en alguna que otra revistilla, recuerdo haber hecho de periodista durante unos pocos meses en la redacción de El Debate. Estuvo asignado mi trabajo a las horas de la noche, y esta nocturnidad, a la que siempre he sido refractario, se me hizo soportable en la breve temporada de forzosa vela gracias a las delicias del verano madrileño, tan injustamente vituperado con frecuencia, en el que las ventanas abiertas dejaban pasar a aquellas horas el aire templado y un silencio agradable de la calle.

Ahí, en la sala de redacción, me adiestré yo en aderezar – hinchar – los sucintos telegramas, y en darle vuelta – como se decía – a noticias obtenidas de segunda mano, sacadas de fuentes menos directas, para de ese modo disimular su origen; y todo ello bajo la orientación maestra de un compañero tísico, astroso y desaseado, a quien divertían mis comentarios mordaces, sobre todo si apuntaban contra nuestros más altos jefes. He de confesar que, autodidacta, aprendí más entonces de la práctica misma que de los rutinarios consejos de aquel compañero oficioso. Y de cualquier manera no debió de ser mucho lo que aprendiera en un empleo tan efímero como servido a desgana. Con el otoño de aquel año llegó el final de mi experiencia de periodista profesional amarrado al duro banco de una mesa de redacción.

Años más tarde estuve encargado, también por un período no demasiado largo, de redactar los artículos editoriales de El Sol y, a veces, los del diario Luz que fundó Ortega y Gasset. Después, y hasta el momento presente, he seguido colaborando siempre con trabajos firmados en publicaciones diversas. Y en dos de mis obras de imaginación literaria me he divertido imitando, de forma paródica, la prosa de las gacetas informativas. En mi novela El fondo del vaso, cada una de cuyas tres partes hace avanzar el argumento usando una técnica diferente, la segunda de ellas despliega el material narrativo mediante el recurso de fingir que un periódico local da cuenta a sus lectores de las peripecias de una investigación judicial: «El caso del Junior R., a través de algunos recortes del diario capitalino El Comercio«. También mi libro El jardín de las delicias contiene una sección donde ofrezco muestras de las noticas que suelen dar los periódicos».

Y Francisco Ayala proseguía: «A la retórica del periodismo me propongo – según dije – dedicar las presentes consideraciones»:

Francisco Ayala: «La Retórica del periodismo«.-(Discurso leído el 25 de noviembre de 1984 en el Acto de su Recepción pública en la Real Academia Española)

(Pequeño recuerdo del escritor español fallecido hoy)

(Imagen:- Francisco Ayala.-foto José  Aymá.-elmundo.es)