
«Los regimientos llegaban por la carretera de Allenstein todavía con el impulso que mueve al combate, dispuestos a atravesar la ciudad y seguir adelante, adonde tenían ordenado, pero lo mismo que sucede en el cuento, cuando a los primeros pasos que da más allá de la raya encantada pierde el héroe sus fuerzas y deja caer la espada, la lanza y el escudo, sometido ya por completo al poder del hechizo, en cuanto pisaron las primeras calles algo invadió a los batallones: su paso se

descompuso, las cabezas giraron a un lado y a otro, amainó hasta desaparecer el impulso que les hacía avanzar hacia el ruido del combate; dejó de existir sobre ellos la voluntad de la brigada y de los regimientos, nadie les incitaba a seguir, no acudían enlaces con nuevas órdenes. Y los batalllones, Dios sabe por qué

empezaron a torcer a derecha e izquierda buscando en la ciudad un hueco; también quedó paralizada la voluntad única de los batallones, las compañías pasaron a vivir por su cuenta, desintegrándose a su vez en secciones. Y lo más asombroso, nadie mostraba extrañeza, era como si soplase un viento encantado que hacía perder las fuerzas (…) A un lado, bajo un abeto y sentado en ancho y tosco banco campestre sin respaldo, el comandante en jefe, aunque a la vista de todos, parecía hallarse en un despacho aparte. Tenía sobre el banco el sable dorado y el portaplanos, se había quitado la gorra y se enjugaba de vez en cuando la alta y

desnuda frente, por más que no podía tener calor a la sombra aireada, donde se derramaba el fresco de agosto. Para desesperación de su Estado Mayor, hacía ya varias horas que estaba allí sentado, con el cuello tenso, escasos y pocos movimientos, mortecino mirar y respuestas afables, como siempre, pero monosilábicas. Quizá pensara por todos buscando la salida. Quizá había

olvidado pensar que tenía a sus órdenes todo un Ejército. Apoyado en el banco sobre las dos manazas, podía estar media hora mirando inmóvil el suelo delante de él. No dormitaba, no descansaba, no pasaba el tiempo en espera de noticias: pensaba y se torturaba, y su pensamiento caía sobre su cabeza con el peso de una

roca, por la cual se enjugaba el sudor (…) Era insólita la mezcolanza de aquellas unidades a las que nadie daba orden alguna. Era insólita la llegada de un general sin que nadie diera orden de formar, de alinearse, sin que doscientas gargantas respondieran unánimes. Más insólito aún era el propio general: con la gorra en la mano desmayada y la cabeza desnuda bajo el refulgente sol, con una expresión no de poderío, sino de solidaridad, de tristeza. Era como una fiesta eclesiástica, pero extraña, sin doblar de campanas, sin los alegres pañuelos de la mujeres del pueblo:

habían acudido en su carros ceñudos mujiks de las aldeas vecinas y pasaba ante ellos quizá un truhán, quizá un pope a caballo y les prometía tal vez la tierra, tal vez una vida paradisíaca por los sufrimientos en ésta. El comandante en jefe no gritaba a los soldados, no les ordenaba ir a ninguna parte, no les pedía nada. Preguntaba en voz baja y afable a los más próximos: «¿De qué unidades sois, muchachos?» (respondían) ; «¿Son muchas las bajas?» ( respondían), se persignaba en memoria de los caídos; «¡Gracias por vuestro servicio a la patria!»,

saludaba con la cabeza a un lado, a otro. Y los soldados no sabían cómo responder; contestaba al general un suspiro o un un gemido de sonidos incompletos, que no llegaba a ser un «¡cumplimos con nuestro deber!» Y así pasaba el comandante en jefe. Más adelante se repetía la escena: «¿ De qué unidades sois, muchachos?… ¿ Son muchas las bajas?… ¡Gracias por vuestro servicio a la patria!».
Alexandr Solzhenitsin.–«Agosto 1914»
(Recuerdos de vidas únicas al cumplirse un siglo de la Primera Guerra Mundial)

(Imágenes.-1.- Max Bekmann.- Declaración de guerra- 1914/2.- Christopher RW Nevinson- 1916/3-Paul Nash– 1918- National gallery of Canadá- Otawa/4- Paul Nash.-el saliente- 1917/5- Christhoper RW Nevinson– 1917/ 6.- André Mare– autorretrato carnet 2.- 1916- Historial de la Gran Guerra.- Peronns/7.-Lovis Corinth– retrato de Hermann Struck- 1915/ 8.-Nevinson- la ametralladora-Tate Britain/ 9-Christopher RW Nevinson- los caminos de la gloria- 1917)