VIAJES POR EL MUNDO (35) : LA REPÚBLICA DE LOS ANIMALES

 


A veces hay que viajar a lugares imaginarios. Alberto Manguel, en su “Guía” de estos lugares,  cuenta que la República de los animales “se encuentra  en una vasta región que no figura en los mapas, poblada de especies muy diversas de animales y pájaros que se han liberado de la tiranía de los hombres.

El viajero descubrirá  que muchas  peculiaridades de esta isla han sido descritas por los poetas clásicos: los corderos se pasean con los lobos, los halcones vuelan al lado de las palomas, los cisnes establecen relaciones sociales con las serpientes y los peces nadan en compañía de castores y nutrias.

La república está gobernada  por el fénix — ave muy especial — y sus embajadores  los monos. Los tigres y los leones son soldados, los gansos y los perros, centinelas, los loros, intérpretes, las cigüeñas, médicos, y el unicornio (animal solitario)  es el toxicólogo jefe y se ocupa de hallar los antídotos de todos los venenos.

Hay dos religiones  principales: el culto al Sol, en el que creen casi todos los animales, y el de la Luna, una secta cada vez más importante, promovida por los elefantes.

El viajero de visita en la isla podrá admirar el palacio del ave fénix  y asistir a los magníficos espectáculos que allí se ofrecen, como el “Desfile de los Colores”, en el que participan todas las aves del Paraíso.

La rebelión liderada por serpientes y basiliscos  fue sofocada, con lo que la República de los Animales recuperó la paz.”

 

(Imágenes—1-Foto Manish Swarup/ 2- Sarah Esteje/ 3- Midnightmartinis)

PÁJAROS Y PÁJAROS …

 

 

“No sólo son pájaros los que provocan ruidos. Ningún ojo humano puede seguir los desplazamientos periódicos del charrán ártico que ya abandonó sus colonias del Norte avanzando el verano y voló dieciséis mil kilómetros para alcanzar mares que bañan el continente antártico, y a la vez perseguir al babolink —criado en campos de tréboles de Norteamérica —, y, si tenemos suerte de que sea del Noroeste, llegará hasta Argentina, no vía México, sino tocando el Atlántico (un salto en Miami, otro en Cuba, el tercero en Jamaica), para, surcando el mar de las Antillas, entrar con plena fuerza por Maracaibo, atravesar Venezuela, rozar el brasileño Mato Grosso y doblar por Asunción, en Paraguay, y abandonarle ya en su impulso último, Argentina abajo, por el Este, aún doblándose otra vez cerca del Río Negro y Santa Cruz, hasta perderse descansando quién sabe dónde, al Sur, no lejos de San Valentín, ya en Chile, en la médula espinal que recorre América, casi al filo del mar, sobre el Pacífico, donde van cayendo —isla a isla —las costillas de tierra, a flotar en el mar.

 

 

Dejo volar la imaginación con las cigüeñas  y golondrinas de mar real que tengo presas en la pluma, y a las que suelto junto a gaviotas y rayadores, para que algunas vayan al océano Atlántico, y desde Groenlandia, por el mar de Noruega y el del Norte, acercándose y alejándose del cabo Ortega, acercándose y alejándose del cabo Finisterre, tomando distancias respecto a Portugal…, pasan por Funchal, por la isla de Madera, alejándose de Mauritania, de Senegal…, hunden su batir de alas  en el corazón Atlántico, se mezclan con las golondrinas de mar que vienen de la Bahía de Hudson, de la península de Labrador, de Toronto —alas blancas, alas negras, planeando horizontales, sin dar aletazos durante largo tiempo …, aves de alas grandes y anchas, que utilizan las corrientes térmicas…; aves planeadoras que se desplazan de una corriente térmica ascendente ( perdiendo unos momentos de altura), y volviéndola a ganar una vez alcanzada la otra corriente…;

 

 

amplias aves de alas que parecen quietas mientras planean, para pasar a un vuelo batido, en donde el propósito está en conseguir la propulsión hacia delante, impulsadas hacia arriba y manteníéndose en el aire gracias a la extrema ligereza  de sus cuerpos y a su sabiduría para disfrutar las corrientes que producen las olas, los embates del viento, y las variaciones de ese mismo viento, del que se dejan empujar cuando él está a favor y su velocidad disminuye, y le resisten cuando él cambia de orientación y toma dirección contraria, y aumenta, a su vez, velocidad…, y así en medio del Atlántico, cruzándose con las golondrinas que vienen de Terranova, unas camino de Sudáfrica,  hacia el Cabo de Buena Esperanza…, otras — las golondrinas de mar — acercándose a Bahía Blanca, al golfo de San Jorge, separándose de Bahía Grande y tocando casi, sin rozar, Tierra de Fuego o las islas Falkland…”

José Julio Perlado —“Contramuerte”

 

 

(Imágenes —1-John James Audubon/ 2-Sonja Braas/ 3-zack Seckler/ 4-Youssef Nabil- 2011)