EL HOMBRE QUE CORRÍA

“Durante años le había visto correr por mi acera enfundado en su chandal azul, cubierta la cabeza con una capucha. Salía a primera hora. Era grande, alto, grueso, tenía cara de opositor, con grandes ojeras cansadas. Conocía yo a su padre como vecino pero nunca me había atrevido a dialogar con él. Un día, sin embargo, al volver del trabajo, me decidí y charlamos largamente, él apoyado en la portezuela de un coche, contándome toda su vida. Tenía dos hijos, uno fuera de España y aquel que corría. Le pregunté qué estudiaba y Eduardo, el padre, me miró asombrado: ”Es un vago. ¿Cómo estudiar? Estudió en su tiempo. Ahora duerme en casa, ve la televisión y no hace nada más.” Me contó apenado — yo creo que vencido ya por aquella realidad que aceptaba —todo el drama. de su casa. Desde hacía años era viudo, sólo vivía con aquel hijo que corría.

Al despedirnos y él meterse en su portal y yo en el mío, me di cuenta de que era todo un sueño. En vez de meterme en el ascensor me levanté de la cama y miré la hora. Había dormido pesadamente, quizá producto de la cena de la noche anterior. Llovía. Las calles estaban desiertas y brillantes. Olvidé poco a poco la pesadilla y aquella conversación.

Al cabo de unos días vi salir a correr al chico del chandal azul. Unas semanas después me dijeron que había ganado unas difíciles oposiciones. Hoy es un destacado notario que sigue corriendo con su capucha los ratos libres. No he hablado jamás con su padre. No me he atrevido. Cada vez que pasa con su capucha sobre la cabeza un joven vestido con un chandal me pregunto si será un sueño. Sí, no me atrevo a detener a un sueño.. Entonces, en vez de saltar de la cama con esa pesadilla, me meto silenciosamente en el ascensor.”

José Julio Perlado

(Imagen— Feliz Boeck)

CONSTRUIR UN MUNDO


“Considero que para contar lo primero que hace falta es construirse un mundo lo más amueblado posible, hasta los últimos detalles. Si construyes un río , dos orillas, si en la orilla izquierda pusiera un pescador, si a ese pescador lo dotase de un carácter irascible y de un certificado de penales poco limpio. — así sigue diciendo Umberto Eco en sus “Apostillas a “El nombre de la Rosa” — entonces podría empezar a escribir, traduciendo en palabras lo que no puede no suceder. ¿ Qué hace un pescador? Pesca ( y ya tenemos toda una secuencia más o menos inevitable de gestos) ¿ Y qué sucede después? Hay peces que pican o no los hay.. Si los hay, el pescador los pesca y luego regresa contento a su casa. Fin de la historia. Si no los hay, puesto que es irascible, quizá se ponga rabioso. Quizá rompa la caña de pescar. No es mucho, pero ya es un bosquejo. Sin embargo, hay un proverbio indio que dice: “ Siéntate a la orilla del río y espera, el cadaver de tu enemigo no tardará en pasar.” ¿Y si la corriente transportase un cadáver, posibilidad contenida en el campo intertextual del Río?

No olvidemos que mi pescador tiene un certicado de penales sucio. ¿Correrá el riesgo de meterse en líos? ¿Qué hará? ¿Huirá, se hará el que no ve el cadáver? ¿Tendrá la conciencia sucia porque, al fin y al cabo, es el cadáver del hombre que odiaba? Irascible como es, ¿ montará en cólera por no haber podido consumar él mismo la anhelada vénganza? Ya lo veis, ha bastado amueblar apenas nuestro mundo para que se perfile una historia. Y también un estilo, porque un pescador que pesca debería imponerse un ritmo narrativo lento, fluvial, acompasado a su espera, que debería ser paciente, pero también a los arrebatos de su impaciente iracundia. La cuestión es construir el mundo, las palabras vendrán casi por sí solas”.

Imágenes— 1– Jakob Gasteiger- 2016/ 2– Feliz Boeck/ 3– Jenna Gang)