CANCIONES ESPAÑOLAS (6) : EL PRISIONERO

 

 

“Mes de mayo, mes de mayo,

cuando canta el ruiseñor,

cuando los enamorados

van a servir al amor,

¡Ay! de mí, triste, cuitado,

que vivo en negra prisión

sin saber cuándo es de día

ni cuándo las noches son

sino por una avecilla

que alegre canta al albor:

matómela un ballestero;

¡dėle Dios mal galardón!”

”Cuarenta canciones españolas- Eduardo M Torner- Residencia de Estudiantes – Madrid- 1924)

(Imagen —Indra Grusaite)

RESEÑAS Y CRÍTICAS LITERARIAS

“ A quien lee una reseña lo que le interesa es cómo escribe el crítico, sin que necesariamente salga corriendo de su casa a comprarse el libro comentado —dice un consumado crítico de “La Vanguardia” tras muchos años de experiencia —. Reseñar un libro cada semana puede ser agobiante. Y es también estimulante. Es imprescindible que pienses en cada uno de los lectores, por distintos que sean uno de otro. Que hay que respetar al lector.  Convendría recordar que el crítico no está formado como tal, es siempre autodidacta.  La crítica literaria es casi inexistente en las universidades y sólo se comentan los autores consagrados, que no exigen opinión sino erudición.

No toda la crítica que escribimos es para los periódicos. Casi todos nos especializamos en algún terreno y colaboramos en revistas más o menos académicas. Y el inevitable rigor que uno utiliza al profundizar en un tema, repercute positivamente a la hora de exigirnos el mismo rigor como reseñistas. Cualquier actividad literaria que hagamos en un terreno repercute en otros terrenos. ¿Cuál es el crítico literario más completo? El que sabe varios idiomas y no se limita a leer traducciones. (Es significativo que los críticos españoles muy raramente comenten la traducción; a veces ni siquiera aparece el nombre del traductor). El que ha traducido, para penetrar en los misterios del lenguaje y de la creación misma. El que ha sido profesor y experimenta de primera mano qué es la comunicación. El que además de crítico es poeta o narrador. El que se interesa por otras expresiones artísticas, como la música o la pintura. El que ha viajado. El que conoce y lee con frecuencia periódicos que no son los suyos, y aquí se incluyen los extranjeros, algo muy fácil desde que podemos leer la prensa en Internet.

Ejercer de crítico te obliga a conocer a otros críticos. Muchas veces creemos que según la tendencia ideológica del periódico lo serán las críticas que en él se publiquen. No es así. Y afortunadamente los críticos condicionados por una ideología son muy pocos.

El problema de la crítica literaria española es muy otro. Es la incapacidad de apoyarse en un aparato crítico teórico e incluso de construir su propia base teórica o que refleje un modo de pensar, no sólo de interpretar y juzgar. Y esto nos ocurre porque en nuestra cultura faltan filósofos y grandes ensayistas. Todo esto lleva a cierta banalización y frivolización que, por desgracia, está a la altura de lo que es el país.”

 

 

(Imágenes—1-Alain Pontecorvo/ 2- Adolfo Kaminsky- journal de la photographie)

UNA HABITACIÓN PROPIA

 

 

“Cuando se construyó “la habitación propia” con las ganancias obtenidas con el éxito de “Orlando”, Virginia aspiraba a tener por fin su estudio, pero la habitación resultó  no ser apropiada y terminó siendo sólo el dormitorio. —así lo cuenta la periodista italiana Sandra Petrignani en “La escritora vive aquí”, reedición actual de una primera versión publicada en 2006 —. El 26 de enero de 1930, al día siguiente de su 48 cumpleaños, anotaba Virginia  en su “Diario”: Aún no consigo escribir con naturalidad en mi nueva habitación porque la mesa no tiene la altura adecuada y para calentarme las manos debo agacharme. Necesito que las cosas sean totalmente conformes a mis costumbres”. Todo escritor se reconoce en este ser maniático; el rito de escribir tiene para cada uno su ceremonial y su utillaje. El de Woolf , dice Petrignani, requería una butaca desfondada, una tabla de contrachapado con el tintero incorporado, colocada sobre las rodillas, y grandes cuadernos con cubiertas de vivos colores que se fabricaba ella misma. Necesitaba también una mesa grande y sólida , que usaba muy poco para escribir, pero sobre la que acumulaba “montones de porquerías”: papeles varios, manuscritos, botellas de tinta, cartas, viejas boquillas para los cigarrillos, montones de plumines usados y nuevos, cajas de cerillas, los puros que fumaba de vez en cuando, clips oxidados y otras baratijas.

 

 

Sí, Virginia Woolf era muy desordenada. Por eso terminó por preferir como estudio el “lodge” que había al fondo del jardín, una caseta destinada a las herramientas del jardinero, a la que ella llamaba “mi casita”. Allí podía rodearse de silencio…y de  dejadez. “Su habitación no estaba solamente desordenada, tendía a menudo a estar “descuidada“, decía Leonard, que habla también de la “organización desorganizada y de la incomodidad” en la que su mujer se encontraba a gusto para trabajar. Es fácil imaginársela “tumbada en la cama mirando las estrellas, en esas noches de Monks House”.

 

 

Gerald Brenan — dice Petrignani — hace un retrato vibrante de los Woolf que, de paso por España, van a verle. “La primera cosa que me viene a la mente cuando pienso en Virginia Woolf es su belleza. Esqueleto fino y cincelado, ojos grises, “su conversación era como su prosa”, femenina y seductora, irónica, “inclinándose hacia un lado, un poco rígida en la silla, se dirigía al compañero en tono burlón. Leonard, sin embargo , era muy sólido, muy viril, fumaba en pipa, y no perdía nunca el hilo de la conversación y hablaba de una manera relajada y amigable”.

 

 

(Imágenes —1-Vein Magazine/ 2-Virginia Woolf y otros amigos en el verano de 1915 -avuelapluma/ 3-Virginia Woolf-   Enciclopedia británica/ 4-  reason vhy)

MAHLER, 150 AÑOS

Gustav Mahler confesó una vez a Bruno Walter que tenía miedo de que alguien se suicidara tras escuchar el finale de La canción de la tierra. Su viuda recordaba también que el compositor y director de orquesta se lamentaba así: » soy un desarraigado por triplicado; por ser bohemio, en Austria; por ser austriaco, en Alemania; por ser judío, en el mundo entero. Intruso en todas partes: en ninguna bienvenido«. Fue Mahler el primer director, en un siglo de existencia del Teatro de la Ópera, que permanecía en pie en vez de sentarse mientras dirigía. Usaba las dos manos para separar cada frase. Como director musical de ópera -lo recuerda William Johnston al analizar «El genio austrohúngaro» (Krk) -, Mahler aterrorizaba a los intérpretes con su perfeccionismo y sus ansias de reforma, que llevaba a cabo guiado por el lema que se le atribuye: «la tradición es desidia«.

De Mahler dijo igualmente Thomas Mann que este músico era «el hombre en el que se encarna la voluntad artística más profunda y sentida de nuestro tiempo«. En mayo de 1911 Mann leía impresionado los comunicados que informaban hora a hora sobre la agonía del compositor. Pasión y técnica en Mahler, como evoca Bruno Walter en sus Memorias. Concretamente del  «golpe de tambor» ocurrido en 1907 en el Hotel Majestic de Nueva York hablé ya en Mi Siglo: fue aquel tremendo golpe de tambor escuchado en la calle, desde lo alto de un balcón, el que él usaría en la Décima Sinfonía. Mahler puso extremada atención con su oído ante ese golpe de tambor; lo mismo ante el canto de los pájaros y el estremecimiento de las hojas; lo mismo para escuchar a Freud el 26 de agosto de 1910, cuando acudió a su consulta con ocasión de un viaje a Leiden. Mahler no  tenía tiempo de componer mas que en las épocas del verano que siempre pasaba en Austria. Y durante esos meses, lejos de las manifestaciones públicas de la vida musical, se refugiaba en su universo espiritual.

«Jamás, en ningún momento se detenía el motor gigante  que era su espíritu – decía Alma Mahler en sus Memorias -. De nada se aprovechaba, no reposaba nunca. Por el poder absoluto que ejerció durante años, y a causa de cuanto alrededor le sometía en cuerpo y alma, acabó por acceder, solitario, a un camino que le aisló completamente de sus contemporáneos«.

Y quizá deberían existir por alguna parte unos apuntes puntualmente anotados por Stefan Zweig si hubiera contemplado uno de aquellos «pequeños momentos estelares de la humanidad«, cuando en el verano de 1896 Brahms y Mahler salen a dar un paseo cerca de Ischl. Llegan a un puente y permanecen silenciosos contemplando una espumosa corriente de montaña. Un momento antes han estado discutiendo acaloradamente sobre el futuro de la música y Brahms ha dicho cosas verdaderamente duras sobre la joven generación de músicos. Pero ahora están fascinados ante la vista de los remolinos golpeando las piedras y haciendo espuma. Mahler mira corriente arriba y señala la interminable procesión de remolinos. ¿Cuál es el último?», le pregunta a Brahms con una sonrisa. Más que en el futuro de la música piensa en el futuro del agua.

Pequeña evocación de Gustav Mahler a los ciento cincuenta años de su nacimiento: Bohemia, 7 de julio de 1860- 7 de julio 2010

(Imagen.-Gustav Mahler.-wikipedia)