«El secreto de Venecia se encuentra en otra parte; en la repentina alegría que proporciona el juego. Venecia hace de ciudad y nosotros hacemos como si la descubriéramos. Como muchachos juguetones o actores. Durante un breve período de tiempo dilatado dejamos a un lado la seriedad de la vida en beneficio del como si del espectáculo de la vida, algo parecido a un viaje en globo». Cuenta esto Regis Debray en su libro «Contra Venecia«, en el que ofrece una visión muy crítica de la ciudad.»Todo esto es posible – sigue diciendo – gracias a la paradoja del comediante. Pero qué importa si los venecianos natos creen o no creen en Venecia, si el pueblo, propulsado sobre las pasarelas por la masa de recién llegados, comprende que el espectáculo debe continuar porque es su trabajo y una vieja costumbre. El espectáculo se encuentra en la sala, y la sala es la calle. Mira arriba. Balcones con flores, puentes de hierro forjado, insignias, pantallas de lámpara, cabezas de piedra y bonitas caras que van saltando del tenderete a la tiendecita, todos los accesorios están donde deberían estar; Goldoni puede empezar. Pequeña pincelada vanguardista: el director ha mandado colocar incluso una estatua del autor en un rincón de la escena, Campo San Bartolomeo«.
Venecia como escaparate, Venecia como teatro. Esta crítica a la ciudad que hace Debray se enfrenta con los elogios y evocaciones distribuidas a lo largo de siglos sobre estas tierras de agua. «Le Magazine Littéraire» acaba de comentar un nuevo diccionario sobre Venecia, de Gachet y Scarsella, con sus paseos y su historia, la antología de quienes vivieron y pintaron, escribieron y se enamoraron en estos rincones. Montaigne decía que «tenía hambre extrema de conocer esta ciudad», Chateaubriand la llamaba «la ciudad contra natura«, Monet le confesaba a su mujer «esto es demasiado bello para ser pintado»y Maurice Barrés anotaba «que esta agonía prolongada es precisamente el encanto más fuerte que me seduce».
Cuando en mayo de 1900 Proust va a Venecia con Reynaldo Hahn lleva a su madre y la señora Proust prefiere quedarse en su cuarto leyendo o mirando las idas y venidas de los paseantes. Desde lejos, al volver los que han salido a caminar, ven el chal desplegado en el balcón del cuarto. Ese marco quedará para siempre en Proust como el ideal que rodea al retrato de su madre. » Y si después -escribirá-, cada vez que veo el molde de esa ventana en un museo, me veo obligado a contener las lágrimas, es simplemente porque me dice lo que más puede conmoverme«.
Tiempo recobrado en Proust, Venecia también recobrada.
(Imágenes -1- Matthews Pillsbury/ 2.-Ferdinand du Puigaudeau/ 3- John Singer Sargent- 1882/ 4- Henri Edmond Cross– 1904)




















«He perdido a mi perro que tenía desde hace siete años. Lo busco por todas partes… Lo he perdido hace un mes, cerca de Deauville, y no lo consigo encontrar, lo que supone una tremenda desgracia cuando se ama a los perros..» Así hablaba ante la Televisión francesa la novelista Francoise Sagan en septiembre de 1964 tal como lo recuerda ahora 

