LAS MUJERES DE LOS COMISARIOS

 

maigret.-3ses.-Georges Simenon.-photo.ina.fr

 

«Madame Maigret es la frescura, no es gruesa, es una pequeña bola, un tipo francés de mujer de lo más corriente – le explicaba Simenon a Roger Stéphane -. No bebe alcohol. Bebe vino. No creo que ella tome el aperitivo. Puede ser que se tome un vaso de burdeos en alguna ocasión, pero no se puede decir que ella beba». «Estoy contento – añadía también Simenon en una carta a  Robert Courtine en 1971 – de que usted tenga el mismo gusto que yo en lo que concierne a la bullabesa y al pollo al vino que cocina madame Maigret«.

 

interiores.-5wsc.-Edward Hopper.-48 rue de Lille.-París

 

Las mujeres de los comisarios esperan pacientes a que sus maridos suban muy cansados la escalera. El comisario Brunetti – escribe Donna Leon – «abrió la puerta del palazzo veneciano en el que vivía, dándose ánimo, como hacía siempre que llegaba fatigado, para subir los noventa y cuatro escalones que lo separaban de su apartamento del cuarto piso» (…) Venía de contemplar un asesinato en La Fenice, «abrió la puerta, percibiendo con agrado el calor y la grata mezcla de olores que él asociaba con el apartamento; a lavanda, a cera, a aromas de la cocina; era un ambiente que, de un modo que no acertaba a explicar, sugería una cordura que neutralizaba la diaria dosis de locura que conllevaba su trabajo.

-¿Eres tú, Guido? – gritó Paola desde la sala. Le hubiera gustado saber a quién más podía esperar su mujer a las dos de la mañana, pero se reservó la pregunta.

-Sí – contestó quitándose lo zapatos y el abrigo, y empezando a reconocer en ese momento lo cansado que estaba.

-¿Quieres una tisana? – Ella salió al recibidor y le dio un beso en la mejilla.

Él asintió, sin tratar de ocultarle el cansancio. La siguió hasta la cocina y se sentó mientras su mujer ponía el agua a hervir. Paola sacó de un armario una bolsa de hierbas, la olió y preguntó:

-¿Verbena?

-Bueno – respondió él. Estaba tan cansado que le era indiferente.

Ella echó un puñado de hojas secas en la tetera de terracota que había sido de la abuela de su marido, se acercó a éste por detrás y le dio un beso en la coronilla, donde empezaba a clarearle el pelo.

-¿Qué sucede?

-En La Fenice han envenenado al director de orquesta».

 

Donna Leon- hoyesarte com

 

Madame Maigret o Paola escuchan y reconfortan a sus maridos, a cada comisario. Los aromas de la casa siempre las envuelven.

En diciembre de 1974 Simenon evocaba: «Cuando se me ha preguntado hoy desde la radio suiza si mi ideal amoroso es madame Maigret, yo claramente he respondido que sí«.

 

calles-wmvc-Venecia- Marco Paoluzzo

 

(Imágenes.- 1.-Simenon- foto ina fr/ 2.- Edward Hopper- 48 rue de Lille/ 3.- Donna Leon- hoyesarte com/ 4.- Venecia-  Marco Paoluzzo)

SABER DE CAMINOS

 

caminos- bbuh- Edward Hopper

 

«Cuando un hombre va de camino, ¿todo lo halla llano?, ¿todo es frescas y claras fuentes?, ¿no hay sierras fragosas, caminos ásperos y dificultísimos? ¡Pues sería bueno que el caminante, en acabando de pasar el camino llano y fácil, al descubrir una sierra, desmayase y se volviese! ¿Quién tal vio? Hermano, el camino tiene de todo, de llano, de áspero, de sierras y de prados; quererlo todo llano, es no saber de caminos».

Pedro de Valderrama.- siglo XVll

 

caminos-nhhy-Gutave Caillebotte- mil ochocienntos ochenta y cuatro

 

(Imágenes.-1.- Edward Hopper/ 2.- Gustave Caillebotte)

HABITACIONES DE HOTEL

interiores.-rvgy.-hoteles.-Paul G. Oxborough.-en el Hotel Warwick

 

Los hoteles y la literatura han tenido siempre excelentes relaciones. Escogiendo algunas de ellas, ahí están los hoteles de Agatha Christie o los hoteles provincianos de Maigret, las divagaciones de Paul Auster, las «estancias tenebrosas» de Julien Gracq o los best-sellers antiguos como el del «Grand Hotel» de Vicky Baum. Olivier Rolin (el llamado Georges Perec de las habitaciones de hotel), al escribir sobre el hotel Crystal, anota dimensiones, muros, techos, pinturas, muebles, objetos, cortinas, radiadores, grabados, y luego avanza lentamente sobre piezas anexas, cuartos de baño, ventanas, vistas, y  todo ello con un propósito exhaustivo y preciso, para que sus recuerdos no salgan nunca de estos recintos.

 

interiores- vddtt-Edward Hopper- Hotel Lobby - mil novecientos cuarenta y tres

 

Ahora algún periódico ha querido resucitar los personajes y la historia de  ciertos hoteles célebres de Madrid. Y cuando atravesamos los vestíbulos, subimos a los ascensores, caminamos por las alfombras de los pasillos y metemos la llave en la hendidura de la puerta he aquí que encontramos, por ejemplo en el Palace madrileño,  a Borges y a Alejo Carpentier, a Sinclair Lewis, Emil Ludwig, Keyserling, Paul Morand, Spengler, Brodsky, Dürrenmatt o Hemingway entre tantos otros.

 

periódicos.-879.-Hopper.-1932.-habitación de hotel

 

En los interiores de hoteles pequeños o grandes han transcurrido vidas de paso, retazos de conversaciones y silencios que inmortalizara Hopper, pasillos con pensamientos furtivos

 

interiores.- 53ddv.- Auguste Chabaud.- pasilllo de hotel

 

y vistas desde ventanales irreales con ciudades al fondo que se dejaban contemplar.

 

ciudades.-55tt,--.Boston.-antigua casa de la Aduana de Boston desde la habitacón del hotel.-Abelardo Morell

 

(Imágenes.- 1.- Paul G Oxborugh en el Hotel Warwick/ 2-Edward Hopper- 1943/3.- Edward Hopper- 1932/ 4.-Auguste Chabaud/ 5.-Abelardo Morell)

RELOJES Y TIEMPO

tiempo.-cfuu.-André Kertész.-1938

«En casa hay un reloj relativamente antiguo – recordaba Josep Pla en sus «Notas del crepúsculo«(Espasa) – . Es un reloj de caja, muy alto, que colocaron junto a la chimenea y que mis antepasados compraron en Perpiñán a principios del siglo pasado. (…) Cuando el reloj tocaba las horas, lo hacía con un timbre muy mecánico y rápido que parecía un clarinete. Era un ruido tan amarillo como el dorado brillante del péndulo. El paso del tiempo que iba marcando era tan fulminante que parecía directorial. Era el camino de la muerte, señalado de forma indefectible. Yo hubiera preferido un timbre más apagado. Es por todo ello que, al quedarme solo en casa, ya no se le dio más cuerda.

tiempo.-78hnm-Jorge Macchi

En el dintel de la puerta de mi dormitorio – proseguía Pla – hay un  reloj suizo redondo, que fue propiedad del hermano de mi padre, el señor Esteve Casadevall. Si la forma exterior del reloj de caja corresponde a una casa de campo, este redondo tiene un aspecto burgués mucho más acentuado – y, seguramente, fuera de lugar –. La circunferencia exterior está rodeada por otro círculo de madera ondulado y lujoso, muy bien hecho. Dentro de este círculo exterior  hay muchas imágenes de paisajes. ( …) Alrededor de esta faja de paisajes se encuentra la cara de la máquina – que es la habitual -.  En la superficie de la cara hay dos agujeros que sirven, con la llave correspondiente, uno para poner las manecillas en su lugar, y el otro para darle cuerda. Mi madre

tiempo.-t4ffb.-Claire Yaffa

se encargaba de estas tareas, y fue ella quien me dijo un día, tras setenta años de darle cuerda, que el reloj no funcionaba…» Y así  continúa  Pla, minucioso y certero, su literatura de observación – muy distinta a la literatura de invención- y a la que alguna vez me he referido aquí. Es la pupila de Pla (también como relojero de la literatura) la que observa en este caso los objetos del Tiempo. Observa, desmenuza, hace surgir poco a poco la evocación de su infancia. La sucesión de relojes que aparecen en las páginas de este libro se une a la acumulación de muebles y enseres que pueblan su casa.  ¿Y cómo lo hace? «Escribir pausadamente – utilizando a veces pausas muy largas – ( revelaba )  es lo que yo he hecho. En mi caso, fumar ha consistido en encender el cigarrillo

tiempo.-r3de.-Edward Hopper

hecho por mí ( liándolo yo mismo) tantas veces como el cigarrillo se ha apagado. Durante esos intervalos he procurado encontrar un adjetivo o ligar una frase. He gastado una enorme cantidad de cerillas. (…) Ahora me ordenan que deje de fumar. Muy bien. Intentaremos dejar de fumar: la decisión es difícil, pero intentaremos dejar de fumar. Ahora bien, ¿cómo quedará mi literatura sin pausas, más bien meditada, aun habiendo alcanzado cierta facilidad, esa literatura que ustedes creen que es espontánea pero no lo es? – en realidad, es todo lo contrario -; ¿cómo quedará mi literatura, abandonada a los adjetivos espontáneos, es decir, profundamente repetidos, vulgares y adocenados? Pero no hay más remedio: la arteriosclerosis no tiene entrañas.»

tiempo.-5gvbb.-Jerry N. Uelsmann.-all-art-org

Y Pla añade: «Sobre el Tiempo, nadie sabe nada. San Agustín – hombre muy importante – escribió en un libro unas palabras sobre el Tiempo, inolvidables. Dijo que él » dejaba de concebir el tiempo tan pronto como dejaba de reflexionar sobre sí mismo.» Y  Paul Valéry  agregó: » San Agustín sabía qué era el tiempo cuando no pensaba en él y dejaba de saberlo cuando pensaba en él.»

(Imágenes:- 1.- André Kertész.- 1938/ 2.- Jorge Macchi.- artnet/ 3.- Claire Yaffa.– swipelife.com /4.- Edward  Hopper/ 5.- Jerry N Uelsmann.- all- art-org)

VERANO 2011 (8) : QUÉ DÍA FELIZ

«Qué día feliz.

La niebla se disipó temprano.

Me puse a trabajar en el jardín.

Colibries quietos sobre la madreselva.

Nada sobre la tierra que yo quisiese tener,

nada sobre la tierra que yo pudiese envidiar.

Había olvidado todo lo que sufrí,

no tenía ya vergüenza del hombre que fuí.

No me dolía el cuerpo.

Al enderezarme, vi el mar azul y las velas».

Czeslaw Milosz.«El premio»

(Imagen:- Edward Hopper.-1939)

GENTE AL SOL

«Un pequeño grupo de gente toma el sol en unas sillas colocadas en fila. ¿Pero están ahí con ese propósito? – se pregunta Mark Strand al hablar de Hopper – Si es así, ¿por qué están vestidas como si estuvieran en el trabajo o como si se encontraran en la sala de espera de un médico? ¿Es que están siempre esperando, no importa dónde se encuentren, y el mundo entero es su sala de espera? Quizá. ¿Y qué deberíamos pensar del joven que lee, sentado detrás de la fila de cuatro? Parece absorto en la cultura, más que en la naturaleza, y sin embargo está sentado afuera, con los otros, al lado del camino, bajo el sol. La luz es peculiar. Desciende sobre las figuras, pero no crea una atmósfera. De hecho, una de las peculiaridades de la luz de los cuadros de Hopper es que tiene poco que ver con la atmósfera, en comparación, por ejemplo, con la luz de los cuadros impresionistas. Uno no puede imaginar que esta gente esté realmente tomando el sol. Más bien parecen mirar a lo lejos, tan lejos como es posible, hacia un amplio prado que se extiende hasta una hilera de colinas. Y las colinas, en tanto se alzan en un ángulo muy parecido al que aquella gente asume reclinada en la silla, dan la impresión de devolver esa mirada. La naturaleza y la civilización casi parecen estar mirándose la una a la otra. Esta pintura es tan extraña que en ocasiones pienso que las figuras sentadas están mirando un  paisaje pintado, y no el paisaje real que evidentemente observan».

Ese sol de Hopper es de 1960. El sol que cae sobre los rostros de las peluqueras descansando con los ojos cerrados es de 1966. Es un sol de Robert Doisneau, fuente de luz que viene del mismo Hopper, fuente de calor y vida que se trasvasa de Hopper a Doisneau y de Doisneau a Hopper y cuyos rayos tocan con mágicas varitas la piel. Fortalece y seca. Ilumina y calienta. El centro del cielo baja a las terrazas de la pintura y de la fotografía y se pasea por los rostros que le reciben. Rayos solares que vivifican el cuerpo entrando por poros abiertos, diminutos pinchazos que los inmortales chinos recibían como prodigiosa esencia. Se levanta el sol cada mañana y se acuesta; se levantan cada mañana y se acuestan cada tarde las criaturas de Doisneau y de Hopper en una horizontal pasividad, dejando que ruede el corazón del mundo, dejando que ese amarillo corazón resbale. Las mejillas, los párpados, la frente reciben los reflejos de las flechas indoloras y luego vendrán las silenciosas despedidas, sillas que quedan vacías y el día que se recoge para anochecer.

(Imágenes: 1. Edward Hopper.-Grupo de gente al sol.-1960.-2000, Smithsonian American Art Museum, Washington. D.D. Art Resource/ Scala, Florencia.-ciudad de la pintura/ Robert Doisneau.-les coiffeuses au soleil.-1960.-flickr)

LOST IN TRANSLATION

Quizá los cuadros de Hopper a los que aludí aquí ayer se pudieran unir de alguna forma con esas escenas de Sofía Coppola en Lost in translation, cuando Bill Murray contempla por los ventanales de los rascacielos la nocturna ciudad de Tokio. El cine se funde en la pintura y la pintura en el cine mientras las pupilas dilatadas del actor que no consigue dormir son reflejadas en la gran capital acristalada en la noche. Hopper hubiera dejado inmóvil un cuadro más sobre la soledad y Bill Murray se hubiera dejado pintar en su incomunicación mientras agitaba levemente en sus manos, al lado de Scarlett Johansson, ese vaso de wisky con hielos de silencio.

HOPPER REVISITADO

Los escritores vamos detrás de los pintores y los pintores van detrás de los fotógrafos y a veces los fotógrafos y los pintores van detrás de esta mujer que viene ahora por el pasillo del anónimo hotel, abre la puerta de la habitación y entra en la luz fría de este dormitorio de la ciudad, este dormitorio que tiene una única cama sobre la que la mujer se sienta y allí permanece con la espalda inclinada, toda ella algo pensativa, la maleta en el suelo, recordando u olvidando que lleva siempre la soledad a cuestas, que va y viene de soledad en soledad y qué no sabe bien qué hará esta noche ni tampoco mañana para que su soledad desaparezca.

– !Quédese así, no se mueva! – le está diciendo Edward Hopper, el gran artista norteamericano, mientras la va pintando lentamente con su simplicidad geométrica.

Y la mujer no se mueve. Sentada en la cama deja que la luz de Hopper la invada y el silencio de la habitación ocupe el cuadro.

Abrimos nosotros nosotros esta rendija de luz y, sin hablar, presenciamos su melancolía.

Es el aislamiento en la gran ciudad. La mujer consigo misma. El espacio. El vacío. Hopper la está pintando – y como hace en sus moteles, bares y galerías -con su luz desnuda la existencia.
Un bello e impronunciable vacío
de luz solar en habitaciones desnudas
sin más habitante que él mismo:
el amanecer y el ocaso de su vida
avanzaban en movimiento rotario, un sol solitario
envolviendo el plinto, en granito,
sobre el que él se alzaba
pintado por una luz que duró un día
y luego se extinguió…

Todo esto – los versos del poeta L. E. Sissman – lo relata muy bien Cees Nooteboom en su último libro El enigma de la luz (Siruela), cuando cierra su viaje por el arte.
También nosotros cerramos el cuadro. Cerramos el cuarto. Será difícil olvidar a esta mujer en soledad.