VERANO 2011 (2) : VOLÉ TODA LA NOCHE

«Volé toda la noche.

muy alto, sobre el Lago del Espejo.

La Luna de aquel Lago puso sobre las olas

mi sombra y hasta el río de Shan se fue conmigo.

Allí el hogar de Hsieh aún se levantaba;

se rizaban las verdes aguas y era estridente el grito de los monos.

Yo me puse el calzado de Hsieh, el gran señor,

y en escala de oscuras nubes me llegué al Cielo.

A mitad de camino, vi el Sol, no levantado

aún, que tras el mar estaba oculto,

y oí el Gallo del Cielo bajo el azul cantando.

Por mil quebradas sendas giré de risco en risco,

sin ver casi, a las peñas aferrado y envuelto en la tiniebla.

Los osos con rugidos y con doliente canto los dragones

contestábanse en medio de roquedos y ríos.

Me amedrentó la noche de los profundos bosques

y temblé ante los muros encumbrados.

Hoscas eran las nubes, como trayendo lluvia,

y el aire oscurecían las desatadas aguas con su espuma.

Brillaban los relámpagos, rugía luego el trueno;

cumbres y cordilleras se hundían, vacilando.

Y de pronto los muros de mi abismo

con gran fragor se abrieron.

Al fondo azul miré de la insondable sima

donde el Sol y la Luna, en terrazas de plata y oro, refulgían.

Allí bajaba un gran tropel de seres,

espíritus de nube, con vestes de arcoiris,

cabalgando en corceles que eran vientos…»

Li Po .– poeta chino del siglo Vlll.- (701- 762).- «Volé toda la noche»

(Imágenes.- 1.- galaxias.- foto telescopio espacial Hubble de la NASA – ESA.- The New York Times/2..-foto Goldpaint.- Goldpaint Brad/ 3.-Robert Longo.- 2010 -artknowledgenews. com.-cortesía de Metro Pictures)

INTERNET, GULAG, EL HOLOCAUSTO, EL OLVIDO

«¿ Habría sido posible el Holocausto si hubiera existido Internet? – se pregunta Umberto Eco – No estoy seguro. Todos habrían sabido inmediatamente lo que estaba pasando. La situación es la misma en China. Aunque los dirigentes políticos chinos se esfuercen en filtrar los sitios a los que pueden acceder los ciudadanos, la información circula, y en los dos sentidos. Los chinos pueden saber lo que sucede en el resto del mundo. Y nosotros sabemos algo de lo que sucede en China. En la sociedad de la globalización estamos informados de todo y podemos actuar en consecuencia».

Mantiene este coloquio Umberto Eco charlando sobre el papel de Internet y de la censura con Jean-Claude Carrière, actor, guionista y dramaturgo europeo y esa interesante conversación, que aborda múltiples aspectos, queda recogida en «Nadie acabará con los libros» (Lumen). Carrière completa la opinión que tiene Eco indicando que «para poner a punto esta censura en Internet, los chinos han concebido sistemas extremadamente sofisticados, pero no funcionan a la perfección. Simplemente porque los internautas acaban por encontrar siempre el parche adecuado. En China, como en todas partes, la gente usa el móvil para filmar aquello de lo que es testigo y hacer circular esas imágenes en todo el mundo. Será cada vez más difícil esconder algo. El porvenir de los dictadores es sombrío. Tendrán que actuar en la más profunda oscuridad».

Pero hay un momento en este diálogo en que las palabras se hacen aún más interesantes: cuando Umberto Eco se refiere a otra forma de censura actual, la «damnatio memoriae«, imaginada por los romanos, que quizá supondría un nuevo reto para Internet. «Votada por el Senado – explica Eco -, la «damnatio memoriae» consistía en condenar a alguien, post morten, al silencio, al olvido. Se trataba de eliminar su nombre de los registros públicos o de hacer desaparecer las estadísticas que lo representaban, o incluso declarar nefasto el día de su nacimiento. Más o menos es lo mismo que se hacía bajo el estalinismo, cuando se eliminaba la foto de un antiguo dirigente, exiliado o asesinado. Así sucedió con Trotsky. Hoy sería más difícil hacer desaparecer a alguien de una foto sin que se encontrara al instante la otra foto circulando libremente en Internet. El desaparecido no seguiría siendo tal durante mucho tiempo».

Pero llegamos así a un paso más, en el que Umberto Eco se acerca, con gran lógica, a las fronteras de la ciencia-ficción. «Una dictadura –añade – que quisera eliminar cualquier posibilidad de acceder, por Internet, a las fuentes del conocimiento, podría difundir un virus para destruir todos los datos personales en todos los ordenadores, y conseguir así un gigantesco apagón de la información. Quizá la posibilidad de destruir todo no existe en la medida en que archivamos nuestra información en los pen-drive. Pero, en fin. Tal vez esta ciberdictadura podría llegar a eliminar ¿el 80 por ciento de nuestros archivos personales?».

¿Estamos tocando así la ciencia-ficción o es eso una posibilidad real? Y sobre todo, la reflexión de Eco sigue en pie: ¿Habría sido posible el Holocausto si hubiera existido Internet? Habría que añadir: ¿habría sido posible el Gulag? Sabemos que el coro griego era un instrumento para expresar una emoción completa y última ante hechos terribles o notables. Llevaba al auditorio emociones que los personajes no siempre podían comunicar en toda su intensidad. El coro entregaba la emoción sublimada.  Este actual coro global de pantallas y móviles filmando instantáneas espontáneas, tantas veces anunciador y denunciador de hechos que al auditorio se le intentan ocultar, quizá, como dice Eco, y gracias a  su aviso incesante, habría revelado – e incluso detenido – muchas crueles matanzas.

(Imágenes:-1-interior de un Gulag.-1936-1937.-wikipedia/ 2. sobre el-Holocausto.-12 de abril 1945.-cerca de 2o.ooo muertos.-wikipedia)

HERTA MÜLLER, RUMANÍA, CHINA Y LA LIBERTAD

herta Müller.-en 2004.-foto Ap.-elmundo.es

 Copio el texto de Alejandro Navas que recoge «Scriptor org«:

«Del 14 al 18 de octubre se ha celebrado la Feria de Frankfurt, la más importante del mundo con sus 400.000 libros presentados por 7.000 editoriales de cien países. Constituye, por tanto, una oportunidad privilegiada para tomar el pulso al mundo del libro.

Este año se ha dado, además, una feliz coincidencia, no prevista por los organizadores: la elección de China como país invitado con la concesión del premio Nobel a Herta Müller. Los méritos literarios de la escritora rumano-alemana parecen indudables, y aunque no era una favorita de primera línea en los pronósticos, su designación ha sido bien recibida por la crítica.

Se ha destacado el doble carácter de esa elección, literario y político, en el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín y del comunismo europeo en general. La biografía de Herta Müller impresiona y conmueve, y testimonios como el suyo nos hacen mucha falta para que no olvidemos lo que significa la opresión de las libertades más elementales. Veinte años no son muchos, pero pueden bastar para que mucha gente, de modo especial la más joven, deje de apreciar lo que significa la libertad: como tantas veces en la vida, uno aprende a valorarla cuando la pierde.

Lo peor de la Rumanía de Ceaucescu-y de cualquier otro régimen totalitario, pues en este punto no hay multiculturalismo que valga y todos parecen cortados por idéntico patrón- no eran las represalias físicas, los interrogatorios humillantes y agotadores o la pérdida del puesto de trabajo. Lo más temible resultaba el terror psicológico, que podía revestir formas brutales o presentarse como amedrentamiento cruel y sutil: Herta Müller cuenta, por ejemplo, de una piel de zorro que decoraba el suelo de su casa en Temeswar. Esbirros de la Securitate allanaban la vivienda a escondidas y fueron cortándole sucesivamente la cola, las patas y, finalmente, la cabeza. El mensaje estaba claro: una vivienda particular no ofrecía seguridad alguna frente a la maquinaria represora.

Herta MÜller.-3.-foto Reuters.-europa press

El paralelismo con China salta a la vista. También se han cumplido ahora veinte años de la represión estudiantil en la plaza de Tianamen, suceso que el gobierno chino ha eliminado del debate público. Tanto los organizadores de la Feria como las autoridades presentes en la inauguración, encabezadas por la canciller Angela Merkel y el vicepresidente Xin Jinping, han pasado de puntillas sobre ese avispero, para no molestar al invitado. “La Feria no es la ONU”, declaraba su director, Jürgen Boos.

El país más poblado del mundo sigue gobernado por un régimen que no ha abjurado de su condición comunista, y la apertura al capitalismo, incluso al más salvaje en algunas de las regiones meridionales, no ha traído consigo la libertad de expresión o la democracia, como estaba previsto por los analistas: la libertad económica tiraría de modo inexorable de la libertad política. El modo en que el gobierno está castigando a los “culpables” del levantamiento uigur de julio pasado en la región de Xinjiang -condenas a muerte tras juicios sumarios-, mientras evita cualquier debate en torno a las causas de esos desórdenes, es bien representativo.

El experimento chino está lejos de haber concluido, por lo que puede resultar prematuro formular juicios definitivos, pero hasta el momento predominan los motivos para la inquietud. Por ejemplo, los intentos del gobierno por controlar la circulación de noticias y mensajes a través de Internet constituyen un caso único en el mundo, por lo descomunal del propósito y la enormidad de las dificultades técnicas, pero eso no arredra en lo más mínimo a los censores.

La policía de Internet aumenta sus efectivos, y como aun así no da abasto, en la mejor tradición comunista estimula el colaboracionismo de los particulares, que reciben una gratificación económica por la denuncia de páginas inconvenientes o “antipatrióticas”. No menos patético resulta el papel desempeñado por los grandes portales y compañías de software occidentales, que olvidan con facilidad los principios a cambio de la benevolencia del gobierno chino y la expectativa de suculentos beneficios en el mercado más grande del mundo.

herta Müller.-2.-dickinson.edu

Algunos críticos venían reprochando a Herta Müller el carácter excesivamente monotemático de su creación literaria: –Ya está bien de tanto trauma debido a la opresión de un régimen despótico, la autora debería cambiar de registro y ampliar su repertorio, venían a decir.

En términos estrictamente literarios puede tratarse de una crítica pertinente, pero la causa de la libertad, siempre tan frágil y amenazada, necesita que sus valedores no se cansen de levantar la voz en su defensa. Por eso, estamos en deuda con Herta Müller, también en las democracias occidentales».

A veces en un blog no es necesario más que copiar.

(Imágenes: Herta Müller.-1: foto Ap.- elmundo.es/ 2.-foto Reuters.-europa press/ 3.-foto tomada de Dickinson. edu)

LECTURAS CHINAS

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Alguna vez he comentado ya en Mi Siglo frases de Gao Xingjian. En medio de tantos vaivenes financieros, políticos, comerciales y editoriales que se observan desde la ventana, me adentro un poco en la habitación y me siento a leer en la atmósfera del cuarto cosas sueltas del Premio Nobel chino en sus «Ensayos parisinos» recogidos en «Contra los ismos» (El Cobre):

«En una sociedad de consumo totalmente mercantilizada – dice -, si la literatura quiere ser literatura sin prestarse a ser reducida a producto y sometida a los gustos de moda creados artificial o ciegamente, lo único que tiene que hacer es mantenerse alejada de los medios de difusión de masas, retirarse de la vida en sociedad y convertirse en una actividad individual pura».

«La literatura sólo podrá salvarse a sí misma  – prosigue – si consigue eludir los golpes mortales y las medallas. En la literatura no caben los burócratas ni los jueces. Ésta no debe preocuparse por la opinión pública y tiene que ser inmune tanto a las críticas como a los halagos. En definitiva, debe mantenerse fiel a sí misma, ya que así, y sólo así, conseguirá ser libre».

«Podemos decir que si vives, escribes – afirma -. O mejor dicho, si escribes es cuando realmente vives. También puedes cambiar de modo de vida, pero si no es eso lo que deseas, no te queda más remedio que seguir viviendo así».

Luego dejo la lectura, me acerco de nuevo a la ventana. Abajo, el fragor de la actualidad levanta como siempre polvareda de vaivenes financieros, políticos y comerciales. La vida continúa.

(Imagen: foto de Gao  Xingjian.- guardian, co.uk)

EL MAGNETOFÓN CHINO

Abro la puerta de Mi Siglo, atravieso el umbral de este blog y entro en esta habitación parisina en donde dicta este hombre a oscuras. Es Gao Xingjian, nacido en Jangsu (China) en 1940, que fue Premio Nobel en 2000, poeta, director de teatro, dramaturgo, novelista y pintor, que vive en la capital francesa desde hace años y que casi no ha notado que yo he entrado en este despacho donde él trabaja. Está modulando su prosa en el oído de un magnetofón, como hacía, tumbado en un sofá y con las luces apagadas, el español Gonzalo Torrente Ballester, según cuenta él en Los cuadernos de un vate vago (Plaza-Janés), obra aleccionadora y divertidísima que cuenta los desahogos y la gestación -a veces cómica, a veces dramática – de muchos otros libros suyos.

Pero Gao Xingjian casi no ha oído que yo he entrado.

Mi primer borrador, ¿sabe usted? – me dice en la penumbra – procede de lo que le he contado al magnetofón, y cuando reviso el texto, lo recito en mi interior en silencio.

Es lo que oigo y lo que veo en este despacho cuando flota la musicalidad de la lengua china entre estos muebles y los caracteres vienen y van de la boca del escritor a la recepción del aparato para tornar nuevamente a este hombre que escribe tan enamorado de los significados como de los sonidos.

El lenguaje vivo, si usted se fija – continúa en voz muy baja -, tiene siempre un tono determinado, y someterlo a la prueba de la audición es un buen método para filtrar y pulir los desarreglos de estilo. Las palabras que el oído no acepta o entiende, o bien no han sido dichas con claridad, o bien no tienen razón de ser. Y ¿qué puede transmitir a los demás un autor que no se entiende a sí mismo? La musicalidad del lenguaje es muy importante. La inspiración que yo hallo en la música supera con creces la que pueda proporcionarme cualquier teoría literaria. Antes de escribir elijo bien la música que quiero escuchar, pues es la que va a ayudarme a adquirir la disposición de ánimo necesaria para la escritura, a encontrar el timbre y el ritmo de la lengua. Si la narración grabada en el magnetofón o las oraciones escritas sobre el papel se tornan frases musicales que se pueden palpar y sentir, la escritura deja de ser un mero conjunto de nociones y conceptos acuñados por el intelecto.

Pasan entre nosotros, en esta atmósfera del despacho de París, los vuelos de los signos con sus ademanes agudos y graciosos, los trazos suaves o vivaces que nacen en los orígenes de la lengua y que se precipitan enseguida sobre el lenguaje escrito.

La lengua está, por naturaleza, ligada al sonido; la escritura es posterior – me dice Xingjian -. El lenguaje escrito es un modo de registro de la lengua, y la caligrafía que evoluciona de los caracteres chinos pertenece a las artes plásticas y no tiene nada que ver con el arte del lenguaje. La búsqueda del tono, por otra parte, es, para mí, lo más importante de la escritura. El tema, los personajes, la estructura e incluso el pensamiento subyacente en la obra deben hallarse diluidos en el tono de la composición. La escritura comienza en la búsqueda del tono, y todo lo demás forma parte de los preparativos previos. Lo primero que yo hago al ponerme a escribir es intentar saborear de nuevo el lenguaje.

Salgo de este despacho parisino sin hacer el menor ruido para no interrumpir ese lazo secreto que está uniendo al magnetofón con la voz, el respirar del aparato con el respirar del escritor. Al entrar de nuevo en Mi Siglo y cerrar la puerta veo lejos, a través de las ventanas, el temblor de esa llama olímpica que es una lengua diminuta camino de China, esa China de la que un día salió Xingjian exiliado y a la que nunca sabe si volverá.

(Imagen: fotografía de Gao Xingjian)

¿ESTÁ CERCA CHINA ?

– Me sorprende no advertir en Pekín, en esta ciudad tan lejana y diferente, nada o casi nada de extrañeza, sentirme mucho más a gusto de lo que yo pensaba .- me dice Claudio Magris sentado conmigo en este despacho de trabajo de Trieste, despacho fronterizo entre la realidad y la imaginación.

Vemos los dos juntos en los telediarios cómo va y viene dificultosamente la llama olímpica por las calles y manos del mundo, cómo vienen y van las relaciones entre China y Tibet, cómo se cruzan intereses, paces y conflictos.

Magris ha estado en China no hace muchos años y en diciembre de 2003 escribió el resumen de su viaje bajo el título «¿Está cerca China?», que ahora recoge en el volumen El infinito viajar (Anagrama).

– Vivir significa hoy, más que nunca – me dice Magris -, viajar; la condición espiritual del hombre como viajero de la que habla la teología es también una situación concreta para masas de personas cada vez más considerables. En las vertiginosas transformaciones del vivir, el regreso a sí mismo – material y sentimental – se vuelve más y más incierto: el Ulises actual no se asemeja al homérico o al joyceano, que al final vuelven a casa, sino más bien al dantesco que se pierde en lo ilimitado, a al del Li Sao de Chü Yüan, una peripecia ulisiana china, que al final ve su pueblo desde lo alto pero no puede regresar a él. Viajar es una escuela de humildad – me sigue comentando el autor de Microcosmos -; nos lleva a tocar con la mano los límites de nuestra comprensión, la precariedad de los esquemas y los instrumentos con los que una persona o una cultura presumen comprender o juzgar a otra.

Mientras tanto seguimos viendo pasar la llama de mano en mano, la luz olímpica que atraviesa incierta el salón donde estamos, que sale luego al pasillo, que intenta ser arrebatada y a la vez protegida, esa llama que no sabemos si encenderá protestas o quemara conciencias, llama olímpica que va hacia China en un zigzagueo de Historia.

– Vivir, viajar, escribir – continúa Magris charlando conmigo en esta habitación -. Acaso hoy la narrativa más auténtica – me dice -, no sé si usted se ha fijado, sea la que cuenta no a través de la invención y la ficción puras, sino a través de la toma directa de los hechos, de las cosas, de esas transformaciones locas y vertiginosas que, como dice Kapúscinski, impiden captar el mundo en su totalidad y ofrecer una síntesis de él, permitiendo capturar, como el reportero en la barahúnda de la batalla, sólo algunos fragmentos. Por lo demás, él mismo crea una literatura vitalísima zambulléndose en la realidad, plasmándola con rigurosa precisión, aferrando como un perro de caza sus detalles reveladores aún más huidizos y componiéndolo todo en un cuadro, fiel y a la vez reinventado, que es el retrato del mundo y del viaje a través del mundo. Quizá el viaje sea la expresión por excelencia de esa literatura, de esa narrativa «non fiction«teorizada por Truman Capote.

Sigue la llama olímpica viajando de mano en mano por el pasillo, por la terraza, por el jardín. ¿Llegará a iluminar cuanto desea? ¿Está cerca China o está lejos?

¿O somos nosotros los que estamos muy lejos de China?

(Imagen: pintura de Gao Xingjian, Premio Nobel de Literatura 2000)

LA VIDA DE LOS OTROS


Se sabe que nos están escuchando. Más aún, que nos están grabando. Todo lo que yo estoy escribiendo ahora en este blog, Mi Siglo, todo lo que usted está leyendo en este momento, está siendo guardado en los sótanos del Liceo Técnico Federal de Zurich, en unas enormes naves subterráneas que antes contenían los archivos de los Diarios de Thomas Mann y ahora sirven como refugio para ordenar y registrar todas nuestras conversaciones, todo lo que usted y yo hemos hablado esta mañana por las calles, todas nuestras conversaciones a través de los móviles, las charlas de la sobremesa de hoy, las confidencias amorosas en los cafés, la intimidad que tuvimos en nuestros dormitorios. Hoy se descubre en los periódicos – junto a la noticia de que en China 220.ooo cámaras vigilan a 12 millones de personas en la ciudad de Shenzhen, controlando desde su identidad hasta sus enfermedades gracias a un programa informático que estudia el rostro -, que en Occidente toda la información de detalles innumerables, nuestras voces, nuestras entonaciones, la manera con la que nos dirigimos a los demás, aparte de nuestros mensajes por correos electrónicos, las pulsaciones con las que marcamos las claves de nuestros ordenadores, las señas por las que nos reconocemos, todo va instantáneamente a esa base central de Zurich que conecta esa inmensa información con chips ajustados a máquinas diminutas, archivos perpetuos que, con los debidos permisos y cautelas, podrán servir a futuros investigadores e historiadores.

Al desaparecer casi por completo la carta como vehículo de comunicación tradicional, es esencialmente la voz humana la que se quiere conservar, pero sobre todo los mensajes verbales, la voz entrecortada en nuestros móviles, esos matices que alertan, suspiran, se desahogan y ruegan al contactar con los demás. Ulrich Mühe, multiplicado en despachos infinitos, escucha lo que hablo y registra lo que escribo gracias a los auriculares permanentes encajados en su cráneo. La película de Florian Henckel Von Donnersmarck ha dado ideas para la construcción de ese laberinto de voces y pasillos que se pierde en sótanos desconocidos. La vida de los otros es mi vida, la que ahora estoy escribiendo, la que usted está leyendo. Los otros se están asomando en cualquier momento a lo que yo creía que le estaba diciendo a usted en confidencia y que para nosotros iba a suponer para siempre un secreto.