MEMORIA Y «MEMORIAS»

 

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«La autobiografía es una segunda lectura de la experiencia – recordaba Georges Gusdorf – , y más verdadera que la primera, puesto que es toma de conciencia : en la inmediatez de lo vivido, me envuelve generalmente el dinamismo de la situación, impidiéndome ver el todo. La memoria me concede perspectiva y me permite tomar en consideración las complejidades de una situación en el tiempo y en el espacio. Al igual que una vista aérea le revela a veces a un arqueólogo la dirección de una ruta o de una fortificación, o el plano de una ciudad invisible desde el suelo, la recomposición en esencia de mi destino muestra las grandes líneas que se me escaparon, las exigencias éticas que me han inspirado sin que tuviera una conciencia de ellas, mis elecciones decisivas».

 

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La memoria ha sido comentada de modo hondo y luminoso por San Agustín: «Llego a los espacios anchurosos, a los vastos palacios de la memoria – escribe -, donde están atesoradas las innumerables imágenes que acarrean las percepciones multiformes de los sentidos (….) Hay en mi memoria campiñas abiertas y espaciosas, oquedades y antros, cavernas sin número, poblados hasta el infinito de innumerables objetos de toda especie que allí guarecen, ora en imágenes solamente como pasa con los cuerpos, ora por su presencia como ocurre con las artes; tal vez, bajo forma de no se qué nociones o anotaciones, como acontece con las afecciones del alma, que la memoria retiene aún cuando el alma no las experimenta, puesto que en el alma está todo lo que está en la memoria. Por la inmensidad de este panorama yo discurro y llevo un vuelo breve de una cosa a otra; yo penetro tan profundamente como puedo y no hallo fin. ¡Tan grande es el poderío de la memoria, tan grande es la potencia de la vida en hombre efímero que vive para morir!».

 

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Esa memoria, en muchas ocasiones, seguirá los dictados del corazón para escribir las «Memorias«. «La memoria – afirmaba Rivarol – siempre está a las órdenes del corazón». Y en esas «Memorias» muchas veces se mezclará la verdad con los silencios, con las invenciones y los enmascaramientos. «Escribir – así lo decidía Saint-Simón para componer sus «Memorias» –  lo que yo viese suceder en mi tiempo»;  y añadía : «como yo no estaba allí, no diré más». Pero hay muchas «Memorias» que cuentan no solamente lo que uno vio y vivió,  sino también lo que imaginó o aventuró. Malraux, al hablar de sus «Antimemorias», declara que » rechazan la biografía, premeditadamente.  No se basan en un diario o en unas notas. Partiendo de elementos decisivos de mi experiencia, vuelvo a encontrar un personaje, y fragmentos de historia. Cuento los hechos y describo al personaje como si no se tratase de mí (…) Éste es mi verdadero libro… Me acuerdo de Proust. «Por el camino de Swan» ha hecho imposible cualquier nueva tentativa que se pareciera a la de Chateaubriand. Proust es el anti– Chateaubriand. Me gustaría ser un anti- Proust y situar la obra de Proust en su fecha histórica».

Verdadero e imaginario en muchas «Memorias», experiencia y sueño, fusión de muchas cosas. » El elefante es el más sabio de todos los animales, el único que se acuerda de sus vidas anteriores; por eso está tanto tiempo quieto, meditando en ellas«, se lee al principio de las «Antimemorias» de Malraux.

 

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(Imágenes.- 1-Vladimir Marchukov/ 2.- Rolf Hanson/ 3.- Alex Olson- 2013/ 4.-István Nádler– 1989)

CANALES VENECIANOS

«Caminar por calli y campi, sin un itinerario preestablecido, quizá sea el mayor placer de que se  puede disfrutar en Venecia«, recomienda Diego Valeri en su «Guida sentimentale di Venezia«. Caminar también con Musset, cuando le escribe a George Sand en 1833 ; caminar con Dickens y Balzac, y también con

D `Annunzio cuando se enamora de Eleonora Duse en 1895; caminar con Proust, en mayo de 1900, en el momento en el que el gran escritor francés decide repentinamente reunirse en Venecia con Reynaldo Hahn:  sentado en las terrazas de los cafés, Proust escuchará cómo le traducen «Las piedras de Venecia«, de Ruskin. Ruskin le habla a Proust de cómo los pájaros frecuentan

la plaza de San Marcos: ” los muros de San Marcos le dice  – sirven de abrigo a innumerables palomas que ponen sus nidos en los follajes marmóreos y mezclan la dulce irisación de sus plumas, cambiantes a cada momento, con los tintes no menos atrayentes que permanecen allí, inmutables, desde hace setecientos años“. Caminar igualmente con Chauteaubriand y con Paul Morand, cuyo último libro será «Venecias«. Caminar detrás del comisario Brunetti de Donna Leon

investigando crímenes. Caminar por Venecia como apartamento trazado en «Los papeles de Aspern», de Henry James. Caminar con Joseph Brodsky en «Marca de agua«; caminar con Tiziano Scarpa en «Venecia es un pez«. En varias ocasiones he hablado de Venecia en Mi Siglo. Al borde de estos canales marcharon también Malraux, Montale, Buzzati, Saul Bellow y tantos otros.

 Conversaciones a la orilla del agua de Visconti; conversaciones a la orilla del agua de Thomas Mann. Las conversaciones traen y llevan palabras en góndolas que van del cine a la literatura. Música de Wagner. Poemas de Browning. Música de Monteverdi. Poemas de Byron. «Los gondoleros bogan con una pierna delante y la otra detrás – dice Tiziano Scarpa -, el pie posterior

se apoya en una minúscula peana elevada, una cuña: la energía hace palanca en el talón, luego en la planta y en los dedos del pie. Trabaja todo el cuerpo, se proyecta hacia delante, empuja. Observa sus cuerpos cuando descansan: los brazos cuelgan un poco hacia delante, los hombros redondos, la nuca, las clavículas, los omóplatos desarrollados. Desde la mano izquierda a la derecha están rodeados por una U de músculos mayúsculos».

Ahora que se habla de los 10 secretos de Venecia, la ciudad estará siempre en el recuerdo.

(Imágenes:- 1.-Karl Kaufmann.-wikimedia. commons/ 2.-Stefano Taglione/ 3.-Maurice Prendergast/ 4.-Mario Bonzuan/ 5.- Otto Pippel/ 6.-Vito Vecellio/ 7.-Lucien Lévy Dhumer)

 

PAUL KLEE, ENTRE MÚSICA Y PINTURA

Varias veces he hablado en Mi Siglo de la interrelación existente en el mundo de las artes. Música y literatura. Música y pintura. Chopin y Delacroix.  En el caso de Klee, al incidir en él también y de modo poderoso la pintura y la música, el artista bautiza a sus óleos con títulos extraños  – como recuerda Paul Westheim : «Sueño de dos mitades», «Encima y hacia arriba», «Máquina de trinar», «El árbol de las casas», «Flor de luna», «Moho y plata» y se los pone cuando ya están pintados. No indican el tema o el contenido del cuadro, tampoco son una descripción explicativa.» Son algo así como la clave – dice Westheimal principio del pentagrama, que sirve para determinar la designación de las notas«. Desde muy pequeño Klee escucha el concierto de Brahms y queda «destrozado«; posee igualmente cariño por César Frank, «una melancolía me invade como cuando oigo a Schubert«, dice.

Todo en torno a Klee está invadido de música. En sus muy interesantes «Diarios: 1898/1918» (Era) va enlazando los nombres y las obras: se acoge a Bach, a Mozart, a los grandes románticos; junto a Beethoven le acompaña también Brahms en primer lugar. «La música es para mí como una amante embrujada«, dirá en 1898. Nos llevaría todo esto a recordar cuando Chauteaubriand habla de una mujer música. «Parecía – la había definido Chauteaubriandcual si fuere ella misma melodía visible, y que diera vida a sus propias leyes«. En Roma, en noviembre de 1901, Paul Klee confiesa: «me conmovió el último movimiento de la Séptima de Beethoven. Varias voces principales quedaron ahogadas, pero en conjunto hubo energía y éxtasis a la vez. Se festejaron orgías de sonido sinfónico. Los golpes breves eran más convincentes de lo que estoy acostumbrado.  Además hace apenas poco tiempo que he madurado para esta obra. Nostalgia por Mozart«.

«La música me ha consolado a menudo – dirá en otra ocasión – y me consolará si es necesario«. En Berna, cuando ve aparecer a un joven Casals, escribirá: «En el quinto concierto sinfónico tocó Casals: ¡uno de los más maravillosos músicos que haya habido jamás! Su tono de cello es de la más conmovedora melancolía. Son ilimitados sus medios de expresión, tan pronto hacia el exterior, pero partiendo de la profundidad, tan pronto hacia el interior en la misma profundidad. Toca con los ojos cerrados, pero su boca se contrae ligeramente en el seno de semejante paz«.

Cuando nos acercamos a los colores de Klee parece que nos hablara Êtienne Souriau en «La correspondencia de las artes» (Fondo de Cultura):» podemos imaginarnos una rosa estilizada, en que tallo, hojas, flor, van apareciendo sucesivamente en el acorde verde claro, verde oscuro, rosa, sobre fondo azul turquesa, y después con estos colores arbitrarios: la rosa azul, las hojas color tabaco, el tallo negro, y el fondo amarillo. Y después, la rosa dorada, las hojas rojas, el tallo ocre, y el fondo verde ácido. Tendremos de esta guisa una variación bastante análoga a la de un mismo tema musical presentado sucesivamente en mi bemol mayor, en do menor, en sol mayor, en re mayor». Música y pintura. Pintura y música.

Alejándose y acercándose de sus cuadros, Klee se confiesa en 1912: «Hay unos principios primitivos del arte y se les encuentra en las colecciones etnográficas o en sus propias casas, que son las habitaciones de los niños. Los niños tienen ese poder, y es una lección de sabiduría que ellos pueden dar. Cuanto más ignorantes son, mejor pueden proporcionarnos ejemplos ricos en lecciones, y debe preservárseles cuanto sea posible de toda corrupción».

Nos acercamos así como niños hasta el rostro de Klee:

Nos acercamos también hasta su habitación:

(Imágenes:- 1.-Paul Klee.- ad marginen.-1930.-Museo de arte de Basilea/ 2.-Paul Klee.- metrópolis.- pinturayartistas/ 3.- Paul Klee.-el caballero negro.-1927/4.-Paul Klee.-conquistado.- 1930.-museo Paul Klee.-Viena.-wikipedia/5.-Paul Klee.-composición cósmica.-1919.- Kunstasammlunng Nordrhein Wesfalen/6.-Paul Klee.-Dessau.-1933.- foto Josef Albers.-Paul Klee Foundation/ 7.-Paul Klee.-mi habitación.-1896.-Foundation Paul Klee)

VULGARIDAD Y MODERNIDAD

«Nos guste o no, para el periodismo moderno el aspecto importante de un hecho – recuerda Alessandro Baricco en su interesante libro «Los bárbaros«(Anagrama) – es la cantidad de movimiento que es capaz de generar en el tejido mental del público. A un nivel extremo, un conflicto importante y sanguinario en un país de África para un periódico occidental sigue siendo una no-noticia hasta el momento en el que entra en secuencia con porciones de mundo en posesión del público occidental.(…) Por muy absurdo que que pueda parecer, es exactamente lo que esperamos de los medios de comunicación, pagamos por tener esa clase de lectura del mundo«. En una entrevista en The New York Times en 1996 un periodista decía: «Esto es para lo que vivimos. Es decir, «catástrofe», «caos». Siempre puede haber algún terremoto que te dé un vuelco al corazón». Pero como he comentado en alguno de mis libros, «cuando la muerte llega de nuevo en la secuencia siguiente del noticiario – ese tanque, por ejemplo, que está aplastando al niño inocente – no sabemos si ello es realidad o ficción, tan maquillada aparece la realidad con su disfraz de afeites. Exclamamos entonces, ¡qué horror! Pero estamos en el segundo plato de la comida y continuamos masticando nuestra cena de horrores. La vida sigue». («El artículo literario y periodístico»)


No nos asombramos, pues, de que nada nos asombre. No nos asombramos de nada. Tampoco de descubrir la vulgaridad tras el disfraz de la aparente modernidad. Seguimos masticando vulgaridad creyendo que es modernidad y tragamos los lenguajes decadentes como si fueran sublimes. «Vulgaridad» fue la palabra introducida por Madame de Staël en 1800. «Modernidad«, la que pronunció Teófilo Gautier cincuenta y dos años después, en 1852. Chautebriand, por su parte, fundió los dos términos, modernidad y vulgaridad, al hablar de sus viajes. Y a Baudelaire se le calificará como el definitivo inventor de esta palabra: «modernidad«.

Pero modernidad y vulgaridad muchas veces aparecen mezcladas en las pantallas, el rostro de una esconde el antifaz de la otra, nos hacen ambas tremendas muecas desde sus imágenes, guiñan sus ojos equívocos, desfilan brillantes entre las pasarelas de la publicidad animándonos a ser mucho más modernos aunque seamos menos educados.

(Imágenes:-1.-Kenny Scharf.-1981.1983.-artnet/2.- Nam June Paik.-AndrewShire Gallery.-Lo Angeles.-USA.-artnet)

COMENTARIOS A BLOGS

Al comenzar esta nueva entrada de Mi Siglo y en el momento de teclear las primeras palabras se pone a mi lado Alberto Manguel ante la mesa del ordenador para recordarme que los comentarios a los textos de los blogs podrían evocar de alguna forma a las tradicionales anotaciones que siempre se hicieron a ciertas lecturas.
– No sé si usted lo sabe – me dice Manguel -, pero Montaigne, cuya costumbre de anotar se asimilaba a una conversación, continuaba el diálogo en la contraportada del libro que estaba leyendo, incluyendo la fecha en la que lo había acabado para recordar mejor las circunstancias de ese acontecimiento. Aunque tenía libros en varios idiomas, las notas marginales siempre eran en francés («no importa en qué idioma hablen mis libros – decía -, yo siempre les hablo en el mío), y en francés ampliaba el texto y sus notas con sus comentarios críticos.
– Pero eso no se puede hacer en los blogs -le digo a Manguel -. Los blogs carecen de contraportada. Aunque los blogs sí tienen márgenes para que la gente opine. Los comentarios, igual que el texto, quedan alineados y fijos para siempre.
– Sin embargo – me replica Manguel -, no muchas cosas han cambiado. En la página tradicional, esos espacios en blanco que quedan después de que el escritor ha tratado de vencer lo que Mallarmé llamaba «la aterradora blancura de la página», son los espacios precisos en los que los lectores pueden ejercer su poder. Tradicionalmente, en esas aperturas entre el borde del papel y el borde de la tinta, el lector puede generar una revolución silenciosa y establecer una nueva sociedad en la que la tensión creativa ya no se genera entre la página y el texto sino entre el texto y el lector.
Estamos de acuerdo. Aunque el poderío del lector que podía alcanzar al autor no le alcanzaba sino que quedaba reducido a una anotación solitaria y personal. Ahora es distinto.
Luego Manguel me va contando lo que a su vez contaba Chateaubriand de un autor del XlX, Joseph Joubert. «Cuando leía -decía de él Chautebriand -, arrancaba de los libros las páginas que no le agradaban, y de ese modo logró formar una biblioteca completa a su gusto, compuesta de libros ahuecados dentro de cubiertas demasiado amplias para ellos».
Vamos teniendo así una grata y larga charla Alberto Manguel y yo ante este ordenador. Me gustaría que me ampliara más historias pero ahora he de teclear las primeras palabras de esta nueva entrada de Mi Siglo.