«En 1874, Edmond, el hermano de Renoir que publicó el catálogo de la exposición inaugurada ese año en París, le pidió a Monet que le diera una lista de todos los títulos. Para su cuadro del amanecer en Le Havre pintado en 1872 Monet sugirió, sin duda algo distraído – según recuerda Sue Roe en «La vida privada de los impresionistas» -, el título de «impresión». El cuadro apareció con el título de «Impresión : Amanecer ( Impression soleil levant).
El crítico Louis Leroy, de la revista satírica «Le Charivari», escribió un artículo a modo de parodia, y cuando a lo largo de la exposición llegó ante la contemplación del cuadro de Monet, preguntó :
– ¿Qué representa eso? ¿Qué dice el catálogo?.
Su acompañante le contestó:
-«Impresión : Amanecer»
– Ah, claro, impresión. Debe de haber una impresión en algún lugar, aquí metida. ¡Qué libertad!, ¡qué flexibilidad de estilo! – dijo irónicamente – El empapelado en sus prineras fases estaba mucho más terminado que eso».
Bela Lázár describió así este famoso cuadro: «El sol se eleva sobre las casas de la orilla ; su luz tiembla en zigzag en el espejo de las aguas del río. Por encima de las casas y del agua se extiende un aire azul, en el cual surgen, como luminosas manchas, las siluetas de los campanarios y de los barcos que cruzan el río. El cuadro representa la pugna entre la niebla y la luz del sol, entre los valores cromáticos del cielo y del agua, así como la compenetración y mutua influencia de sus colores. Los matices se funden, las formas se hacen insensibles. El pintor toma, como punto de partida, un efecto real: la observación de las relaciones que existen entre las masas de color y el ambiente inundado por ellas. Tales son sus motivos».
Ahora el Museo de Arte Moma en Le Havre expone este cuadro y lo rodea de célebres amaneceres o atardeceres, entre otros, de Eugene Boudin, Turner, Raoul Dufy o Gustave Le Gray
«Impresión: Amanecer» , la palabra de donde surgirá después el «impresionismo», y sobre cuyo estilo Whistler, el impresionista norteamericano, quiso comentar : » cuando la niebla del crepúsculo tiende sobre las márgenes del río el velo de la poesía, y las pobres viviendas parecen flotar en el cielo turbio; cuando las elevadas chimeneas se convierten en esbeltos campanarios y los bazares fulguran en la noche tenebrosa como si fueran palacios y toda la ciudad parece colgar del cielo, transportándonos a un mundo fabuloso…»
Distintos amaneceres y atardeceres mostrándonos la mirada del artista.
Impresiones de luz y pinceladas, sombras y enfoques.
Fotografía y pintura.
(Imágenes -1- Monet – «Impresión: Amanecer» – museo Marmotan/ 2- Eugène Boudin- 1882 – colección particular/ 3- Turner – 1834 – tate – Londres/ 4- Raoul Dufy – 1925 – museo de Bellas Artes de Nancy/ 5-. Gustave Le Gray – Le Havre -1856/ 6- Eugène Boudin- Le Havre- 1888 – Muma – Le Havre)











![Pulse para ampliar [Fotografía] José Julio Perlado. Fotografía enviada al autor por el escritor, procedente de su archivo personal (detalle).](https://i0.wp.com/cvc.cervantes.es/img/rinconete/articulos/06102015_200.jpg)































color de rosa, o azules, luego otros tierra de Siena, en perfecto equilibrio. Habitualmente, el amarillo de Nápoles y la laca de granza no aparecían hasta más adelante. Y el negro de marfil al final del todo. Renoir nunca usaba ángulos o rayas, sino trazos redondos. «En la naturaleza no existe la línea recta». En ningún momento de la ejecución se veía en el cuadro desequilibrio alguno. Desde las primeras pinceladas estábamos ante un cuadro completo, bien compensado. El problema que tenía Renoir quizá era el de calar en el tema sin perder la lozanía de la primera sorpresa. Al fin asomaba de entre la niebla el cuerpo de la modelo o el paisaje, igual, en cierto modo, que habría aparecido en una placa fotográfica sumergida en el revelador. Aspectos totalmente descuidados al principio adquirían importancia».