VIAJES POR EL MUNDO (1) : ATENAS

ciudades-ubbn- Atenas- foto Dimosthenis Kapa

 

Ahora que Grecia está de tanta actualidad, mi memoria camina hacia atrás y se sumerge en aquella noche, hace muchos años, paseando por el barrio ateniense del Pireo, iluminados todos sus muelles, derrochando luz las cornisas ante las que se balanceaban innumerables yates de recreo. El recorrido luego por el barrio de Placa, pintorescas calles empinadas, tabernas abiertas a una música lenta y melodiosa, los pasos danzarines de «Zorba el griego«: cadencias lentas y movimientos a veces más variados, más ágiles en su contorsión, sobre todo en tabernas donde lo turco y lo griego se entremezclan, aires y danzas de los hombres. Después los descensos por callejas a los acordes de la música griega con lamentos y gritos de cánticos. Un cielo oscuro cubría aquella noche de marzo una Atenas llamativa y gozosa para la música, escalones del popular barrio de Placa con luces e instrumentos que se iban alternando, subían y bajaban turistas de todos los países acunados por  aquellas palmadas y compases, el chasquido de los dedos unido al alto movimiento de los brazos al girar en el aire y el andar y desandar trenzando piernas de bailarines masculinos que en camisa se dejaban llevar por la música, por el rito, por la noche, por cuanto llevaban dentro, en acordes, en tradiciones griegas que ahora mi memoria recoge.

José Julio Perlado

 

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(Imágenes. – Dimosthenis Kapa)

¿ POR QUÉ GRECIA?

«Así el mal público va entrando en casa de todos, uno por uno – recuerda Demóstenes en su «Discurso sobre la embajada fraudulenta», del año 343 -, y las puertas del patio ya no quieren detenerlo, y por encima salta del elevado muro y en todos los casos encuentra a su presa aunque, huyendo, se halle en el recoveco de una habitación. Eso es lo que mi ánimo me incita a enseñar a los atenienses, que una mala legislación acarrea a la ciudad muchísimos males; en cambio, una buena todo lo hace brillar en orden y buen ajustamiento, y muchas veces a lo injusto pone trabas, alisa lo escabroso, pone fin a la hartura, enfosca la insolencia, seca, según van brotando, las flores del desatino, endereza torcidos veredictos y soberbias obras amansa…»

«En poco tiempo crece la felicidad de los mortales – canta Píndaro -, pero del mismo modo se derrumba, sacudida por abominable sentencia. ¡Seres de un día! ¿Qué es cada uno? ¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombra. Mas cuando llega el don divino de la gloria, se posa en los hombres un luminoso resplandor y una existencia grata».

Releo estos párrafos mientras vuelvo al muy interesante libro de la gran filóloga y helenista Jacqueline de Rommilly, «¿Por qué Grecia?» (Debate), que entre palabras y leyes, libertades y mitos, me lleva suavemente desde las olas antiguas del tiempo hasta la orilla de la actualidad.

(Imágenes:- 1.- Sifnos.-Grecia.-Hemri Carrier-Bressson.-1961/ 2.-Atenas.-Grecia.-Henri Cartier-Bresson.-1953)

LO POLICIACO, LA SOCIEDAD, LAS COSTUMBRES

«El Mirafiori es un horno, pese a que está en la sombra. –va comentando el comisario griego Costas Jaritos al conducir su automóvil por Atenas-. Al llegar al cruce de la avenida Rey Constantinosigue diciendo el personaje creado por Petros Márkaris – me pregunto si me convendrá más girar a la izquierda, hacia la plaza Sintagma, o a la derecha, hacia la avenida Reina Sofía, para llegar a la avenida de Alexandra a través de la calle Sutsu«. Va avanzando el policía entre el calor y la polución para intentar horadar en la corrupción En esa misma novela, «Suicidio perfecto» (Byblos), nos relata de nuevo: «estoy subiendo las escaleras mecánicas de aquella estación de Metro que semeja un mausoleo de mármol, con sus árboles de mentira plantados en el granito, sus anuncios imponentes y la música clásica de fondo que, por unos minutos, me hacen sentir europeo. Una vez en la superficie (…),  una hilera de paradas y de gente que se apretuja, dispuesta a abrirse camino a patadas en cuanto aparezca un autobús, para subir primero y conseguir un asiento. De nuevo en Grecia y suspiro con alivio».

Son los hábitos cotidianos de Atenas, su sociedad actual; la Atenas menos imaginable, envuelta en densa humareda, axfisiada de sol, cercada, como tantas otras capitales del mundo, por la trama de los corruptos. «La Atenas que describo – confesó Márkaris en una entrevista – es la Atenas de hoy. Estaba muy cansado, incluso enervado con la idea de esa Atenas de los extranjeros…la Atenas clásica, el Acrópolis, el Partenón, y todo eso. Por otra parte la noción de Atenas de los atenienses, la Atenas de las tabernas, de los restaurantes, del buen clima, de una vida digamos… romántica: esa idea idealizada de Atenas, de una Atenas idealista. Estaba verdaderamente cansado de esas dos nociones, porque creo que Atenas ahora es una metrópoli, con la violencia, los refugiados, los atenienses que son cada vez más nacionalistas, con una actitud muy… muy… chovinista, muy contra el extranjero. He intentado dar una imagen del Atenas de hoy, que no es muy diferente de las metrópolis europeas, destruyendo la parte romántica y clásica de esa imagen de Atenas, que por otra parte es cada vez más inexistente».

Los escritores en general – e igualmente los creadores de novelas policiacas -nos muestran las sociedades y las ciudades, su evolución profunda en el arco de las formas; muchos investigadores y comisarios célebres de la literatura policiaca indagan no sólo los crímenes, los culpables y sus víctimas, sino esencialmente las costumbres, el secreto de las vidas íntimas y de los espacios públicos. Enseguida se va la mente hasta Maigret y sus escenarios, de los que alguna vez en Mi Siglo me he ocupado. Y dos grandes especialistas de lo policiaco como son Boileau-Narcejac, hablando de otro gran autor del género como es William Iris, recuerdan que «nadie supo pintar mejor que él la vida nocturna, las calles desiertas, las miserias de los seres abandonados.(…)- y así lo confirman en «La novela policial» (Paidós) -. La novela policíaca – dicen – es una investigación esencialmente novelesca. El escritor policíaco se convierte, quizás a pesar suyo, en novelista. (…) La primera guerra mundial estimuló los deseos de vivir, de distraerse; la segunda guerra mundial destruyó la paz (…) Y de repente, se descubría una nueva forma del mal, la alianza monstruosa del hombre y de las cosas, en la guerra total… La época de los verdugos devolvía a la novela negra sus oportunidades de éxito».

«Se trata de conocer. – así se sintetiza el oficio de comisario en «Las memorias de Maigret» -. De  conocer el medio en el que se ha cometido el crimen, conocer el tipo de vida que allí se lleva, las costumbres, las reacciones de la gente que está mezclada en el caso, víctimas, culpables o simples testigos. Penetrar en su mundo llanamente, sin extrañarse, y hablar naturalmente su lenguaje. (…) Creo que es en la mirada donde hay que buscar la razón de lo dicho, en cierta reacción (o más bien ausencia de reacción) ante ciertos seres, ciertas miserias y ciertas anomalías. Aunque a los autores de novelas no les guste, el policía es ante todo un profesional. Un funcionario. (…) Cuando el policía se pasa una noche bajo la lluvia vigilando una puerta que no se abre o una ventana iluminada, cuando en las terrazas de los cafés busca pacientemente un rostro familiar o se dispone a interrogar durante horas a un ser pálido de terror, no hace más que cunplir con su tarea cotidiana».

Al otro lado de los crímenes siempre están las costumbres. Y es gracias a la investigación de las costumbres como se nos muestra el estado en que se encuentra una sociedad.

(Imágenes:-1.- plaza Sintagma de Atenas.-wikipedia/ 2.-Petros Márkaris en Atenas.-foto Ernst Alós/ 3.-Georges Simenon.-les ephemérides d `Alcide 13 frevrier)

EL FUEGO Y LA BELLEZA

Atenas.-1.-Partenon.-foto Milos Bicanski.-Getty Images.-The New York TimesCuando contemplo cómo las llamas parece que felizmente dejan de acosar a la belleza recuerdo aquellas palabras de Giorgos Seferis: » En el Partenón – cuantos prefieren ver la Acrópolis a la luz de la luna no sé si podrán seguirme – tenemos exactamente dos causas distintas de sensaciones, que coexisten en el mismo objeto. Una histórica, arqueológica, cíclica digamos, me hace soñar en un viaje al pasado, filosofar sobre la vanidad de los actos humanos, rebelarme contra las bombas de Murozzini, quedarme extasiado ante la belleza de la vida de los antiguos griegos; la otra, estética, es otro supuesto muy distinto; es una presencia súbita, fuerte y exclusiva, un manto de mármol que me cubre por entero, una voz que no comprendo, pero siento, no obstante, la necesidad de hablar como ella, para entenderla». («Diálogo sobre la poesía y otros ensayos») (Júcar)

El fuego y el mal nunca atacan solamente a la arqueología o a la Historia sino también a las sensaciones que ni siquiera los poetas saben describir.Atenas.-2.-fuego en Grecia.-fotoi Yiorgos Karahalis.-Reuters.-The New York Times

(Imágenes:- 1.-foto de Milos Bicanski/Getty Images.-The New York Times/ 2.-foto de Yiorgos Karahalis/ Reuters.-The New York Times)

COUBERTIN – OLIMPIADAS (y 19 )

«Los gimnastas no miraban de buena gana a los remeros, los practicantes de esgrima a los ciclistas, lo tiradores a los jugadores de lawn-tenis. Entre adeptos de un mismo deporte la paz no reinaba de manera favorable; los amigos de la gimnasia alemana negaban todo mérito al método sueco y las reglas americanas de fútbol parecían a los jugadores ingleses contrarias al buen sentido. Había incluso otra cosa: existía el espíritu mercantil que amenazaba invadir los círculos deportivos: allí donde no se corría o no se luchaba abiertamente por dinero se sentía, no obstante, una tendencia por deplorables transacciones; y en el deseo de vencer entraban a menudo otras cosas más que la ambición y el sentimiento del honor. So pena de ver al atletismo degenerar y morir por segunda vez, había que unificarlo y purificarlo.

Una única manera me pareció práctica para llegar a conseguirlo: crear competiciones periódicas a las que serían invitados los representantes de todos los países y de todos los deportes, y situar estas competiciones bajo el único patronazgo que pudiera darle una aureola de grandeza y de gloria, el patrocinio de la antigüedad clásica. Hacer esto significaba restablecer los Juegos Olímpicos«.

Pierre de Coubertin: Atenas, 1896

(Imagen: metropolitan museum of art.-The Ne York Times)