PASCUA DE RESURRECCIÓN

Mirad: el arco de la vida traza 

el iris sobre el campo que verdea.

Buscad vuestros amores, doncellitas,

donde brota la fuente de la piedra.

En donde el agua ríe y sueña y pasa,

allí el  romance del amor se cuenta.

¿No han de mirar un día en vuestros brazos,

 atónitos, el sol de primavera,

 ojos que vienen a la luz cerrados,

 y que al partirse de la vida ciegan?

 ¿No beberán un día en vuestros senos

 los que mañana labrarán la tierra?

 ¡Oh, celebrad este domingo claro,

madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!

 Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.

Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,

 y escriben en las torres sus blancos garabatos. 

Como  esmeraldas lucen los musgos de las peñas

Entre los robles muerden,

 los negros toros la menuda hierba, 

y el pastor que apacienta los merinos 

su pardo sayo en la montaña deja. 

Antonio Machado- “Pascua de Resurrección”- “Campos de Castilla”

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ESTA PUPILA

Esta pupila puede ser la de cada uno de ustedes que están en la sala— dijo el guía en cuanto entramos a verla —; viendo esta pupila como si fuera un espejo, como si fuera un retrato de lo que ustedes van a ser a los 77 años, cuando miren entre el recuerdo y el porvenir el futuro de su vida. Hemos querido bautizar esta pequeña sala del Museo de la Mirada así, simplemente, como pupila, no como la pupila del director, guionista y actor sueco Víctor Sjöström, pionero del cine mudo en Suecia, que es a quien pertenecen estos ojos porque no nos interesa ahora rememorar ni destacar a Sjöström, ni tampoco al fotógrafo Gunnar Fischer que es quien le iluminó la cara, ni tampoco al director de cine Ingmar Bergman, ni tampoco la película “Fresas salvajes” que es donde este rostro aparece. Esta pupila es única y común, es corriente, guarda todos los recuerdos de la juventud, el río, los columpios, las peleas con los hermanos, la primera vez que besó a una chica, sus primeras notas escolares, los enfados, los portazos, el matrimonio, los fracasos, los aciertos, cuando esta pupila se inyectaba de ira o se consumía de deseo, aquella vez que esta pupila se derramó en lágrimas por la muerte de su madre, el trabajo, la fatiga, la jubilación. También los atardeceres que contempló extasiado ante tanta belleza, los cuadros que admiró, las páginas de los libros, las imágenes de las películas, los asombros, las decepciones. Creía esta pupila que la vida era otra cosa, pero no, la vida era así, lo que le iba indicando esta pupila. Esta pupila ahora no nos interesa tampoco como agujero situado en la parte central del iris y por el cual penetra la luz al interior del globo ocular. Esas son cosas para los médicos, para los libros. Esta pupila, que podría ser perfectamente la de usted, en el momento en que se cierra por la noche e intenta apaciguarse y descansar, lo que recibe a veces es una multitud de sueños que le rondan y le rodean, sueños graníticos, que se pueden tocar, sueños palpables como realidades, y entonces la pupila no sabe si se cansa o descansa, mira los sueños como un paisaje que durará hasta la madrugada. Pero en la madrugada, en la mañana, cuando este rostro que puede ser el suyo, se acerca al espejo para afeitarse, reconoce una vez más las bolsas bajo los ojos, que son marcas y curvas que van dejando los años puntualmentep, que luego fijan cada sueño, pero que sobre todo dejaron antes los años para que esta pupila se asome ahora a la ventana de su edad y mire, como puede mirar un niño, con incertidumbre y confianza, lo que le espera, las dudas y certezas, lo desconocido y el misterio, e implore, desde su pupila, ser acogido con misericordia y con ternura.

José Julio Perlado

(del libro “La mirada”) ( relato inédito)

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

(Imagen- Víctor Sjöström – te movie matabase)


UN EXAMEN

¿Hasta cuándo dilatas a poner en práctica estas instrucciones?— recuerda el filósofo griego Epicteto —.Ya has sabido los preceptos que debes abrazar, supongo que ya los abrazaste, pero dame alguna señal. Advierte que ya no eres mozo y que estás en edad de hombre maduro. Si desprecias estos preceptos y no haces de ellos reglas para tus costumbres 

, te olvidarás de día en día y añadirás término  a término y resolución a resolución, y así se te pasará la vida sin que hayas hecho algún provecho en el estudio de la virtud.

José Julio Perlado

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INFANCIA DE ESCRITOR

“A los 14 años cuando yo estaba estudiando en París me di cuenta de que la literatura podía ser un medio de vida— decía Mujica Láinez—.Estaba interno en un colegio. Se me ocurrió escribir en francés un poema, por supuesto en broma, porque teníamos un castigo por nuestra falta de disciplina y no nos dejaban salir. El poema iba dirigido al que cuidaba nuestro castigo, que era el jefe de celadores, un  húngaro de mal carácter, y en él le pedía que nos indultara, que no tenía sentido en un día tan hermoso estar encerrados. Se lo entregué y volví a sentarme en mi sitio para escribir mi castigo. Vi cómo el hombre se sonreía leyendo mi poema. Y cuando finalmente nos dejó salir gracias a esas estrofas mías, me di cuenta entonces de que la literatura tenía una finalidad práctica, que se podía vivir de la literatura y, gracias a ella, uno podía salvarse de castigos, salir adelante, ser otra cosa en la vida. En consecuencia, me apliqué a la literatura, que ya sería, además de mi vocación, mi profesión.

 Yo soy un artista en el sentido de que veo todo con ojos de artista, desde el punto de vista del arte, y más aún, desde el punto de vista de la historia del arte. Detrás de cada cuadro veo muchos otros cuadros de los que he visto en galerías y museos, detrás de cada ser humano reconozco a muchos otros que he visto en libros de Balzac, Dickens Shakespeare, Mark Twain. Siempre  fue así. Por eso no he sido un gran hombre de familia, porque tenía que ocuparme de muchas cosas Para mí escribir es un alivio que tiene maravillosos instantes de exaltación.

José Julio Perlado

imágenes-Mujica Láinez- wikipedia

¿QUÉ ES EL DOLOR?

Un paciente que sufre de agudo dolor fantasma — escribe  el neuropsiquiatra alemán Otto Lowenstein — no puede más que señalar el lugar del miembro, perdido mucho tiempo atrás, si pretende indicar su origen, y los singulares fenómenos del dolor referido aumentan la confusión. El  dolor referido a menudo proviene de impulsos de un órgano profundo, pero el enfermo lo localiza en la superficie de su cuerpo. Muchos dolores de espalda y de cabeza caen dentro de esta categoría. Una explicación de por qué creemos que nos duele la piel, cuando la fuente del trastorno es el apéndice, el corazón o la matriz, es que los caminos que salen de dichos órganos no tienen conexión directa con el cerebro, sino que se relevan en las mismas neuronas que las fibras del dolor cutáneo. En consecuencia, una corriente de impulsos del órgano enfermo es interpretada por el paciente como procedente de las áreas cutáneas conectadas con esta estación de relevación. Los médicos emplean mapas de la superficie del cuerpo que señalan blancos favoritos del dolor referido, y la piel sensible en determinado lugar puede ser útil guía hacia el lugar donde de veras reside el trastorno. 

El fenómeno del dolor ha originado multitud de controversias biológicas, filosóficas y religiosas. ¿Qué significa el dolor? Sin duda, su valor para la supervivencia reside en su importancia como aviso para el organismo de que no todo anda bien en la maquinaria corporal. El dolor impide el exceso de actividad que sería peligroso, y la atención es dirigida a la parte afectada. El  perro se pondrá a lamerse la pata magullada, aplicando así saliva antiséptica a la herida. Nosotros  acudiremos a la cirugía de nuestro médico, a menudo a tiempo de recibir tratamiento útil, a veces, por desgracia, demasiado tarde. Asumamos la actitud de que, aparte de su función puramente biológica, la intrusión ocasional del dolor en nuestras vidas puede darnos mayor apreciación y disfrute de la buena salud.

José Julio Perlado

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EL HOMBRE ES LO QUE QUIERE SER

”El hombre es lo que quiere ser —decía el francés Charles Du Bos—, a condición de que lo quiera verdaderamente, es decir, no que no caiga nunca, sino que se levante, infatigablemente, cuantas veces haya caído.”

”Si no puede elevarse por encima de sí mismo — escribía ya un poeta inglés del siglo XVl— qué pobre cosa es el hombre.”

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ESCRIBIR ANDANDO

“Me paso el cincuenta por ciento de mi vida paseando y vistiendo a los niños, cocinando, lavando los platos y la ropa, remendando. Cuando por fin están todos en sus camas, me vuelco en mi máquina de escribir e intento  volver a crear cosas concretas. — decía la novelista norteamericana Shirley Jackson —. Escribir  durante las horas entre la guardería y la comida, mientras los niños dormían la siesta o cuando ya se habían acostado, requería una disciplina que me iba como anillo al dedo. Pensaba constantemente en mis historias mientras cocinaba, limpiaba o hacía cualquier cosa. Mientras hago la cama, lavo los platos o voy conduciendo a la ciudad a comprar zapatos de baile, estoy constantemente contándome historias a mí misma.” Cuando los niños fueron mayores y después de más tiempo,— señaló su biógrafa—,ella nunca fue el tipo de escritora que se pase el día sentada ante su máquina de escribir. Su  proceso de escritura no empezaba en el momento en que se sentaba en su escritorio, de la misma manera que no acababa cuando se levantaba. “ Un escritor — decía— siempre está escribiendo, viéndolo todo a través de una neblina de palabras, creando pequeñas descripciones breves de todo lo que ve y dándose cuenta siempre de todo.  Mi marido se resiste a escribir, para él eso forma parte de su trabajo, o por lo menos él lo denomina trabajo. Pero a mí me relaja. En primer lugar, porque es la única actividad que me permite estar sentada. Además  disfruto al ver crecer una historia: es sumamente satisfactorio, como ganar una mano en el póker.”

Jose Julio Perlado

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JANE CAMPION Y “EL PIANO”

Todo empieza — decía Jane Campion, la directora de “El piano”   en 1993– con una sensación bastante difícil de describir y con un estado de ánimo concreto. Y es entonces que te pones a escribir para intentar recrear el estado de ánimo que estás sintiendo o en el que estás pensando en ese momento. Si el proceso da los resultados esperados, al final la película es el propio estado de ánimo. Cuando me puse a escribir el guión de  “El piano”  me pasé una semana entera a solas, completamente sumergida en el ánimo de la historia y en la mentalidad de la protagonista, llegando incluso a romper a llorar durante ese proceso. Tengo que estar unos cuantos días completamente centrada en la película y más adelante, cuando ya lo tengo, puedo salir y empezar a trabajar en un horario más normal, de nueve a cinco por ejemplo.  Pero  incluso llegados a este punto, el proceso de escritura sigue siendo muy frágil y fácilmente alterable. A  veces siento que tengo un momento de inspiración, que estoy consiguiendo profundizar en algunas ideas, así que no hago más que trabajar y trabajar. Al cabo de unas horas, cuando tengo hambre o  empiezo a sentirme cansada, pienso que si yo hubiera seguido una hora más habría conseguido llegar a alguna parte“

José Julio Perlado

Imágenes- JANE Campion/ El piano- wikipedia

LAS COSAS BELLAS

Para guía fiel de mi vocación

Me fue dada, al nacer,  la belleza,

Que es para mí luz y espejo de dos artes:

Quien otra cosa piensa, yerra.

Ella sola es la que eleva a mis ojos a aquella altura 

A que aspiro al pintar y al esculpir.

Temerarios y necios juicios aquellos 

Que se apartan del sentido de la belleza; 

Esta mueve y eleva al cielo todo intelecto sano,

Que de lo mortal a lo divino no pasan 

Los ojos enfermos, ni pueden llegar a donde

Elevarse sin gracia es pensamiento vano.

Se perecen mis ojos por las cosas bellas,

Y mi alma, por su salvación ansiosa,

No se eleva al cielo sino

Al contemplar aquellas cosas.

 De las más altas estrellas

Baja a la tierra un resplandor,

 Que inspira el anhelo de llegar a ellas;

Y que se llama amor.

Ninguna otra cosa hay para el corazón noble,

 Que lo enamore y lo haga arder y le aconseje, 

Como  un rostro cuyos ojos sean cual aquellas estrellas

 Miguel Ángel- (Rimas)

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RAMÓN Y LUISA SOFOVICH ( y 2)

 Luisa Sofovich, la argentina, de familia hebrea, de ascendencia rusa, viuda del autor de las greguerías, cuenta en “Mi vida sin Ramón”, cómo ella descubrió el célebre maniquí de la muñeca en tamaño natural que Ramón tenía en su estudio. Cuando se ven las fotografías del escritor sentado junto a su muñeca, no se sabe si Ramón le está leyendo al maniquí el último acierto de invención de su prosa o es ella la que escucha inmóvil, desde su mutismo de madera, la cabeza girada hacia el escritor, el vestido impecable, el collar abandonado en su garganta. Los dos aparecen estáticos. Es como si para Ramón ese maniquí fuera su primer lector, su único lector, aquel que no responde nada o aquel que de repente moverá las pestañas de madera y bajará levemente la cabeza asintiendo 

en silencio.

Cuenta Luisa Sofovich  que — con los traslados y las muertes— uno de aquellos anillos o sortijas que llevaba la muñeca en sus manos fue a parar, al cabo de los años, a una tienda de compra-venta parisina situada en el Palais- Royal.

Allí, al verla en el escaparate, Luisa Sofovich  entró  y la compró y llevó mucho tiempo en sus dedos aquella sortija que lució en las manos la enigmática mujer de madera 

José Julio Perlado

imágenes- 1- wikipedia

RAMÓN Y LUISA SOFOVICH (1)

Copio de mis Notas antiguas:

“Asisto al homenaje que le dedica el circo Price a Ramón Gómez de la Serna. Sentada en el palco central, la viuda del escritor, Luisa Sofovich, asiste a la velada con una expresión lejana y triste, emocionándose en el momento en que le es ofrecido el homenaje del Circo  a su marido y sonríe débilmente al contemplar los denodados esfuerzos repetidos a los que se van entregando los payasos. Verdaderamente Ramón fue un escritor de raza, un singular creador. Ciertas  greguerías sin embargo, lanzadas anoche sobre el público a través de los micrófonos resultaban un tanto sorprendentes, con esa sorpresa que provocan algunas greguerías de Ramón, donde uno no sabe si el pensamiento ha estado bordeando la genialidad  o si se acerca peligrosamente a la ridiculez. A pesar de ello, la función de anoche fue una función única. Un  día, cualquiera de nosotros, cuando desee recordar episodios casi históricos, surgirán las palabras: “Yo asistí a la sesión de circo dedicada a la memoria de Gómez de la Serna”. Fue el 25 de enero de 1963. Después se cerró el circo Price de Madrid.” 

José Julio Perlado

imágenes- 1- el Circo Price antiguo en el paseo de Recoletos/ 2- Ramón Gómez de la Serna- ilustración por Bagaría)

LA PENUMBRA Y LA SOMBRA

 La Penumbra le dijo a la Sombra:” A ratos te mueves, otros te quedas quieta. Una vez te acuestas, otra te levantas. ¿ Por qué eres tan cambiante? “. “ Dependo —  dijo la Sombra – de algo que me lleva de aquí para allá. Y ese algo a su vez depende de otro algo que lo obliga a moverse o a quedarse inmóvil. Como los anillos de la serpiente, o las alas del pájaro, que no se arrastran ni vuelan por voluntad propia , así yo. ¿Cómo quieres que responda a tu pregunta?

 Chuang-tse (poeta chino del siglo lV antes de Cristo)

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FILMAR UNA FAMILIA (10) : ARROJAR LOS MIEDOS

Delante de la mesa del psiquiatra hemos puesto un prado, más bien un jardín que baja desde la carretera de las vacas, un jardín en el que estoy yo de niño, llego corriendo con mis pantalones cortos y pregunto a mi abuelo que me espera: “Abuelo, ¿estás enfadado?” Y ese fue mi primer miedo, al menos el que yo recuerde, porque en la guerra, me han dicho, nuestra familia tuvo mucho miedo, pero yo no lo tuve, yo descubría, conforme huíamos de las bombas hacia los pueblos, las pastelerías iluminadas y decía: “¡ Aquí hay pasteles!, gritaba, “¡Aquí hay pasteles! “, repetía. “¿Pero entonces usted, cuando repasa sus miedos, me dice el psiquiatra, el primero de ellos que se le ocurre es en ese jardín?”. Es curioso que le llamen a un niño de usted, pero en las películas pasan estas cosas. Está, pues, aquí el jardín, en mi imaginación pero también en la realidad, estoy yo corriendo,atemorizado, mi abuelo me espera en lo alto del porche que da a la casa, y a la vez yo le estoy contando esto al psiquiatra años después, es decir, hoy, porque para eso he venido, para ahuyentar mis miedos, para contarle aquel jardín que me persigue y la voz ronca de mi abuelo saliendo de la garganta de su figura en pie, calado con un sombrero negro, y un bastón nudoso en una de sus manos. “¿Tenía usted miedo de que le pegase?”, me pregunta el psiquiatra. “No. Yo tenía miedo de mi impuntualidad, del genio de mi abuelo. Pero mi abuelo nunca me pegó”. “¿Y el segundo de sus miedos?”, me pregunta el psiquiatra. Hemos puesto ahora en la película un túnel delante de la mesa del psiquiatra, para que las gentes puedan ver en la pantalla el segundo de mis miedos, que era un túnel casi a oscuras, un túnel negro, largo, “yo iba conduciendo, le digo al psiquiatra, no sé qué año sería, iba conduciendo en la negrura del túnel, y de pronto pasó a mi lado, fulgurante, atronador, un enorme camión interminable envuelto en lonas, me pasó al costado igual que un animal, rozándome sin hacerme caer, pero sus ruedas y su potencia en la noche me llenaron de escalofríos, sí, pasé mucho miedo, creí que me aplastaba, que me moría.”

El actor que interpreta en mi película a mi psiquiatra mientras yo sigo rodando esta escena es un hombre alto, delgado, con gafas, envuelto en su bata blanca. No le gusta que los pacientes se tumben en un sofá sino que estén delante de él, delante de su mesa, cubierta astutamente de objetos variados— bolitas de billar, abrecartas, secantes— y observa si el paciente los toca o no, porque le revelan su nerviosismo o su placidez, depende de cómo los coja. Pero yo no los he tocado nunca ni quiero tocarlos. He venido a rodar esta escena porque quiero utilizar mi película de la familia para ahuyentar mis miedos, que para eso sirve también el cine, para desahogarse, muchos grandes directores han confesado que al final en una película suya se vaciaban por dentro, echaban fuera los demonios interiores, la plasticidad de unas vivencias que ellos no habían confesado nunca. Gracias a ello quedaban limpios, como quedo limpio yo cuando el psiquiatra, al otro lado de la mesa, me pregunta: “¿Ha tenido usted muchos miedos más?”. Y como yo no le respondo, enseguida avanza con la pregunta capital, que me formula con exquisita suavidad: “¿Tiene usted miedo a la muerte?”. No dudo un momento. Es curioso. He pensado tanto en ello que no tengo nada que imaginar. “No. No tengo miedo a la muerte. Me abandono a la esperanza. Me da seguridad la esperanza. Más que serenidad, me da seguridad.Todo es cuestión de abandono. Me abandono a la esperanza y me dejo llevar.”

José Julio Perlado

(del libro “Carnet de un director de cine”)

(texto inédito)

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LOS PRIMITIVOS CINES

Archivo - El primer cartel de cine de la historia, el de la película El regador regado de los hermanos Lumière (1895)

Yo todavía alcancé en el primitivo cine “Proyecciones”, en la calle de Fuencarral — recordaba el editor José Ruiz-Castillo —, a ver una película con “explicador”. Estos “explicadores” ,por lo menos para los chicos de la época, insoportablemente se hacían los graciosos pero resultaban tan extraordinarias las imágenes animadas que “oscurecían” la interferencia del enojoso comentarista. El cine “Proyecciones”, en su modestia, como los que después fueron construyéndose,  como el cine de “La Flor” en la calle de la Flor Baja y más tarde el cine “Ideal”, tenían unas portadas con cierto aire cinematográfico catedralicio. En el seudo atrio del “Proyecciones” campeaba un grupo escultórico de variadas y policromas figuras que temblorosamente danzaban, por procedimientos mecánicos, al son de un órgano que “ejecutaba” un perenne vals lento, aderezando las graves notas del acompañamiento con un intermitente y agudo campanilleo. Y detrás de todo ello, las películas mañana, tarde y noche. No es de extrañar que los chavales del barrio merodeáramos durante una parte de nuestras escapadas por los aledaños de semejantes palacios del espectáculo.

José Julio Perlado

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EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN

El motivo de que haya tan pocas personas que resulten agradables en la conversación — recuerda  en sus “Máximas” La Rochefoucauld  — es que cada cual piensa más en lo que quiere decir que en lo que están diciendo los demás.


Hay que escuchar a los que hablan, si se quiere ser escuchado;  hay que dejarles en libertad de hacerse oír y hasta de decir cosas inútiles. En lugar de contradecirles o interrumpirles, como suele hacerse, debemos al contrario tomar parte en sus ideas y gustos, mostrarles que los escuchamos, hablarles de cosas que les atañen, alabar lo que dicen si lo merece y demostrarles que los alabamos más por convicción que por amabilidad. Hay que evitar discusiones sobre cosas  indiferentes, hacer pocas preguntas inútiles y no dar  a entender nunca que pretendemos tener más razón que los demás,  así como cederles de buen grado el privilegio de tomar una decisión

Se deben decir cosas naturales, fáciles y más o menos serias, según el humor y la inclinación de las personas con quienes se conversa;  no acosarlas  para que aprueben lo que decimos, ni siquiera para que nos contesten. Cuando se han satisfecho de esta suerte los deberes de cortesía, pueden exponerse los propios sentimientos sin prevención ni tozudez,  dando a entender que tratamos de apoyarlos con la opinión de aquellos que nos escuchan. 

Hay que evitar hablar mucho de sí mismo y ponerse a menudo como ejemplo. Nunca  será excesivo el interés que pongamos en conocer la inclinación y alcances de aquellos con quienes hablamos, para unirnos a la opinión del que más talento tiene y añadir nuestras ideas a las suyas dándole a entender, en lo posible, que las tomamos de él. Es de gran habilidad no agotar los temas que se tratan y dejar para los demás algo que pensar y que decir.

José Julio Perlado

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PINTURA DE UNA RAMA FLORIDA

¿Quién dice que la pintura debe parecerse a la realidad?

El que lo dice la mira con ojos sin entendimiento.

 ¿Quién dice que el poema debe tener un tema?

 El que lo dice pierde la poesía del poema.

Pintura y poesía tienen el mismo fin: 

Frescura límpida, arte más allá del arte.

Los gorriones de Pien Luen pían en el papel,

Las flores de Chao Ch’ ang palpitan y huelen,

¿Pero qué  son al lado de estos rollos, 

Pensamientos-líneas, manchas- espíritus? 

¡Quién hubiera pensado que un puntito rojo

Provocaría el estallido de una primavera! 

TCH’EN T’AO (poeta chino : 768-831)

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