VOY A IR DESPIDIÉNDOME…(6) DE LAS MARIPOSAS

Voy a ir despidiéndome de las mariposas. Algunas están captadas y disecadas en las vidas y libros de Nabokov o de Jünger, han salido muy temprano de Alemania o de Norteamérica, han despertado para irse al campo, venir hasta aquí, hasta donde yo estoy, apenas las miro, revolotean en mil colores con sus alas transparentes y me despido de ellas algo apesadumbrado porque no les he prestado la debida atención. Siempre su aleteo hacen vibrar toda curiosidad. Son ingrávidas, volubles, no tienen dueño, cuando me acerco a una muy despacio tiembla el escudo transparente que la envuelve, y descubro que esta mariposa puede ser la  vanesa atlalanta, que cita Jünger  y que  tiene sus alas traseras cubiertas por un mármol vívido de tonos amarillos.  Pero hay miles y miles de mariposas  blancas verdinevadas que vienen de los arroyos hasta mí. Son arroyos de montaña y el agua casi helada corre muy cerca de sus alas, las mariposas vuelan entre el agua, no hacen ruido, no rompen el silencio. Son las acompañantes aéreas de mis paseos, van delante o detrás de mí, nunca tropiezan, nunca me hacen tropezar. 


Como tantas otras cosas que decoran los cuartos de estar del mundo, siempre tan diáfanos, además de las nubes,  los arroyos, las montañas y cuantos animales como los rebecos van y vienen saltando entre las rocas, las mariposas transforman nuestra estancia y viven conmigo cada primavera y entran y salen por las ventanas del espacio cuando llegan a visitarme los creadores de colores para los desfiles de modas de invierno. Allí están los malvas para las blusas, los tostados marrones para los pantalones, los azules y los amarillos. Son sedas que  vienen y van entre las flores y en un instante esas alas se transforman en deslumbrantes pañuelos. 

José Julio Perlado

imágenes- wikipedia

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