EL ARTE DE CALLAR

Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio — escribía en 1771 un polígrafo francés—.  Hay un tiempo para callar, igual que hay un tiempo para hablar. El tiempo de callar debe ser el primero cronológicamente y nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar. 

El  hombre nunca es más dueño de sí  que en el silencio:  cuando habla parece, por así decir, derramarse y disiparse por el discurso, de forma que pertenece menos a sí mismo que a los demás.

Cuando se tiene algo importante que decir, debe prestársele una atención particular: hay que decírsela a uno mismo, y, tras esta precaución, repetírsela, no vaya ser que haya motivo para arrepentirse cuando uno ya no sea dueño de retener lo que se ha declarado.

Si se trata de guardar un secreto, nunca calla uno bastante; el silencio es entonces una de esas cosas en las que de ordinario no hay exceso que temer.

A veces el silencio hace las veces de sabiduría en un hombre limitado, y de capacidad en un ignorante.

 Es propio de un hombre valiente hablar poco y realizar grandes hechos. Es de un hombre de sentido común hablar poco y decir siempre cosas razonables.

 El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón;  de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno;  de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras.

José Julio Perlado

Imágenes – wikipedia