
Cerebral, introvertido Tolstoi. Entregado al autoanálisis en sus primeros años para pasar luego a tocar lo popular— el “mujick”, el pueblo — con sus propias manos. Impresionante resonancia de su obra. La zarina se emociona leyendo los relatos bélicos de Sebastopol y cualquier muchacha de hoy vive y vivirá siempre los movimientos del corazón de Natacha en “Guerra y paz”. Stefan Zweig dice de Tolstoi que lleva consigo verdad y claridad. Dostoyevski escala alturas y desciende a profundidades, mientras Tolstoi permanece en una serenidad homérica. Dostoyevski trata problemas escondidos bajo la realidad, revelando aspectos sórdidos o inefables, mientras Tolstoi no supera nunca la frontera de lo tangible. Pero Tolstoi posee el secreto de la claridad, mientras que Dostoyevski es oscuro. La claridad es un don; mejor que un don, es un permanente esfuerzo.
Pienso que si hay que describir lo indefinible y lo impalpable se está más cerca de Dostoyevski que de Tolstoi. Pero que para que la descripción de lo impalpable sea entendida por todos, uno ha de acercarse más a Tolstoi que a Dostoyevski. Es necesario que lo intangible sea comprendido por todas las mentes. Y ello, a pesar de que el mundo invisible a veces es casi inexpresable, y de que todos los caminos del corazón y del alma suelen cubrirse por las cosas cotidianas intentando mostrarse indescifrables.
En resumen: hace falta llegar a describir la aventura interior con claridad, inteligible a todos, de un hecho palpable. Y esto es difícil. En la experiencia mística, a veces Santa Teresa reconoce que no puede o no sabe expresarse. Y sin embargo, San Juan de la Cruz logra, con la máxima sencillez de unos versos enamorados, lo que en miles de libros nadie habría acertado nunca a confesar.
José Julio Perlado

imágenes- Tolstoi y Repin