
Una obra — decía Henry Moore — debe ante todo extraer su vitalidad de sí misma. No me refiero a un reflejo de la vida, del movimiento, de la acción de las figuras que danzan y retozan. Quiero decir que una obra puede tener una energía acumulada y una vida intensa, independiente del objeto que representa.

El primer trozo arrancado de una piedra es ya una revelación. La forma de un fragmento puede tener tanta significación como lo de una masa sólida. Es posible una escultura “en el aire”: en ciertas obras sólo cuenta la forma del espacio vacío.

La figura humana es lo que más profundamente me interesa; pero yo he encontrado las leyes de la forma y del ritmo en el estudio de los objetos naturales, tales como guijarros, huesos, árboles y plantas. Guijarros y rocas muestran la manera en que la naturaleza trabaja la piedra y revelan principios de asimetría; las rocas indican el tratamiento sufrido por la piedra, que se diría tallada a golpes de hacha y cuyas vivas aristas poseen un ritmo nervioso. Los huesos tienen una estructura de fuerza y tensión maravillosas, pasan súbitamente de una forma a otra… las conchas demuestran que existen en la naturaleza formas duras y excavadas, y de ahí mis esculturas en metal…
José Julio Perlado

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