EL DULCE Y LA FANTASÍA

El dulce no es propiamente un alimento — dice Alberto Savinio en su “Nueva Enciclopedia”— El dulce estimula más la fantasía que el estómago:  ese ángulo recóndito de nuestra fantasía que se inspira en la voluptuosidad  de los sabores. Los  hombres que carecen de fantasía de este tipo consideran al dulce un añadido inútil, una superficialidad,  Hay razones muy precisas para decir que el dulce se sirva al final de la comida, porque no aceptamos los dulces sino una vez saciada el hambre, la necesidad. Los animales, que no comen más que para alimentarse, rehúsan los dulces. Saborear los dulces exige una inclinación natural por la fantasía y los arrebatos poéticos. El dulce llega al final de la comida de la misma manera que despierta la poesía una vez consumados el drama y la necesidad. El dulce hace olvidar lo que de necesario, y por lo tanto de sombrío, tiene el acto de alimentarse, nos reconcilia con la parte divina de la vida y hace florecer de nuevo en nosotros la risa. Castigo gravísimo es dejar a un niño sin dulces. Y después del dulce viene la fruta: sucesión que está llena de sentido. La poesía del dulce es demasiado intelectual, demasiado cerebral, por lo cual, liberados de esa divina locura, volvemos a la poesía más leve y tranquila de la tierra.

José Julio Perlado

imágenes- wikipedia

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