FILMAR UNA FAMILIA ( 8) : UN CORAZÓN EN EL PATIO

“No sé cómo lo vas a conseguir, hijo — me dice mi madre sentada ante la mesa de la cocina—pero me gustaría que en tu película saliera el corazón de Isabel, que lo pusieras en el centro del patio”. “¿Cómo en el centro del patio?”, le digo asombrado. Mi madre está sentada conmigo ante la mesa de la cocina, es primera hora de la mañana, estamos los dos solos, mis hermanas se han ido a trabajar, tomamos un café en dos sencillas tazas sobre el hule que nos hace de mantel. A mi me impresiona que mi madre me hable de estas cosas, que me pida de repente estas cosas, que se fíe de mí, que confíe en mí, sobre todo que me hable de la película, que crea en mí como director de cine, porque para mí eso es siempre un orgullo y una satisfacción. Ella piensa que yo puedo hacer todo en el cine, porque en el cine, me dice, es que se puede hacer de todo, tú mismo me lo has dicho muchas veces, y eso es verdad, pero nunca me había pedido nadie, y menos mi madre, y menos aún se me había ocurrido a mí poner un corazón en el centro de un patio de vecindad y sin embargo, esa imagen es muy fuerte, se me incrusta de pronto en mi mente, me atrae, no sé si será surrealismo o no, tampoco me importa, tampoco sé a qué se refiere mi madre en concreto cuando me pide todo eso, pero sé que Isabel fue la amiga íntima de mi madre durante  treinta años, su compañera de vecindad, la belleza del tercero la llamábamos en casa, treinta años las dos juntas, iban al cine o a merendar, compartían las vicisitudes de la vida hasta que ella poco a poco fue envejeciendo, se fue ajando, se cayó un día en la calle y acabó en una silla de ruedas y se dedicó a mirar una y otra vez el patio. Como veo a mi madre ahora que sigue mirándome con ojos esperanzados, me impresiono aún más. Ella espera algo de mí.


Entonces abro un cajón de la mesa de la cocina, cojo el primer papel que encuentro y me pongo a dibujar lo mejor que puedo el contorno de un corazón. Yo dibujo muy mal, no soy como Fellini que inundaba de dibujos sus guiones; yo en cambio encargo los dibujos a ilustradores, aunque en este momento ya he empezado a dibujar torpemente en un papel y de manera muy tosca los contornos de un corazón, y voy trazando como puedo, poco a poco, las arterias y las venas tal y como yo me las imagino, porque no soy médico y nunca me he fijado cómo puede ser un corazón por dentro, lo he visto por fuera, en revistas, en libros, dibujado con sus válvulas y sus conductos, y siempre me ha parecido un órgano en forma de cono, palpita siempre, es verdad, está palpitando debajo del tórax de Isabel y entre sus dos pulmones, es el corazón de la amiga de mi madre, es el homenaje que mi madre quiere hacerle a su recuerdo, yo creo que quiere seguir hablando con ella pero no sabe cómo, quiere hablarle a su corazón, pero mi imaginación, como siempre, conforme voy trazando este dibujo, se escapa a una escena que quiero filmar, y de pronto se me aparece el suelo gris metálico de nuestro patio interior,

allí donde suelen arrumbarse los cubos vacíos de basura todas las noches, y también unas rejillas metálicas, y unos tubos que están apartados a un lado y unas bicicletas antiguas apoyadas en un rincón, en fin, todo lo que puede ser un patio viejo pero ordenado. Y veo de pronto esta casa en la noche, son ahora las dos y cuarto de la mañana cuando filmo esta escena, me he levantado en pijama para rodarla, la casa está apagada, todos duermen, nuestra casa tiene seis pisos, Isabel vivía en el tercero y nosotros desde hace años  en el sexto, me asomo entonces con mi cámara en la oscuridad del patio y veo arriba un cielo azul y gris en la altura, donde están las antenas de televisión y las azoteas, se mueven las ropas tendidas en los pisos como si fueran fantasmas, y después apunto con la cámara hacia abajo, y ¡sí!, ¡ahí está!, ¡ahí está el corazón de Isabel descansando en el suelo del patio!, está desnudo, es un corazón palpitante, asciende y desciende despacio, a un ritmo continuo, yo creo que este corazón le está contestando a lo que le va diciendo mi madre desde la cama, porque con otra cámara voy filmando también a mi madre, que está en su cama con los ojos abiertos, no consigue dormir, le han despertado los latidos del corazón de su amiga que está en el patio, y entonces mi madre empieza a hablar en voz alta con ella, con ese corazón, “ el barrio, Isabel, le va diciendo mi madre, ha cambiado mucho, tú no lo reconocerías, han quitado el supermercado de siempre, donde íbamos las

dos juntas a comprar, han cerrado muchos cines y hay más mendigos en los bancos”. A la vez, filmo también en primer plano el corazón de Isabel que permanece inmóvil en el suelo, pero que ante las palabras de mi madre responde de vez en cuando con un movimiento rítmico, acompasado, como si la escuchara y se afirmara, creo que esos  movimientos

los médicos los llaman sístole y diástole, no sé si es así, pero esto es el cine, Bergman, de pronto, en “El séptimo sello” presenta a la Muerte como personaje jugando al ajedrez con Max von Sydow y lo hace con toda naturalidad, y yo presento aquí este corazón en el fondo de un patio interior dialogando con su íntima amiga, mi madre, que le habla. Es una secuencia que  me gusta, un coloquio nocturno inesperado, pero un coloquio real en medio del silencio de la noche. 

José Julio Perlado 

( del libro “carnet de un director de cine”) 

relato inédito-

 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

imágenes-wikipedia