
Tres aceitunas colgaban
de las ramas del olivo.
—Dádmelas — dice María —
para que juegue mi Niño.
—¿Qué me daréis si os regalo
mi verde fruto ceñido?
— Te daré mi prendedor, mis pendientes y mi anillo.
— Mis tres aceitunas verdes
valen más que tus zarcillos,
más que tu alfiler de cobre
y tu anillito plomizo.
— ¡Con mi polvillo de olor
tu suelo regaré, olivo!
—Mis tres olivillas tienen
oloroso zumo limpio
en recónditas entrañas
de la tierra recogido.
— Olivo, toma mis ojos;
dentro llevan pequeñitos
paisajes de sol y luna,
y pozos de llanto frío.
— ¡Por mis tres verdes olivas
poco me habéis ofrecido!
— Dios castiga la soberbia
que hubiste para conmigo.
Olivo, olivo malo,
despiadado y presumido.
Amargos como la miera
sean tus frutos, olivo.
Nazcas viejo y viejo vivas,
llorando como castigo
tristes luces amarillas
por los siglos de los siglos.
Federico Muelas- “Romance de la Virgen y el olivo”