
Recuerdo una tarde viniendo de Navarra en automóvil por una carretera mirando el cielo lejano y azul. Entrando en la provincia de Aragón los montes se tornan ásperos, rocosos, parece como si la naturaleza se pelease hasta ofrecerse descarnada. Es entonces cuando la tierra toda en el crepúsculo recuerda esas fotos de la luna que muestran la inexpresiva corteza de nuestro satélite. Hondonadas planicies, una cadena de extrañas montañas. Mi pequeño automóvil devoraba kilómetros y dejaba aquí y allá tonalidades y matices continuando su carrera por la epidermis. En vez de contemplar el paisaje miré hacia el cielo tenuemente rojizo. Fue un instante bello y profundo, más importante que lo que estaba ocurriendo bajo el techo de mi pequeño vehículo, en el secreto de un corazón que viajaba y que como el automóvil intentaba huir de sí mismo devorando kilómetros.
José Julio Perlado

imágenes-Aragón- : 1-paraje de los Monegros/ 2 bosque del Moncayo en otoño