Ahora que Grecia está de tanta actualidad, mi memoria camina hacia atrás y se sumerge en aquella noche, hace muchos años, paseando por el barrio ateniense del Pireo, iluminados todos sus muelles, derrochando luz las cornisas ante las que se balanceaban innumerables yates de recreo. El recorrido luego por el barrio de Placa, pintorescas calles empinadas, tabernas abiertas a una música lenta y melodiosa, los pasos danzarines de «Zorba el griego«: cadencias lentas y movimientos a veces más variados, más ágiles en su contorsión, sobre todo en tabernas donde lo turco y lo griego se entremezclan, aires y danzas de los hombres. Después los descensos por callejas a los acordes de la música griega con lamentos y gritos de cánticos. Un cielo oscuro cubría aquella noche de marzo una Atenas llamativa y gozosa para la música, escalones del popular barrio de Placa con luces e instrumentos que se iban alternando, subían y bajaban turistas de todos los países acunados por aquellas palmadas y compases, el chasquido de los dedos unido al alto movimiento de los brazos al girar en el aire y el andar y desandar trenzando piernas de bailarines masculinos que en camisa se dejaban llevar por la música, por el rito, por la noche, por cuanto llevaban dentro, en acordes, en tradiciones griegas que ahora mi memoria recoge.
José Julio Perlado
(Imágenes. – Dimosthenis Kapa)

