RAMÓN EN SU TORRE

 

Ramón-nhhy-Gómez de la Serna - mil novecientos cuarenta y cinco

 

«Gasto más tinta roja que nunca – escribía RAMÓN -, como si esa fuese la licuificación de la sangre, fluyendo la sinceridad humana en su propio color, en inacabable sangría (…) Para completar esta verdad del escribir, y su optimismo, comencé también a escribir en papel amarillo, pues los días nublados era muy penoso  amanecer a un nuevo día con la mesa cubierta de cuartillas blancas. Las cuartillas amarillas eran como rayos de sol, el sol que no había o que no podía salir a tomar los días de mucho trabajo», decía en «Automoribundia».

Ahora se revive en una exposición aquella atmósfera del «torreón» de Ramón, en Velázquez 4, al que el escritor se trasladaría en 1922. Julio Gómez de la Serna, hermano de Ramón, contaba las intimidades de aquel recinto: «era como un macrocosmo y un microcosmo de cosas impares y expresivas. Un auténtico Paraíso para nuestros hijos, muy pequeños entonces. Ramón no sólo mostraba, sino que dejaba que los pequeños cogieran y manejaran aquellos objetos. Desde el reclamo de perdiz que él había fijado sobre su mesa y que tenía adaptados un tubo y una pera de goma que Ramón oprimía para que ese ave diese los clásicos golpes, hasta

 

Ramón-oioo-Gómez de la Serna- Buenos Aires- mil novecientos cuarenta y siete

 

el bombero que trepaba raudo por su escala, pasando por el gato que ponía los ojos en blanco y sacaba la lengua al tirar de una cinta, o los cuatro o cinco saltamontes, abejas y golondrinas de loza portuguesa, sostenidas en las paredes y que él decía que entraron un día por la ventana frontera al Retiro; o la caja de música con su repertorio de melodías antiguas, o la muñeca rusa que contenía seis o siete, cada vez más reducidas. O la tórtola viva que revoloteaba por la habitación, posándose a veces sobre la mano de él o quitándole con el pico su monóculo sin cristal de humorista; o los peces que daban vueltas en el bocal (Ramón se proclamaba descubridor del lenguaje de los peces, que él denominó «el burbujío»); o la gruesa cuerda marinera, terminada en unos garfios, regalo de Solana, para que, en caso de incendio, pudiera mi hermano descolgarse asido a sus nudos hasta la calle».

 

Ramón-nbn-Gómez de la Serna- Buenos Aires- mil novecientos cuarenta y siete

 

(Imágenes.-1.-Ramón en 1945/ 2 y 3 – Ramón en Buenos Aires en 1947)

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