«¿Entiende usted ahora por qué jamás me aburro? – le decía Matisse a un visitante en 1941 – Durante más de cincuenta años he trabajado sin parar ni un
instante. Desde las nueve hasta el mediodía, primera sesión. Almuerzo. Luego echo una siestecita y vuelvo a coger mis pinceles a las dos de la tarde hasta la
noche. Usted no me lo va a creer. Los domingos, tengo que inventar toda clase de cuentos para las modelos. Les prometo que será la última vez que les rogaré que
vengan y posen ese día. Naturalmente les pago el doble. Finalmente, cuando siento que no están convencidas, les prometo un día libre a la semana. » Pero,
monsieur Matisse – me respondió una de ellas -, ésto ya viene pasando desde hace meses y nunca he tenido una tarde libre.» ¡Pobrecillas! No comprenden. No obstante, no puedo sacrificar mis domingos por ellas solo porque tengan novio.»
Eran aquellos domingos de 1941, fechas en las que le escribía a su hijo Pierre: «Desde hace un año he llevado a cabo un enorme esfuerzo en el dibujo. Digo esfuerzo, pero me equivoco, porque debería hablar de floración al cabo de cincuenta años de esfuerzos. Tengo que hacer lo mismo en la pintura.»
(Imágenes.-1.-Matisse en su taller- 1939.-Brassai/2.- mujer sentada- 1919.-colección privada/3.- Matisse en 1939. Brassai/4- mujer con sombrilla- 1919. – Solothun -Suiza- colección Kocher/5- Matisse 1939. Brassai/6. Matisse -Monique- 1942/ 7.-Matisse en su estudio del sur de Francia- 1948)






