Más de una vez he hablado en Mi Siglo sobre Venecia. Vuelven mis recuerdos hasta el Lido, hasta las aguas silenciosas. «A las ocho de la tarde, primera visión del Gran Canal nada más salir de la estación. Amenazaba una tormenta y el tono severo de la ciudad parecía destacar con sus colores oscuros, a veces fúnebres, reflejarse en el agua, en los palacios y en las góndolas. Venecia tiene un color serio a pesar de su abigarrada, inaudita y prodigiosa arquitectura. Blancos, negros, grises sobre Venecia. El resto de los colores, los más vivos, con alguna excepción, los aporta el turismo ‑el rojo de los toldos a orillas del canal, los farolillos amarillos de los restaurantes, el verde, el fuerte azul de los vestidos que llevan de aquí para allá americanos y europeos.
Venecia, en cambio, de modo general, es blanca, negra, gris. Estoy seguro de que alguien habrá definido ya las góndolas como ligeros ataúdes flotantes. Vacías, cabeceando entre los altos palos de las embarcaciones, aguardando a la próxima romántica pareja, aparecen extrañamente negras, como cajas de muerto labradas con esos raros dibujos sobre la madera con la que los fallecidos más famosos desean inexplicablemente viajar al cementerio. Todo esto puede dar una impresión macabra. Pero Venecia no es triste: es inexplicable, irreal, montada sobre la sorpresa y la fantasía. Cada día se asoman a su historia, en donde el recuerdo del Dux y del Consejo de los Diez vuelve a aumentar los tonos severos, hombres y mujeres que vienen en busca del pasado a navegar por unas calles abiertas en el agua, a navegar en silencio».(«Él artículo literario y periodístico«, pág 240)
(Imágenes:- 1 y 2.-Venecia.-Carlo Naya -1816-1882.-wikimedia. com/3.-góndolas bajo los puentes.-elpais. com)


