CONTEMPLAR UN PRADO

paisajes.-8822.-foto Librado Romero.-The New York TimesComo si nos tuvieran que llevar de la mano para aprender a contemplar espacios a los que no estamos acostumbrados, así muchos autores – como, por ejemplo, John Berger, del que he hablado varias veces en Mi Siglo – nos conducen en sus textos camino adelante, recordándonos – como indica un proverbio ruso – que «la vida no es un paseo campo a través«.

Sonreiríamos si nos dijeran que hay que aprender a contemplar un prado. Y sin embargo es así. Repletas las pupilas de velocidad, constantemente abiertas a tantas solicitaciones y quehaceres, el ojo ante el silencio y la mansedumbre del prado apenas se  detiene para remansar tal espacio, y si lo hace pronto pestañea, ya que el acto de la contemplación, en un mundo de celeridad utilitaria, le parece una pérdida de tiempo. Como he recogido en algún libro mío, «Santayana cuenta cómo él solía desfilar por las grandes colecciones de pintura del mundo con un amigo entendido en arte. Y cuando veía a su amigo quedarse totalmente ensimismado y extasiado ante una obra maestra, entonces (…) entonces caía de mí mi propia carga: me daba cuenta de que todos los esfuerzos de los hombres y toda la Historia, si a algo tendían, eran a ser coronados solamente en la contemplación«. («El ojo y la palabra«, pág. 167)paisajes.-7502.-por Max Liebermann.-1926.-Galerie Ludorff.-artnet

Pero John Berger en «Mirar» (Gustavo Gili) llega a algo más. «Los acontecimientos que tienen lugar en el prado (dice) – dos pájaros que se persiguen, una nube que oculta al sol cambiando así el color del verde – adquieren una significación especial porque ocurren durante los dos o tres minutos que estoy obligado a esperar. Es como si esos minutos llenaran una zona del tiempo que encaja perfectamente en la zona espacial del prado. El espacio y el tiempo se unen (…) Nosotros relacionamos los acontecimientos que hemos visto y todavía estamos viendo en el prado. Éste no solamente los enmarca, sino que también los contiene. (…) Empecé refiriendome al prado como un espacio a la espera de acontecimientos; ahora hablo de él como un acontecimiento en sí mismo«.

Berger nos anima a contemplar el prado sin acontecimientos que lo crucen, a contemplar el cielo sin el menor rasgo de una estrella fugaz. No esperemos relato alguno porque ése es el relato. Cielo y prado en sí son los acontecimientos supremos. Es en esa superficie inmóvil y bellísima donde debe encontrar el ojo su descanso.

(Imágenes:- 1.-foto de Librado Romero.-The New York Times/ 2.-paisaje.-por Max Liebermann.-1926.-Galerie Ludorff.-artnet)