ÚLTIMO DÍA DE VERANO

Era un suspiro lánguido y sonoro

la voz del mar aquella tarde…El día,

no queriendo morir, con garras de oro

de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,

y el sol, al fin, como en soberbio lecho,

hundió en las olas la dorada frente,

en una brasa cárdena deshecho.

Manuel Machado: «Ocaso»