
“La poesía no me ha sido de gran ayuda en mi carrera bancaria; en cambio, mi trabajo en banca me ha permitido escribir mis poemas. Por la noche, no tenía el espíritu envenenado del trabajo del día y podía llevar adelante dos vidas intelectuales distintas — decía el gran poeta inglés T. S. Eliot—. El trabajo en banca — confesaba también a sus amigos— es el más interesante del mundo. Es tranquilo y me permite vivir en Londres, continuar mis trabajos y ver a los amigos: el banco es acogedor y estimulante.

A mi me ha resultado muy útil ejercer otras actividades, como trabajar en un banco o incluso ser editor. Y creo también que el hecho de no disponer de todo el tiempo que querría me lleva a concentrarme. Quiero decir que me ha impedido escribir demasiado. Por lo general, el peligro de no tener nada más que hacer es que uno se ponga a escribir demasiado en vez de concentrarse en una producción más pequeña y perfeccionarla. Al menos ése sería el peligro para mí.
Escribí buena parte de mi obra de teatro ”El viejo estadista”, con lápiz y papel, sin pulir nada. Luego lo pasé yo mismo a máquina antes de dársela a leer a mi mujer. Cuando paso a máquina yo, introduzco cambios bastante considerables. Aunque tanto da que escriba a mano o a máquina, cualquier composición un poco larga, como una obra de teatro, me exige una rutina horaria, por ejemplo de diez a una. He descubierto que tres horas al día es lo máximo que puedo dedicar a la composición en sí. Después quizá pulo algunos detalles. Al principio me encontraba con que a veces quería seguir escribiendo un rato más, pero cuando al día siguiente veía el resultado comprobaba que lo escrito tras esas primeras horas nunca era satisfactorio. Es mucho mejor parar y ponerse a pensar en otra cosa completamente distinta.”
