LA LUNA Y LA CIENCIA FICCIÓN

 

 

Ahora que se recuerdan los cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna y en donde se demuestra  que no todo era ciencia ficción, la voz de Ray Bradbury nos evoca este género tan apasionado y apasionante para muchos. “Julio Vernedecía Bradbury —fue uno de los primeros autores en observar las nuevas máquinas a medida que iban apareciendo, y en imaginarles increíbles empleos. Una noche se elevó sobre París en el globo volador más grande de su época y allí cenó y vació varias botellas de vino en compañía de sus amigas. De esta forma, constituyó un juego para él :  narrar viajes y empresas maravillosas tanto por mar como por el cielo. Nosotros, como hijos de la edad moderna, hacemos exactamente lo mismo. Verne es  abuelo nuestro.

Wells es más importante que Orwell. Wells fue  mucho más sugestivo, tanto en sus libros  como en el cine. La película “Things to come” es un film de 1936 que a muchos nos ha inducido  a ocuparnos de las aventuras en el espacio y la conquista de la Luna.  Aquel espectáculo influyó en mi vida de una manera determinante. Cuando vi la película tenía quince años y quedé asombrado.

 

 

La razón del éxito de estas historias, como “Encuentros en la tercera fase”,  debemos buscarla en las misiones Apolo, en los alunizajes, en las sondas llegadas a Marte y en la constatación de que al fin y al cabo los autores de estas fábulas con presupuestos científicos, no estamos locos. Puede, eso sí, que seamos soñadores; pero muy prácticos al mismo tiempo. Ya no nos toman por chiflados.

Las cosas profetizadas por la ciencia ficción son muchísimas. Los rayos láser. Hemos pisado la Luna y exploramos Marte. En nuestras narraciones ya habíamos descrito los cerebros electrónicos. Y también la bomba atómica.

Yo estoy seguro de que existirán colonias espaciales de las cuales el hombre partirá a la captura de asteroides y la extracción de metales y minerales. Colonizaremos la Luna, después Marte y después, dentro de cien años, saldremos de nuestro sistema solar e iremos hacia las estrellas, como Alfa Centauro. Dentro de los próximos quinientos años viviremos en planetas distantes cinco, seis, siete u ocho años luz de nosotros.”

 

 

(Imágenes-1- Shannon Stamey– study incontrast/ 2- Lisa Falzon/ 3- Charlie Riedel)

CINE Y LITERATURA

«El murmullo de la contemplación le hacía decir a Sábato con sus problemas de vista:» Cuando me leen un fragmento de Los hermanos Karamasov se produce en mí como una vibración física, corporal. Algo que me atraviesa y corre por mi sangre. Pienso que se debe a que la literatura no ha sido para mí una actividad separada de la vida (…) Debería pensarse en esto ahora que la literatura y el arte en general están tan desacralizados. Debería pensarse seriamente el valor que tienen en la vida del hombre las grandes narraciones». Las conflictivas relaciones entre Dmitri, Ivan, Smerdjakov y el adolescente Alëša, los diálogos, las confidencias, las confesiones de los espíritus enfrentados de los Karamasov no pueden liquidarse con esa frase sintética de muchas gentes al concluir un vídeo: “Ya lo he visto”, dicen. Y no volverán a él nunca más. Lo han visto resumidamente, pero es muy probable que no lo hayan contemplado, no se han adentrado, no ya en las descripciones decimonónicas de las habitaciones, sino en los matices de las tormentas humanas. “Ya he visto El Gatopardo, “ya he visto La muerte en Venecia”, “ya he visto El doctor Zhivago. Son visiones (a veces excelsas, a veces incluso superiores a las de las obra literarias, a veces no), pero visiones que únicamente recorren la cinta del lenguaje fílmico, el tratamiento del cine, y que deberían completarse con la lectura. La elegante suntuosidad del estilo de Lampedusa, la finura de composición de Thomas Mann, las poesías de Pasternak que Yuri Zhivago dedica a Lara quedan sin contemplación y sin goce, no se asoma el ojo humano para seguir los rasgos de la pluma del escritor, no se aprende a observar literariamente ni a contar historias (además de en la pantalla) sobre el papel, no se demora uno disfrutando con los pliegues de los párrafos, de los diálogos y de las palabras.

Y si nos vamos a la construcción de ciertas escenas literarias que no han sido llevadas al cine y que no han sido transformadas por el movimiento de la cámara, descubriremos en algunos libros hallazgos llenos de matices y (bajo la apariencia de su naturalidad) toda la dificultad y el dominio que supone escribirlos.

Así ocurre, por ejemplo, entre muchos otros, con el relato «En la linde de los árboles (Alianza) del escritor austriaco Thomas Bernhard en el que, en diversos planos, cuenta cómo alguien que está escribiendo una carta a su novia cuenta a la vez lo que está viendo en esos momentos en la sala de la hospedería en la que escribe, y mientras describe lo que ve, piensa en lo que está escribiendo, y (a la vez que piensa), escribe y mira. Y todo eso casi simultáneamente, todo hábilmente entrelazado:

    » Al entrar en la sala [está hablando de una pareja que ha entrado en la hospedería] no me habían visto al principio, pero luego, como vi, se sobresaltaron al verme y me saludaron con la cabeza, pero no volvieron a mirarme. Yo acababa de empezar a escribir una carta a mi novia: que era más sensato, escribí, esperar todavía un poco en casa de sus padres, hasta que yo me hubiera aclimatado en Mühlbach; sólo cuando hubiera conseguido fuera de la hospedería, “posiblemente en Tenneck”, escribí, dos habitaciones para nosotros, debía venir ella. Ella me había escrito en su última carta, prescindiendo de las acusaciones contra sus padres, carentes de comprensión, que tenía miedo de Mühlbach, y yo le respondí que su miedo era infundado. Su estado, decía ella, se había vuelto tan enfermizo, que tenía miedo de todo.»

     “Al fin y al cabo hay tres hospederías en Mühlbach”, escribí, pero es imprudente escribir eso, pensé, y taché la frase, tratando de hacerla ilegible, y decidí por fin escribir por tercera vez toda la carta. (En los últimos tiempos escribo todas mis cartas tres o cuatro o cinco veces, siempre para contrarrestar mi excitación mientras escribo una carta, tanto en relación con lo que escribo como con mis pensamientos.) La gendarmería era una buena base para los dos, estaba escribiendo precisamente de mi aumento de sueldo, de unos ejercicios de tiro que se harían a finales de otoño en Wels, cuando los dos, curiosamente la muchacha primero y detrás de ella el joven, entraron en la sala; de la mujer del inspector que estaba enferma del pulmón y perdida, y procedía de la Cilli eslovena. Seguía escribiendo, pero me daba cuenta de que tampoco podría enviar esa carta, los dos jóvenes atrajeron desde el primer instante mi atención; comprobé una falta de concentración súbita y completa por mi parte en relación con la carta y con mi novia, pero seguí escribiendo disparates para poder observar mejor a los dos forasteros fingiendo que escribía. Me resultaba agradable ver de pronto rostros nuevos, en esta época del año, como ahora sé, no vienen nunca forasteros a Mühlbach, y por eso era tanto más extraña la aparición de los dos, de los que supuse que él era artesano y ella estudiante, los dos de Carintia. Luego, sin embargo, me di cuenta de que los dos hablaban un dialecto de la Estiria. Recordé una visita a mi primo estirio, que vive en Kapfenberg, y supe que los dos eran de la Estiria, así hablan allí (…)».

Como se ve, hay aquí toda una serie de movimientos en la escena que una cámara cinematográfica relataría con esfuerzo y sin duda con habilidad, pero esta vez la pericia del lenguaje literario no es ni mejor ni peor, sino distinta y al seguir esos movimientos de la pluma del escritor, esos vaivenes entre la interioridad y lo externo, entre los pensamientos y las acciones, se adquiere sin duda un aprendizaje de cómo dominar bien los resortes de una narración. Cómo intentar ceñir con el estilo todos los planos de una situación».

(J. J. Perlado » El ojo y la palabra», págs 167- 170)

(pequeña evocación cuando aparecen en castellano las Cartas de Thomas Bernhard a su editor)

(Imágenes: 1.-Claudia Cardinale en «El Gatopardo» de Visconti -1963/ 2.-Pasternak en Peredelkino.-1958.-Cornell Capa/ 3.–Thomas Bernhard/ 4.- «El proceso» de Kafka, película de Orson Welles/ 5.- Anthony Hopkins y Emma Thompson en «Lo que queda del día», basada en la novela de Kazuo Ishiguro)