LOS PÁJAROS Y EL MAR

 

“Saben todos que me agrada profundamente el mar. No desdeño la montaña, pero el mar es siempre para mí, sosiego y abandono. Es mundo desierto; arena blanca contra cuerpos tostados. El cielo negro, largas espumas blancas cuyas crestas se acercan, y de lo hondo, avanza su bramido: espuma y oscuridad; tenue descenso de la gran ola suave, curvada, que cabalga en vaivén…y que luego, tras haber asustado, se hace humilde, mansa, plana… deja que rizos de su ímpetu antiguo, se deslicen ahora igual que sedas… El gran Océano…, a los pies de la orilla… y las aves —millares de ojos entre alas —en gaviotas de nubes… estallido blanco y ruidoso…, golondrinas de mar, rayadores…,el avefría… recias y leves plumas, tan ligeras y sólidas, rígidas y dúctiles… pluma remera de tieso cañón y frágil ligereza en el extremo… flexible a todo movimiento, firme y suave…: ojos que miran esos ojos agudos de las aves…—alas de gruesa delantera y afilada y estrecha extremidad —, alas planas o cóncavas en su parte inferior…, para redondearse en su superficie y —en la zona suprema — poder deslizarse mejor entre los vientos…

 

Aves que nadan en los mares.., como los albatros…, alcatraces…; golondrinas de patas diminutas, que intentan caminar con sus pequeños pies…Pelícanos…, piqueros que se hunden torpemente en el mar para buscar su presa ( y saben respirar y aguantar el tiempo justo para surgir con rapidez)…, mientras el águila pescadora, ni se molesta: veloz, toma sus presas a flor de agua, apenas sin tocarla. El mar…—huir de apretadas multitudes —, (como huiría de esos apiñamientos de color de roca que funden bandadas enormes de corre molinos en las costas inglesas… o de la concentración de araos anidando por miles sobre peñascos)… blancas plumas de playa tan repletas e inmóviles bajo el sol…centelleantes luminarias de piqueros por millares, anidando allí, en la isla peruana de Guañape, sin importarles las frías costas áridas de la zona, mientras el mar toma un color de cinc, y un silencio en la hondura más densa va helando, poco a poco, las azules manchas de las brumas…”

José Julio Perlado —“Contramuerte”

(Imágenes—1-Jeremy Deller -2014/ 2-Walter Leistikov/ 3-John Wohrff)

VIAJES POR EL MUNDO (15) : CONSTANTINOPLA

 

 

“Sin duda habrá oído usted hablar – le cuenta el escritor polaco Jean Potocki a su madre en el siglo XVlll – del cuidado que en Constantinopla se tiene con los perros y los gatos que pueblan las calles de esta ciudad. Pero esos animales no son los únicos que tienen derecho a la generosidad de los turcos. Un infinito número de tórtolas y palomas torcaces que viven libremente bajo los tejados, se acercan a las barcas cargadas de grano y parecen exigir con altivez su derecho, que por lo general se fija en una medida por barcaza.

 

 

Las aves acuáticas, de las que está cubierto el canal, apenas se apartan cuando el remo está a punto de tocarlas, y sus nidos son respetados, incluso por los niños que, en cualquier otra parte, serían sus enemigos naturales. En fin, la mutua confianza restablecida entre el hombre y los animales parece, de vez en cuando, devolver al observador a la infancia de la naturaleza; pero sin duda lo que acabará conquistándola en favor de los turcos, es su respeto por los árboles; cortarlos es un crimen enorme, que hace murmurar a todo el vecindario, de modo que nada hay que no se haga para evitarlo. He visto a menudo tiendas levantadas alrededor de un gran plátano que salía por encima del tejado y lo cubría con su follaje, o muros atravesados por una rama que no habían podido decidirse a cortar. Los viejos árboles están en su mayoría rodeados por una terraza que sirve para contener sus raíces. Los jóvenes tienen un abrigo de estera, y todo ello en terrenos que no pertenecen a nadie.”

 

 

(Imágenes-1- Walter Leistikow/ 2- Lesser Ury- 1909/ 3- Gustav Klimt- detalle del árbol de la vida – 1909)

EL VUELO DE LAS GAVIOTAS

 

 

«El vuelo de las gaviotas no conoce esta ciudad desierta, despojada de ruidos, donde los ascensores duermen paralizados, los edificios han sido vaciados, se han apagado móviles y ordenadores, una brecha de soledad señala dónde estuvo una vez el tráfico, aquella orquestación desafinada de motores y prisas, aquel ir y venir de la polución, avenidas de gases, conversaciones, discusiones, preocupaciones, el vuelo de las gaviotas pasa ahora suavemente sobre las rocas y deja embobados a los que han llegado hasta aquí, al borde de los arrecifes coralinos, donde crustáceos y peces del mar tienen su tiempo de silencio, silencio distinto al de las ciudades vacías, la cáscara de los edificios ha ido volcando en el aire timbrazos, irritaciones y gestos, aquella aceleración por los pasillos, parpadeo de pantallas, gestiones, aglomeraciones, infartos de empresas, el vuelo de las gaviotas pasa una y otra vez por los dibujos de colores de los peces mariposa, por las manchas anaranjadas de los corales, el vuelo de las gaviotas no conocerá nunca la dureza de estas aceras solitarias, el desierto de las plazas en las capitales, los jóvenes árboles solteros, los viejos árboles viudos. Hay un silencio por todos estos despachos donde se crisparon conversaciones y se cruzaron órdenes, donde creció la espiga de la envidia y la ambición. El vuelo de las gaviotas pasa ahora lentamente sobre el cangrejo rosáceo  y sobre la aleta transparente del pez azul».

José Julio Perlado

 

 

(Imágenes.- 1.-Peter  Jones/ 2.-Walter Leistikow)