CONTEMPLAR LA LUNA

 

 

«Años después, cuantas veces se sentaría por las noches Hisae a contemplar la luna en la primera y pequeña casa que logró al fin adquirir cerca de la villa imperial de Katsura, no lejos de Kyoto – una casa muy modesta, conseguida gracias a sus ahorros por las clases, la casa que sería su primer hogar- , aún permanecía vivo el recuerdo de la cabaña del Fuji donde ella había vivido su personal transformación. Observaba en silencio la noche desde la terraza de aquella casa y repasaba un antiguo poema que era uno de sus favoritos, un poema del período Heian: «No debes recordar el pasado frente a la claridad de la luna – decía el poema -. Estropeará el color de tu rostro y quitará años a tu vida». Y sin embargo Hisae se quedaba mirando a la luna con miraba imperturbable, como si ella fuera su gran atracción. En ciertas ocasiones se sentaba a contemplar la luna de la cosecha de otoño y en otras la luna de primavera, pero en cualquiera de aquellos momentos, fuera cual fuera la estación, preparaba horas antes con gran cuidado la pequeña plataforma de la veranda tal y como si fuera un escenario teatral en la larga galería de madera que ella también cuidaba al máximo. Sentada allí recordaba las palabras de Sei Shônagon tantas veces leídas en «El libro de la almohada» : » cuando yo contemplo el claro de luna pienso en aquellos que están lejos, y no existe otro momento en el que me acuerde tanto y tan bien de las cosas del pasado: de las cosas tristes, de las alegres y de aquellas que encuentro agradables». La luna se acercaba poco a poco hasta la veranda e iba penetrando en el espacio interior y exterior de la terraza, la luna traspasaba también lo exterior y lo interior de Hisae, y a través de su resplandor iluminado tocaba cada una de las habitaciones, penetraba por las persianas de caña hasta la cocina y llegaba hasta el fondo del baño rozando las cortezas de naranja que aromaban el agua».

José Julio Perlado – (del libro «Una dama japonesa»)- (relato inédito)

 

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(Imágenes – 1-  Hasui Kawase/ 2- Shiro Kasamatsu-1934)

CLASES EN LOS JARDINES

Japón-cddv-jardín de la villa imperial de Katsura

 

«Después Hisae les siguió comentando muchas más cosas del pasado. Con la mano les iba señalando el agua a los niños como si fuese una pizarra y a la vez ella la iba borrando con los dedos. Les habló de los colores y de los vestidos antiguos y de cómo los colores antiguos teñían los vestidos. “Os he hablado antes del otoño ‑les dijo‑. Pero el otoño tiene también el color del crisantemo, que es el que yo llevo ahora en este kimono de espigas marrones y que el tiempo ha espolvoreado para mí. ¿Lo veis bien? También estos son colores del otoño, espigas y florecillas grises y negras, grises estrellados en mis mangas.

 

pájaros.- 667hh.- japón.- Ito Jakuchu

 

Les explicó que cada estación tiene su color especial y que ese color va enseguida a los vestidos y que uno va vestido continuamente de estaciones hasta fundirse con el paisaje. Los niños apenas parpadeaban mirando siempre al agua. De vez en cuando levantaba uno la cabeza y observaba a Hisae a hurtadillas pero Hisae le hacía volver a fijarse en el lago porque todos estaban en clase ‑les decía‑ y en clase había que atender muy bien.

 

Japón- vveen Jardín.- Honami Koetsu- mil seiscientos quince

 

 

De esta forma Hisae entretenía muchas tardes a los niños. Luego, al acabar, los hacía levantar del suelo, los apartaba del lago dorado y los llevaba hasta las rocas. “Esto se llama  la isla de las tortugas”- les iba enseñando -, y los niños reían a carcajadas. Nadie veía tortugas por ningún lado, tan sólo un conjunto de piedras. Los niños se subían a jugar a las rocas con sus vestidos de lapislázuli y de púrpura. Alguno, como Ayako Shiotani, con su pequeño traje color mármol y dibujos de añil, destacaba entre todos. Años después, cuando Ayako Shiotani se dedicó al ejercicio de la poesía y publicó poemas sobre la levedad y la fragilidad de la vida, recordaría muy bien aquellas clases de Hisae al aire libre. “Ella nos enseñaba ‑escribió emocionado en sus “Memorias”‑ los rostros de las rocas y aquella tortuga de piedras en aquellas tardes junto al lago siempre la he tenido en mi cabeza. Hisae la llamaba isla pero no era una isla; el musgo era el que representaba el mar.”

 

estaciones.-3r6.-árboles.-Singer Botanica Magnifica.-cortesia de Jonathan Singer.-planta en la ciudad de Saitama, en Japón.

 

Otro de aquellos niños, Eikoh Sumiya, que con el tiempo llegaría a ser un gran compositor, tampoco olvidó nunca ni las lecciones de historia en el espejo del lago ni una pequeña cascada formada por tres escalones de granito en los que él se sentó muchas tardes a escuchar. “Allí aprendí ‑confesó en sus dispersos recuerdos ‑ a componer la sugerencia, a descubrirla. Al ver que por aquella cascada de piedra no corría ni una gota de agua pero que los escalones sugerían todo el ruido imponente de una cascada auténtica, descubrí de pronto mi vocación de músico, mi amor por la música. Se me abrió para siempre la inspiración.”

José Julio Perlado.- (del libro «Una dama japonesa«)  (relato inédito)

 

mujer.-765.-japón.-foto de Kokon sobre una exposición de fotografías de Pierre Gonnord

 
(Imágenes.- 1.-jardín imperial de Katsura/2.- Ito Kakuchu/ 3.-Honami Koetsu.-1615/4.-cortesía de Jonathan Singer/ 5.-exposición de fotografías de Pierre Gonnord)