HABITACIONES DEL SUEÑO

“Abrió la puerta del sueño y ya se fue encontrando con las aves, las plumas, los erizos, los olores, los pozos, el hablar de las mariposas mezclado con elefantes pesados, las violetas de lava, los mil pies distintos, hormigas, volcanes de nubes, himalayas de libros, el vuelo de pájaros exóticos, aquello que su ojo no veía nunca por las mañanas ni su oído oía por las tardes, y nadie podía imaginar que ahora, en plena noche, recorriendo el pasillo, tuviera que ir pisando bosques de agua y conversaciones revividas y perdidas, los viajes con familia bajo las estrellas, ciudades huyendo de las ventanillas, campanarios abandonados, y de repente, pensando en todo esto, tropezó sin querer con un mueble que se había atravesado en el sueño, un mueble de caoba, una pequeña consola francesa sostenida por cuatro patas de bronce decoradas con sarmientos y máscaras de faunos, y allí vio apoyada la blanca mano de Angélica y a su lado la mano de Tancredi antes de que iniciaran el vals en el salón de Donnafugata, vals y vaivén de la falda abombada de ella bajo las lámparas, y tuvo entonces que apartarse para dejar pasar aquel vuelo alegre bajo el techo de rosetones, y se sentó para verlos bailar desde la esquina de un sofá y allí estuvo largo rato mirando y contemplando los giros de la música y los dedos de la mano de Tancredi tocando el aire y el campo de florecillas de la falda de ella que se desparramaban por los muebles. Hasta que decidió levantarse y pasar a la siguiente habitación de la que tanto le habían hablado porque decían que era una habitación vacía con sólo un abanico en el suelo, y efectivamente así era, nada más abrir la puerta, allí se encontró el abanico medio caído hacia un lado, aquel abanico que había sido de su madre cuando ella conoció a su padre muy joven en el teatro de palcos dorados y donde había dejado caer a propósito el abanico de tela blanca para que su padre lo recogiese y la conociese, y enseguida vio el cuerpo de su madre tendido en el suelo, no lejos del abanico, su madre con los ojos cerrados, vestida con un elegante chal azul de noche, el corazón rojo y desnudo palpitando encima del chal, el cuello de su madre adornado de perlas, el cabello rubio recién peinado, los labios rosados, los brazos desvaídos, uno de los brazos intentaba llegar al abanico pero no podía, la enfermedad le impedía recoger aquel recuerdo, y entonces vio que el abanico se erguía y se abría y se iba acercando a ella, y la tela del abanico de repente se desplegó y el abanico comenzó su vaivén en las mejillas de su madre para reanimarla sin conseguirlo. Aunque en la tercera habitación, sin embargo, nada más abrir la puerta, lo que le deslumbró fue la luz. Una luz blanca que venía de las ventanas de las casas, casas blancas, piedras y matorrales blancos, una arenilla blanca que sus zapatillas iban pisando, arenilla de luz, de serenidad y de alegría, las suelas blancas de sus zapatillas se curvaban a cada descubrimiento y lo que descubría era la cinta de la luz, la cinta de la vida.”

José Julio Perlado

(relato inédito)

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

(Imagen- Turner- 1843)

CONTRA LAS NATURALEZAS MUERTAS

pájaros.- 4dt66.- John James Audubon

«He visto una luz posada sobre la línea en que respira un pájaro

y he visto al niño cuya palabra azul nombra el canto en cuya respiración

lo que dibujo es pájaro de Persia, pájaro de piedra, pájaro de Perse.

He visto a los pájaros que emigran,

a los pájaros de tinta que salen de los túneles y vuelan al papel del cielo,

y allí a semejanza de su voz permanecen en el entorno de los ángeles.

animales.-uubbbggy.-pájaros.- Roelandt Svery.-detallle de El Paraíso.-1618

He visto pájaros conmovidos por la irrealidad del blanco

entrar en los papeles del invierno donde vive la tempestad de Turner.

Y he visto en lo que he visto la misericordia real de lo imaginario,

pájaros dibujados por la mano zurda de los naturalistas,

pájaros rojos

descendiendo sobre el trigal de los concilios, pájaros de las limosnas

y pájaros de la importancia sobre los grandes silencios de la duración.

pájaros.- Edward Julio Detmold.- 1917

He visto pájaros en los lienzos donde permanecen para siempre los gritos,

pájaros de Munch, en las barandillas de la cabeza de Edward,

pájaros de Goya en la madrugada de los fusilados

donde ladran sus lámparas heridas los perros de la consolación.

En todo lo que he visto me han visto los pájaros, en Versailles

los pájaros que a Versailles llevan una gota de ámbar antiguo,

los diminutos pájaros de las constelaciones que encienden fogatas

en las islas de Patinir, los que beben las gotas de brea en las alambradas

y hacen florecer el laurel de las interrogaciones en los jardines de Klee.

animales.-45vvb.-pájaros.-Philipp Dornbierer.-grafiti.-cartel de la exposición Graftk 12 en Zurich

He visto a esos pájaros, he pintado esos pájaros hasta adentrarlos en mí,

hasta anidarme con ellos en los espacios futuros de lo que ha de ser verdadero.

He visto lo que nunca se sabe de un pájaro, el mapa que llevan en el pecho,

el silabario de las conversaciones entre los muertos y las estrellas,

he visto a todos los pájaros del universo sobre el tejado de albahaca de las sinagogas,

a los pájaros durmientes que brotan de violín de nieve de Chagall.

animales.-56hhn.-pájaros.-John James Audubon

He pintado esos pájaros, les he puesto saliva de Ana Karenina para que respiren en el amor,

les he dado migas de linterna para que busquen a Mandelstam.

La necesidad de los pájaros cruza cada mañana el horizonte de mis bastidores,

van hacia la Meca a teñir de amarillo las alcobas de la tiniebla,

cruzan las estepas de Mongolia con una pestaña de caballo en el pico.

animales.-9hhtub.-pájaros.-Louis le Brocquy.-1984

Los pájaros que he visto viven en los lienzos de lino, traen semillas de violetas

en el corazón, guían de regreso a la felicidad los trenes con destino a Liberia.

Los pájaros que digo dicen palabras al oído, van a Pekín y se acuestan con el emperador.,

van a Roma y escriben los epitafios de quienes no han nacido para morir.

pájaros.-77vvii.-Arlene Slavin.-1979.-artnet

He visto pájaros en el Louvre y he visto pájaros en la aldea donde nació mi padre,

pájaros zen y pájaros sufís, pájaros sobre la cruz de Tapies

y solitarios pájaros destinados a la salvación por San Juan de la Cruz.

animales.-998n.-pájaros.-Seitei Watanabe- 1851.1918

He pintado abismos, esferas, laberintos, he dibujado seres y consultado manchas,

he visto lo que he visto: adiós naturalezas muertas, bienvenidos pájaros.»

Alexandra Domínguez.– «Contra las naturalezas muertas»

animales.-tybhh.-pájaros.-primavera.-Helen M Turner

(Imágenes.- 1.- John James Audubon/ 2.-Roelant Savery.— detalle de «El Paraíso»- 1618/ 3.- Edward Julio Detmold.- 1917/ 4.- Philipp Dormbierer./ 5.- John James Audubon/ 6.- Louis Le Brocquy.- 1984/ 7- Arlene Slavin.-/ 8.-Shotei Watanade./ 9.- Helen M Turner.– The Atheneum)

SAINT -LAZARE


Como apenas leves polillas – semejantes a las que el 3 de mayo de 1927 entraron en el cuarto de Vanessa Bell y que ella describió a Virginia Woolf en una carta – y que luego serían el germen o idea para la escritora en su novela «Las olas» : («lo que me cuentas sobre las polillas– contestó la escritora cinco días después – me fascina de tal modo, que voy a escribir una historia sobre ellas«) -, así acaba de descubrirse que ocurre en la atmósfera con ese diminuto polvo que suele cabecear transparente y brillante, sobre todo en primavera, y que formando pequeños grumos va y viene sobre nosotros como poso de tiempo. Son hilos sueltos, que sin duda quedaron desgajados de conversaciones anteriores, letras y sílabas de otras épocas, en ocasiones – muy pocas – palabras enteras, muy raramente algún trozo de diálogo que quedó flotando y que ahora vuelve y entra por la ventana igual que las polillas o avanza dubitativo y nebuloso como fleco fantasmal en los jardines, tiempo pasado, o mejor, ecos del tiempo pasado, aquello que se dijo y que se creyó olvidado pensando que las palabras se las llevaba el aire y que nunca el aire las devolvía.

Ahora se ha descubierto que eso existe. No digamos ya en las habitaciones donde se sucedieron las vidas y coloquios de las gentes, sino también en el exterior, en las calles, en Madrid, en Nueva York, en Londres o en París. Muchas de las cosas que se hablaron y muchos gestos que se hicieron hace muchos años retornan ahora impensadamente, vuelan encima de nosotros y navegan blandamente en el aire recordándonos todo lo que significaron y lo que fueron.

El último hallazgo sobre todo esto ha ocurrido en París. Desde hace años, en varios lugares de la estación de Saint-Lazare, las palabras de Claude Monet montando su caballete en enero de 1877, nos hacen revivir la vieja estampa del vapor irisado dando vueltas por encima de las máquinas y las altas fachadas de las casas al fondo. «¡La Saint-Lazare! – se puede oir hoy perfectamente la voz de Monet – La pintaré mientras los trenes entran y salen, en medio de un humo tan espeso que apenas se pueda ver nada. Es una visión fascinante, un auténtico sueño. Les pediré que retrasen el tren de Rúan media hora. La luz será mejor entonces». Se sabe, como dice Sue Roe en «Vida privada de los impresionistas» (Turner), que Monet se vistió ese día de enero con sus mejores galas, se ahuecó los encajes de los puños, y así le vemos venir ahora con su bastón de mango dorado, rumbo a las oficinas de los Ferrocarriles del Oeste. Modestamente presenta al conserje su tarjeta: «el pintor Claude Monet«. Luego oimos de nuevo la voz de Monet hablando con el jefe de estación: «He decidido – le dice– pintar su estación. Durante cierto tiempo, he estado dudando entre ésta y la Gare du Nord, pero creo que la suya tiene más carácter». Entonces, tras concedérsele el permiso, se detienen todos los trenes y se despejan los andenes. En las máquinas se acumula el carbón para que suelte la mayor cantidad de humo posible y Monet – podemos verle muy bien ahora desde distintos sitios- se dedica a componer esa serie de cuadros que le harán célebre.
De Monet, que manifestó a un joven pintor que habría deseado nacer ciego y recuperar repentinamente la vista para no saber nada de los objetos y hallarse en estado virgen ante las apariencias, oiremos también perfectamente su voz en Saint- Lazare cuando diga mirando lo que va a pintar: «En el momento de la salida de los trenes, el humo de las locomotoras es tan denso que casi no se distingue nada. Es maravilloso, una verdadera fantasmagoría».
No es el tren de Turner en su famoso «Lluvia, vapor, velocidad «, no es el tren de la imaginación el que entra en el ojo de Monet, es el tren de la experiencia, que todos podemos ver llegando a la estación mientras nos envuelve el tiempo con estas diminutas y fugaces polillas.
(Fotos: Monet: «La Estación Saint-Lazare» 1877; «Claude Monet con la paleta» por Renoir, 1875 -Louvre.-pucmm-edu.do)