AQUELLA ÉPOCA

ciudades,.rtyv,.Turín.- 1955.-Riccardo Moncalvo

«Historiadores de aquella época fueron guardando en sus escritos estampas de una sociedad que, una vez más, quería romper con todo lo anterior, en ocasiones quebrándolo con más furia, como si a cada embite de destrucción, las fuerzas cobraran más impulso. Así, uno de los grandes dioses de aquellos años parecía ser el bienestar, devoción que cada generación había tenido, pero que ahora se erguía obsesionante y en tal forma, que su representación podía imaginarse sin final y sin fondo, aborbiendo cada avance a tal velocidad que ningún logro la saciara. Las gentes se habían acostumbrado a mejorar tanto sus comodidades, que no transcurría invierno ni verano en que un nuevo hallazgo no dejara caduco todo lo anterior. Así podían decir cuantos lo observaban, que pocas veces en el curso de la historia, el ritmo de transformaciones había adquirido mayor celeridad que en ese tiempo. Cincuenta años antes, las comunicaciones en el espacio no habían sido desveladas con la rapidez asombrosa que entonces se mostraba; y algo muy

vida corriente.-5ggyy.-August Macke.- mujer ante una vidriera luminosa.- Museo Sprengel.- Hannover

similar podía encontrarse en los campos, con la modificación permanente de las máquinas o en las ciudades, y entre naciones y continentes con el trazo vertiginoso en el aire y en las ondas: todo en fin, sirviendo a la comodidad del hombre, pero estando el hombre a su servicio. Porque en tal tiempo, más quizá que en ningún otro, aquello que muchos seres se habían esforzado en desvirtuar para crear su época, estaba desvirtuándose en otro sentido que se les escapaba y sin lograr ellos detenerlo; lo que creían dominado les dominaba, y muchas trabas que pensaban haber desatado les ataban cada vez más hasta inmovilizarlos conforme se movían: esclavos pendientes de las cosas, urdían cada jornada una mejora más para ser dueños y libres, no cayendo en la cuenta de haber retrocedido en su libertad, avanzando en cambio en esclavitud.»

JJPerlado. «Contramuerte».– pág 22

(Imágenes:- 1.-Riccardo Moncalvo.-Turin.- 1955/ 2.-August Macke.- mujer ante vidriera luminosa.-Museo Sprengel- Hannover)

CESARE PAVESE

Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Cesare Pavese , nacido el 9 de septiembre de 1908 en Santo Stefano Belbo, y releo aquella entrevista  que el escritor italiano  quiso conceder a  la RAI en junio de 1950, dos meses antes de morir en Turín.

«Traducir – dijo entonces Pavese -, hablo por experiencia, enseña cómo no se debe escribir; me hace sentir a cada paso de qué modo una diversa sensibilidad y cultura ha sido expresada en un determinado estilo, y me esfuerzo por hacer que este estilo esté curado de toda tentación que pudiese quedar alimentada por algo mío. Al concluir un intenso periodo de traducciones – Anderson, Joyce, Dos Passos, Faulkner, Gertrude Steinyo sabía exactamente cuáles eran los modulos y las maneras literarias que no me eran consentidas, es decir, que me resultaban extrañas, que me dejaban frío».

«En una época como la nuestra en la cual quien sabe escribir parece que no tenga nada que decir y quien comienza a tener algo que decir aún no sabe escribir, la única posición digna de quien al menos se siente vivo y hombre entre los hombres me parece ésta: enseñar a las masas futuras, que tengan necesidad, una lección de cómo la caótica y cotidiana realidad nuestra únicamente puede ser transformada por el pensamiento y la fantasía».

«Pavese no se preocupa de «crear personajes» – continuó diciendo el propio escritor hablando de sí mismo -. Los personajes simplemente le sirven para construir fábulas intelectuales. He aquí por qué Pavese, con razón, retiene los «Diálogos con Leucó « como su libro más significativo, y después de él vienen las poesías de «Trabajar cansa«. A Pavese le gusta mucho Shakespeare, pero no por la razón romántica de que él logre crear personajes inolvidables, sino por una más verdadera: su absurdo y maravilloso lenguaje trágico ( y también cómico), las terribles frases del quinto acto en el cual, por diversos que sean los caracteres de los personajes, todos dicen siempre la misma cosa. Le gusta, como narrador, Giovanni Battista Vico – narrador de una aventura intelectual. En fin, le gusta también «Moby Dick», que ha traducido, no sabe bien si con mucha competencia, pero sí con mucho entusiasmo, hace ya una veintena de años, y aún ahora le sirve de estímulo para concebir sus relatos no como descripciones sino como juicios fantásticos de la realidad».

«¿Qué querría decir a nuestra crítica? Se sabe que sin Kipling no se explica Hemingway, sin el expresionismo alemán y ruso no se explican ni O`Neill ni Faulkner, sin Maupassant no se explica a Fitzgerald«.

Traductor, poeta, narrador, las contrariedades con quien fuera el último amor de su vida, la joven actriz norteamericana Constance Dowling, le condujeron al final aquel  27 de agosto de 1950 en Turín.

(Imágenes: Cesare Pavese.-edebiyat kisvesonde asiri sanat/ Constance  Dowling.–internetculturale.it/ Pavese y Constance Dowling en Cervinia.-internetculturale.it)