EL CURRÍCULUM DE WILLIAM FAULKNER

 

 

“Nacido macho y soltero a temprana edad en Mississippi—-así se presentaba Faulkner en una carta a “Forum”, una revista norteamericana ,en 1930  —.Dejó la escuela al cabo de cinco años en el séptimo grado. Consiguió empleo en el banco del Abuelo y aprendió el valor medicinal de su licor. El abuelo creyó que lo había hecho el conserje. Éste fue tratado severamente. Vino la guerra. Le gustó el uniforme británico. Se alistó  a la comisión R.F.C., como piloto. Se estrelló. Costó 2000 libras esterlinas al gobierno británico. Desistió. Costó 84,30 dólares al gobierno británico. Regresó a Mississippi. La familia le consiguió un empleo: administrador de correos. Dimitido por acuerdo mutuo por parte de dos inspectores; acusado de arrojar todo el correo recibido a la basura. Nunca se comprobó cómo dispuso del correo saliente. Los inspectores se llevaron un chasco. Cobró 700 dólares. Marchó a Europa. Conoció a un hombre llamado Sherwood Anderson. Dijo: “¿Por qué no escribir novelas? A lo mejor no tengo que trabajar. “. Lo consiguió. “La paga de los soldados”. Lo consiguió. “Mosquitos”. Lo consiguió. “El ruido y la furia”. Lo consiguió. “Santuario”, que aparecerá el año próximo. Actualmente vuela de nuevo. 32 años de edad. Posee una máquina de escribir que maneja él mismo.”

(Esta carta se publicó en la revista  “Forum”  en abril de 1930, en el mismo número en que se publicaba su cuento “Una rosa para Emily”)

(Imagen —foto Alfred Eristime -getty images)

“EL NADADOR” DE JOHN CHEEVER

 

“Tardé en escribir este cuento – decía John Cheever–  tres días, tres semanas, tres meses. Casi nunca leo mi propia obra. Me parece una forma particularmente ofensiva de narcisismo. Es como poner grabaciones de la propia conversación. Es como mirar por encima del hombro para ver cuánto corrió uno. Por eso he utilizado con frecuencia la imagen del nadador, el corredor, el saltador. La clave es concluir algo y pasar a lo que sigue. También siento, aunque no con tanta fuerza como antes, que si miro por encima del hombro moriré. Este cuento fue muy difícil de escribir. Porque ni siquiera pude levantar la mano para opinar. Estaba cayendo la noche, el año terminaba… No era una cuestión de problemas técnicos sino de imponderables. Cuando el personaje descubre que está oscuro y hace frío, eso ya tiene que haber sucedido. Y, por Dios, sucedió. Después de terminar ese cuento sentí que estaba oscuro y hacía frío durante un tiempo. A veces, los cuentos más fáciles para el lector son los más difíciles de escribir’.

 

 

Ahora que se publican las Cartas de Cheever – un paso más en la indagación de su compleja personalidad -, algunos de los cuentos del escritor norteamericano vuelven a la actualidad. “Hay aproximadamente quince cuentos que me hicieron sentirme particularmente bien. Amaba esos cuentos, amaba a todo el mundo…amaba los edificios, las casas…estuviera donde estuviera. Era una sensación grandiosa. La mayoría eran cuentos escritos en un período de tres días y con una extensión de aproximadamente treinta y cinco páginas. Los amo, pero no puedo reelerlos, en muchos casos, dejaría de amarlos si volviera a leerlos”.

Comentando los cuentos de Cheever, Harold Bloom opinaba que no se le podía mencionar entre los modernos narradores americanos de mayor eminencia pero que sí en cambio permitía una comparación bastante favorable con los autores de segundo orden, como Sherwood Anderseon, Malamud, Updike, Carver o la canadiense Alice Munro. Como les pasa a ellos – comentaba Bloom – adolece de la originalidad imperecedera de Hemingway y Faulkner, pero Cheever tiene la misma seguridad y el mismo esmero que Updike.

 

 

(Imágenes-1- William Mackinnon– 2015/ 2-Maria Svarbova– 2016/ 3- Benjamin Anderson)