CIUDAD EN EL ESPEJO (17)

—¿Qué piensa ahora, don Pablo?—pregunta suavemente el psiquiatra, pero no quiere molestarle demasiado –  ¿Ahora qué  piensa? ¿Cómo se encuentra?

Quedan monja y médico sentados ante don Pablo Ausin y el anciano mira frente a sí inmutable, mira hacia el pasillo, en su profundidad, aunque agradece en el fondo esta deferencia. Qué querrán estos que piense, se dice don Pablo, pienso lo que me da la gana, pienso que la vida es triste y corta, que es menester tenerla bien sujeta y que a pesar de ello se escapa, se va, a uno le han ido arrumbando pco a poco, qué me importa que estos pregunten, se lo agradezco, esta monja parece lista y buena persona, tiene mirada aguda, este médico querría que yo me desnudase ante él, nunca lo hice, por qué hacerlo, el silencio vale más que las palabras, sólo Engracia conoció algo de lo que yo llevo dentro y no conoció todo, mi padre Casimiro me enseñó a no hablar, yo escuchaba sus llaves en la puerta con un temblor y temor como un aparecido, igual que viniendo del campo, con el cráneo tostado y arrugado, me fuera a golpear o  a regañar. Todo esto está pensando don Pablo Ausin Monteverdi, es parte mínima de sus soliloquios, mira al pasillo imperturbable y ladea de vez en cuando la cabeza, mueve muy ligeramente los ojos a derecha y a izquierda, hacia la monja y hacia el doctor, pestañea, pero no abre la boca. Aquel martes de mayo don Pedro Martínez Valdés pensó en llamar al hijo de don Pablo, al grueso Agustín Ausin, y decirle, Lléveselo, métalo otra vez en Chinchón, aguante usted a su padre ya que es su hijo, dialogue con él, charle, sáquele sus secretos, sáquele incluso de sus casillas, aquí ya no puede estar más. Los sanatorios psiquiátricos, ya lo dijimos antes, no son para desvelar mutismos ni silencios, acaso fue o ha sido don Pablo Ausin un demente, no, no lo fue, Entonces, se pregunta  Sor Prudencia, la monja de los ojos oscurecidos tras los lentes, qué hace este hombre aquí, qué secreto guarda.

—Vamos, ¿qué tal, don Pablo? —insiste el médico —¿Necesita algo ? ¿ Puedo ayudarle en algo?

Hoy está don Pablo enflaquecido y silenciosamente quejumbroso. Cuando la vida se va, lo hace brusca o sinuosamente, las arterias se han endurecido, la próstata se hizo enorme, el corazón es una caja de sorpresas, latido a latido, ritmo a ritmo, la tensión ascendió durante años con el vino, con las mollejas, con los sesos, con todos los ricos desperdicios de los corderos y de las ovejas, con la sangre cuajada y con el vino convertido en sangre. La mínima de tensión no consiguió bajar durante años y no acudió don Pablo a muchos médicos, no se cuidó, ahora lo paga. Han quedado fijas las pupilas de don Pablo Ausin en el final de este pasillo del sanatorio del doctor Jiménez, son pupilas bañadas en agua, el lloro va por dentro, los ojos grandes son marrones y permanecen inmóviles, parece mentira que este hombre hace treinta años llevará en su cabeza las cuentas y servicios del restaurante de Chinchón, él solo, sin ayuda de nadie ponía velozmente las mesas en la Plaza, se entendía rápido y enérgico con los viajantes, mantuvo el genio vivo con Encarna Lorenza y regañaba muchas veces a Agustín, ayudó a construir la viviente Pasión de cada Semana Santa del pueblo, él fue San Pedro, el de las negaciones, un año hizo de Judas y no le gustó, volvió a ser San Pedro, no se atrevió a hacer de Judas, no le salía. Yo no te negaré nunca, le gritó a Jesús, Y yo te digo, le contestó el hijo del alcalde que hacía ese año de Cristo, que antes de que el gallo cante me negarás tres veces.

 

Todo esto y muchas cosas más, como estrellas, como recuerdos infinitos, pasa por la mente fija y anquilosada como piedra profunda de don Pablo Ausin, piedra anclada en el fondo de su existencia. Las pupilas clavan unas imágenes insólitas que están saliendo del fanal acristalado de este pasillo y la vida de don Pablo pasa ahora a tal velocidad y vértigo, con tan extraña cadencia, que algo está ocurriendo por dentro en la maquinaria humana de este Ausin, nunca se sabe a ciencia cierta en qué momento las ruedas de la muerte dan un brinco más, las muescas del vivir quedan dañadas de forma irreparable.

—¿Nada me dice entonces? —murmura el psiquiatra — ¿Eh, don Pablo? — le palmea con cariño en la fina y endeble rodilla — ¿Está usted enfadado conmigo? —le sonríe —¿ Eh, don Pablo? ¿Qué le he hecho?

Pero don Pablo Ausin Monteverdi gira tan sólo un poco la cabeza y mira al médico intentando ser bueno y benévolo, suavizando ese mirar duro que siempre tuvo, tal y como si contemplara una beatifica visión.

Buena persona es este hombre, se dice muy por dentro don Pablo mientras fija en el psiquiatra sus pupilas, sí, Buena persona parece. Los labios resecos de don Pablo, unas líneas que un día fueron yemas jugosas y hoy son ríos en cuyo extremo asoman brotes de blanca espuma que no se derrite, que pronto se hace sólida, se curvan un poco, tan sólo un poco, y nada dice.

Nada le arrancarán a este hombre, piensa Sor Prudencia, levantándose de la silla, Es tremendo.

Nada le arrancarán por ahora a don Pablo Ausin. Ni una palabra, ni un gesto, ni una insinuación.

Dieron las once, casi las doce, en el reloj del pasillo de este sanatorio de la calle de Menéndez y Pelayo. En el instante en que el psiquiatra se levantó para seguir su ronda con los enfermos, algo ocurría, así es la vida de las ciudades, al otro lado de Madrid.

 

José Julio Perlado  — “Ciudad en el espejo”

(Continuará)

TODOS   LOS  DERECHOS  RESERVADOS

 

(Imagen -Sigmar Polke- 2008)

EL REY Y EL LAVATORIO DE LOS PIES

 

 

“ En la tarde del Jueves Santo – escribe Gutiérrez Solana en “Madrid, escenas y costumbres”  – se hace en Palacio la ceremonia del lavatorio de pies a los pobres. Con capas, bastón y sombrero de copa entran en Palacio. Los pobres se sientan en sillas bajas, se quitan las botas y se arremangan los calzoncillos. El Rey se sirve de una jarra y una jofaina, en la que meten los miembros, ya lavados de antemano con estropajo, y después se los seca con una toalla. A los mendigos favorecidos con este acto de humildad se les regala el traje, que acaban de estrenar para presentarse en Palacio, y se les obsequia con un cesto de comida y una bota de vino a cada uno.

(…) El Viernes Santo el Rey suele conceder el indulto a varios condenados a garrote o a la horca (…) En la mañana del viernes, muy temprano, bajan largas filas de romeros por la Plaza de Oriente, camino de la Princesa, a la Cara De Dios, al final de la plaza de los Afligidos, y entran en la capilla del Príncipe Pío en la que se venera la Santa Faz.

En la plaza, puestos de vino y de rosquillas; las mujeres, con mantones de Manila; las buñolerías y el vocear de los vendedores con mostradores de tijera con aleluyas y cromos de la Cara De Dios; los monigotes de cartón, las banderas y los globos, el tránsito y la aglomeración de gente dura hasta el mediodía, en que empieza a sentirse el cansancio”.

 

 

(Imágenes – 1-Palacio Real- skyscrapecit/ 2- Palacio Real – 1887 – donado por Santiago Saavedra – archivo)

JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS

 

Montañés- bhi- Cristo de la Clemencia- wikipedia

 

Releo a Emilio Orozco Díaz en su gran libro «Manierismo y barroco«: «Si consideramos la escultura barroca sorprenderemos esos rasgos de desbordamiento formal y expresivo. La imaginería se hace exenta, surge la imagen procesional invadiendo y confundiéndose en el mismo espacio en el que se mueve el contemplador. Porque no sólo las figuras se agitan desbordantes e impetuosas en el retablo, rebasando y saliendo de sus nichos y  encuadramientos, esto es, renunciando a su ámbito espacial para penetrar en el nuestro. No es sólo que la imagen del Crucificado descienda desde lo alto del retablo para acercarse al fiel y entablar con él su íntimo coloquio, como en el famoso  Cristo de Montañés– que según se estipuló en el contrato había de representarse como si estuviese mirando y hablando con la persona que se hallase orando a sus pies -, es, además, el surgir del paso de procesión, del grupo escultórico con figuras en acción, que desfila y se mueve entre las masas de fieles. Y es, como expresión suma, la aparición de esos ángeles que ascienden, se reclinan o revolotean por los retablos y, más aún, que vuelan hacia el altar o hacia el centro de la nave, lanzados por el más violento ímpetu que revuelve telas y cabelleras, portando lámparas o faroles cual si realmente fueran bellos seres que pueblan ese mismo aire que respiramos nosotros».

Emilio Orozco y el Barroco, con sus prodigiosas lecciones.

 

Montañès- detalle del Cristo de la Clemencia- wikipedia

 

(Imágenes: -detalles del Cristo de la Clemencia, de Martínez Montañés- 1604- sacristía de la catedral de Sevilla- Wikipedia)

VIEJO MADRID (55) : EL LAVATORIO DE LOS PIES

Palacio Real de Madrid-nyu

 

«En la tarde del Jueves Santoevoca Gutiérrez Solana en su «Madrid. Escenas y costumbres» – se hace en Palacio la ceremonia del lavatorio de pies de los pobres. Con capas, bastón y sombrero de copa entran en Palacio. Los pobres se sientan en sillas bajas, se quitan las botas y se arremangan los calzoncillos. El Rey se sirve de una jarra y una jofaina, en la que meten los miembros, ya lavados de antemano con estropajo y después se los seca con una toalla (…) A los mendigos favorecidos con este acto de humildad se les regala el traje, que acaban de estrenar para presentarse en Palacio, y se les obsequia con un cesto de comida y una bota de vino a cada uno.

 

palacio Real de Madrid-hbb-hdpic org

 

(…)  Después del regreso de la procesión a la parroquia de San Ginés, de cuyas paredes en el patio cuelgan valiosos tapices, la gente pasea por las avenidas, calles del centro de la villa y calle de Alcalá, convertida en paseo, en vez del ordinario rodar de los coches; el rumor de las conversaciones animadas y el arrastre de los pasos resuena como un zumbido, y los paseos de Recoletos y el Prado están muy animados, con hileras de sillas y puestos de refrescos, en donde se sientan las hermosas mujeres, y ríen, abriendo los abanicos junto a su pecho, entre el parpadeo de los ojos, que brillan acariciadores».

 

Palacio Real de Madrid-bbnnu-spain info

 

(Imágenes.-1.-Palacio Real de Madrid.-nyu/ 2.-Palacio Real- hdpic-org/ 3.-Palacio Real- spain.info)

VIAJES POR ESPAÑA (8) : PROCESIONES Y SAETAS

 

 

saetas-  Julio Romero de Torres- La saeta- mil novecientos dieciocho- wikipedia

 

«En realidad, Sevilla entera, con sus numerosas cruces e imágenes en la via publica, con los cortejos procesionales que la surcaban – cuenta Antonio Dominguez Ortiz al estudiar la ciudad de hace cuatro siglos, la Sevilla del siglo XVll -, era como un inmenso templo, en especial, en las ocasiones solemnes, de las que todavía es hoy ejemplo único su Semana Santa. Ya en el siglo anterior existían la mayoría de las cofradías que hacía estación en el XVll, y solo aparece en éste alguna que otra nueva: la de las Tres Caídas, fundada por los cocheros, la Expiración de Triana y el Desprecio de Herodes, pero fueron bastantes las que se fundieron o reorganizaron, como la del Calvario, que primitivamente había sido de mulatos. La orden dada en el sínodo de 1604 de que todas hicieran estación en la catedral, contribuyó mucho a regularizar sus desfiles, que antes se hacían de forma un tanto anárquica (…) Sabemos que había gran variedad de cofradías; que algunas se distinguían por su recogimiento, mientras que algunas otras, como la de las Negaciones de San Pedro, que entonces sacaban los estudiantes, no estaban exentas de jolgorio y travesuras juveniles.

 

saetas.-bbhy-El Sacri cantando una saeta- wikipedia

 

¿Se cantaban entonces saetas? Probablemente sí, aunque no en las procesiones de Semana Santa, sino durante las misiones, que en aquella centuria adquirieron auge extraordinario; famosas fueron, por ejemplo, las que dio en Sevilla el jesuita Tirso González; la de 1672 la dedicó a la conversion de los musulmanes que, como esclavos o moros libres, vivían en la ciudad. Se celebró en la Casa Profesa, y fueron tantos los que acudieron que los moros no cabían en el patio y corredores ni las moras en la iglesia. La aristocracia sevillana colaboró de forma increíble: caballeros y señoras los acompañaban a los sermones (…)  La saeta antigua (como las coplas de campanilleros) eran unas exhortaciones versificadas, breves y punzantes, como dardos o saetas, dirigidas al devoto y al pecador (…) Y precisamente fue en Sevilla (1683) donde el mercedario fray Gabriel de Santa María publicó su Predicador apostólico, donde aduce ejemplos de saetas misionales».

(Imágenes.- 1.-Julio Romero de Torres– 1918/ 2.-cantando una saeta- Wikipedia)