INNUMERABLES JARDINES

 

jardines.- 6yhyu.- flores.- Theodore Earl Butler

 

Londres tiene casi cuatro millones de jardines. Inglaterra es un jardín, escribía Kipling –  así lo recuerda Ignacio Peyró en «Pompa y circunstancia» (Fórcola), el Diccionario sentimental de la cultura inglesa -. «La comparación del jardín inglés con la jardinería francesa sigue siendo un lugar común. Frente a la domesticación absoluta de la naturaleza por parte de los franceses, los ingleses preferirán su recreación. Frente a la simetría, la línea y la perspectiva, amarán la irregularidad, la curva y el marco. Frente al grand projet y el orden supremo, el apego a una belleza aparentemente casual, accidental, sobrevenida, natural, con su punto de «magnífico descuido», como decía la jardinera Vita Sackville-West. Así, mejor el culebreo de un arroyo que un canal rectlineo, mejor un boscaje de robles que una sucesión de setos recortados».

 

jardines.- 44rtty.- Spencer Gore .-inglés 1909.- 1878-1914

 

Es la «creación artificiosa del desdén»- no menos costosa, por cierto, que las grandes allées a la francesa, ni menos cercana a la mano del hombre». Peyró pasea sobre la piel de la Historia acompañado de célebres autores que glosaron de mil modos los jardines. George Orwell, por ejemplo, afirmaba que una de las cosas que más sorprendía al recién llegado al país era el amor tan ubicuo por las flores; Francis Bacon veía en el jardín el más puro de los placeres de los hombres y el doctor Johnson lo juzgaba como el entretenimiento de la razón».

 

 

jardines-uybb-dormir- Felice Casorati- mil novecientos trece

 

 

Umberto Eco en su «Historia de la Belleza»  recuerda que el jardín inglés “no crea de nuevo, sino que refleja la belleza de la naturaleza, no encanta en exceso, sino con la composición armoniosa de los escenarios”. Numerosas opiniones en torno a jardines y diversas visiones ante jardines  innumerables. Cuando en Francia Octave Mirbeau se acerca al otoño que rodea a la casa de Monet en su retiro de Giverny describe cómo «las anémonas del Japón, con actitudes litúrgicas, balancean sus corolas esbeltas y blancas igual que cofias; los flox sonríen, cándidos corimbos, con la multitud de sus ojillos ingenuos;

 

jardines.-67ddc.-Pierre Auguste Renoir

 

 

los gladiolos rezagados despliegan sus suntuosos cálices y tienden sus cuellos liliáceos hacia el vuelo enamorado de las abejas. Y, en el aire lleno de todos estos reflejos, de todos estos estremecimientos, de todos estos pólenes, los vertiginosos girasoles hacen girar sus discos amarillos, llamean y rutilan, y las altas matas de los harpalium vierten el oro continuo de su inagotable floración».

 

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(Imágenes.-1-Theodore Carl Butler/ 2.-Spencer Gore- 1914/ 3.-Felice Casorati- 1913/4- Pierre Auguste Renoir/ 5-Wilhelm Kühling)

LO BELLO Y LO BUENO

figuras.-CC4.-por Osang Gwon.-2002.-Arario Gallery.-Beigjing.-Seoul.-Korea.

«La esencia de lo bello. Según mi parecer – le decía el gran historiador del arte norteamericano Bernard Berenson al periodista Umberto Morra -, si se procede indagando, en el fondo de lo bello se encuentra lo bueno, como en el fondo de lo bueno se encuentra lo bello: es una fusión que forma el sentido del destino humano; bello (y bueno) lo que no se contradice, sino que ayuda y acompaña al destino humano, un quid que tiene, por lo tanto, en sí algo heroico y trágico. También la gente común siente este deseo; por lo tanto, lo bello es una cosa eminentemente deseable. Pero la gente está también lista a equivocarse y a correr tras falsos mensajes de belleza; obras falsamente míticas que parecen empapadas de un gran impulso heroico y plenas de destino: éstas son las más fácilmente traducibles».

Todo esto se lo decía Berenson a Morra ( «Coloquio con Berenson«) (Fondo de Cultura) en agosto de 1932, paseando por I Tatti, la villa situada en las colinas de Florencia, pero sobre todo paseando por las reflexiones del arte, como habían paseado también por otras avenidas parecidas el portugués Francisco de Holanda, en Romacon Miguel Ángel, Eckermann con Goethe, James Bosswell con el doctor Samuel Johnson y como lo haría el fotógrafo Brassaï con Picasso, el director de orquesta Robert Craft con Stravinski, Janouch con Kafka, Goldenveizer con Tolstoi o Émile Bernard con Cézanne, por citar algunas grandes conversaciones.

Tales conversaciones y tales palabras eran recogidas en la memoria o en el cuaderno de quienes escuchaban y en esas improvisadas lecciones de sabiduría, confesiones de destilada experiencia, parecía como si el arte, la filosofía y la historia se remansaran y el pensamiento entregara, a cada paso, la síntesis de una meditación.

figuras.-5519k.-foto por Jin-Ya Huang.-2007.-Sous les etoiles gallery.-New York.-photografie artnet

«Leer las cosas nuevas con el solo objeto de «estar al corriente» – le decía también Berenson a Morra en 1931 – es uno de los pecados contra el espíritu. A las cosas nuevas no hay que dedicarles más que la décima parte del propio tiempo y una parte mínima de la propia energía (que es siempre inferior a lo que esperamos) ¿Qué es esta «corriente»? Es un minúsculo río casi subterráneo que aparece en pocos salones; y hay corrientes, o mejor, hay una corriente más verdadera que aquella en que se piensa refiriéndose a la moda. Los periódicos, sí, los lee uno por las «cosas nuevas» que anuncian, pero es una lectura que cuesta poco trabajo especialmente a quien, como yo, tiene una práctica de cinco mil años de crónicas escritas».

Es esa gran cuestión de la reelectura de las cosas esenciales y la lectura esencial de cuantas cosas importantes nos quedan por leer, sin dejar por ello de atender a ciertas novedades.  Es el paseo bajo los árboles de la cultura,  confidencias de un amigo del espíritu.

(Imágenes: 1.-«Black hole».- Osang Gwon.-2000.-Arario Gallery.-Beijing.- Seoul- Korea.-artnet/2.»Guyver, dptych 2007″-.Jin-Ya Huang.–Sous Les Etoiles Gallery.-New York.-artnet)