A LOS SALMONES DEL ULLA

 

 

peces-udcd-Abu Yahya Zakariya ibn Muhammad al-Qazwini

 

«Me llamo Jacobo, hijo de Zebedeo, y llego hasta aquí tras larga navegación, para ser enterrado en la tierra en la que se abren camino los ríos vuestros nativos. Por lo que me decís ahora mismo – sigue hablando Santiago Apóstol a los salmones del Ulla -, aprendo que sois comestibles, y que es aquí en vuestro río que yo veo tan dulce, donde con frecuencia halláis la muerte. En verdad, sólo puedo enseñaros a despreciar vuestro cuerpo, haciendo que os fijéis muy especialmente en la caridad de vuestro espíritu. Quizás ahí esté la almendra de la cuestión. Tan limpia y generosa alma tenéis, que vuestro cuerpo, la carne, se beneficia de ella, y así es impar entre todas las de los demás peces, según decís. Pues os enorgullecéis de vuestra carne, lo que no deja de tocar los límites del pecado de soberbia, padecéis por ella, y así sois devorados, con lo que pagáis la penitencia.

 

comer-ybbb-pescado-peces- Golden Bream

 

Por otra parte, no dejéis de pensar que hacéis felices a los  que  os devoran, pues sois alimento especialísimo, no cotidiano, sabroso, según os estoy escuchando. Por lo tanto, alegraos de la vida libre vuestra, nacidos en el río, criados en él para salir al mar de las grandes vacaciones, y luego, como Ulises – y permitidme que cite a un pagano simplemente como muestra de un alma nostálgica – regresáis al país natal, adultos poderosos, en la hora en que sois llamados por naturaleza para continuar generaciones. ¡Qué los nietos de los nietos de vuestros nietos, setenta veces setenta y más, distingan de todo vuestro río nativo, como los hijos distinguen a las madres!

 

peces-ccddb - Paul Klee- The Navigator- mil novecientos veintitres

 

«No os rebeléis, pues, contra vuestro destino, y servid de alimento en los días magros, en los días en que las carnes son quitadas, en los días de abstinencia carnal, a los cristianos terrícolas. Por lo generosos que sois, por ls perfecta armonía de vuestra carne y vuestra grasa, haréis a los que os devoran generosos, y les daréis fortaleza para cumplir con los trabajos honestos, y también para resistir al enemigo. Y pues no quiero que, con motivo de mi llegada, haya entre vosotros más víctimas que las de costumbre, dispersaos y seguid vuestro camino, y que yo vuelva a mi soledad. Y, si sabéis alguna vez que viene a mi tumba, en Compostela, un peregrino fatigado y con el apetito que da el largo camino, no vaciléis en sacrificaros, y no os importe que os cuezan, os pongan a la parrilla, os trufen o empapilloten, o enteros vayáis a un solemne pastelón envueltos en esa masa inventada en Alejandría y que llamamos hojaldre. Y ahora, recibid mi bendición, en el nombre del Señor de la Vida».

Álvaro Cunqueiro .-«Epístola de Santiago Apóstol a los salmones del Ulla» -«Fábulas y leyendas de la mar»

(Imágenes- 1- Abu Zakariya ibn muhammad- al gazwini/ 2.-golden brean/ 3.-Paul Klee- 1923)

SALMONES

Asomado a Mi Siglo veo la vida que pasa igual que esos salmones que van tenazmente, determinantemente…, casi a pesar de ellos, con una fuerza interior que les empuja y les invade de valor, a remontar el riachuelo preciso que les vio nacer, y ello lo hacen casi de modo ciego, por su impulso y su energía incansable, y de modo asombrosamente lúcido en su búsqueda de orientación…, sin dudar en medio del laberinto de aguas, volviendo una y otra vez a elegir el exacto camino entre mil caminos desorientadores…, así el hombre vuelve – lo perciba o no, lo desee o no – hacia su principio y su origen. Y tras largas ausencias físicas y espirituales, tras alejamientos que han llegado a durar una vida entera, el hombre se siente impelido a retornar al inicio de donde surgió. Y remontando todo ese río de vida al revés, todos, todos los hombres, volvemos doblando las embocaduras de la vejez y de la fatiga, arrastrados por el fluir de las edades imparables, como absorbidos por algo que nos vuelve a llamar y que, para atraernos, va despojándonos de vitalidad y de energía. Y son algunos de entre nosotros, los que retornan con pasión por volver; y son otros los que emplean un natural vigor en resistirse a todo ese otro gran vigor indominable, y aún hay otros, que no encuentran la esencia de ese olor que impregna el retornar de su camino (aturdidos por mil perfumes de la vuelta, y desconcertados mientras se agotan por no desconcertarse), exprimidas todas sus fuerzas, y sin darse cuenta de que, a pesar de todos sus esfuerzos, han llegado a su fin.

(Esto decía un personaje mío en mi novela Contramuerte publicada hace casi veinticinco años.
Sigo pensando lo mismo cuando veo pasar a los salmones, cuando veo pasar a la vida – acodado aquí, al borde de Mi Siglo -, viendo cómo fluye el siglo en medio de las aguas).