MUSULMANES Y LITERATURA

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«Hablando de la comunidad musulmana… – le confesaba Salman Rusdhie a Juan Ramón Iborra en 1999 -Debo decir que una de las cosas a las que me he dedicado en los últimos dos meses ha sido a realizar muchas lecturas públicas (…) Y una de las cosas que más placer me ha proporcionado de estos actos, ha sido observar la cantidad de personas de origen indio que acuden entre el público. Y también, cuando la gente se me acercaba para que firmase uno de mis libros, la cantidad de nombres musulmanes que había. Eso me demuestra algo que siempre he sentido y que creía que había que demostrar públicamente: que no era cierto que, de pronto, todo el mundo musulmán me rechazó (…) Si se fija en los ataques que han surgido del mundo islámico contra los escritores en los últimos años, no sólo en Irán sino también en Egipto, Argelia, Turquía, en todas partes, Pakistán, Bangladesh, siempre se les acusa de lo mismo: de insultar al islam. Todos los escritores que han sido atacados por un Estado o por cualquier grupo de fundamentalistas son acusados de insultar al islam. Es la acusación estándar. De ahí que rechace esa acusación, por mi parte y por la de todos los demás, porque simplemente se reduce a una forma de decir: «Cárgate a ése».

 

escritores-ewwss- Kenizé Mourad-revistaenie clrin com

 

Un año antes, en 1998 -también en declaraciones a Iborra -, decía Kenizé  Mourad : «Yo me dedico ahora principalmente a  Oriente Medio, a esos países musulmanes donde se han cometido tantos errores, donde hay tantos grupos extremistas, abominables, que lo hacen todo mal. Pero lo terrible es que se suele confundir a esos extremistas musulmanes con los musulmanes en general y con los pobladores de esos países. Y en lugar de ayudar a los moderados, los confundimos con los otros. Decimos : «¡ Están todos locos, todos unos destructores, unos fanáticos!».

(Imágenes.-1.-Salman Rushdie.-galleryhipcon/ 2.-Kenizé Mourad- revistaenie. clarin)

LAS GRANDES SUPERFICIES

Ahora en otoño, cuando se acerca uno al mar y se pasea solitario por entre rocas y acantilados, en estas tardes o mañanas de niebla, a la hora en que se fueron ya los últimos veraneantes, el grosor de las olas y el lomo de las aguas va y viene despacio en el casi absoluto silencio que alarga la costa, el mar se va haciendo la mar, y en la mar, al fondo, se ven venir flotando toda especie de libros, aquellos finos y delgados de poesía y estos otros de caudal considerable, con sus portadas y páginas saladas, con sus reclamos publicitarios y brillantes, libros como peces o peces como libros, con sus escamas plateadas, curvados, ondulados, tentadores, abrumadores.
Sentado en esta roca, la gran superficie del mar con sus departamentos, mesas y anaqueles, recibe este flujo de libros que arroja la fuerza de la «rentrée«, obras que se escribieron por convicción o por oportunismo, animales marinos resbaladizos.
Decía Salman Rushdie » que lo peor de todo es cuando ya no tienes un libro que escribir y sin embargo tienes que escribir un libro».
Luego uno se fija en la costa, en el atardecer de la costa, en cómo se va poniendo el sol y va entrando suavemente el claroscuro.