PIRANDELLO, ESCRITOR

 

 

“Yo he escrito desde joven, pero hasta que mi barba blanqueaba no he necesitado escribir -le contaba  Pirandello en una carta a Gómez Hidalgo -. Disfrutaba de una opulencia relativa, y sólo escribía cuando me apetecía, regalando siempre mis escritos. Pero un día, inesperadamente, me llegó un telegrama en que se me anunciaba  la ruina financiera de mi familia. La noticia produjo tal efecto en casa, que mi mujer cayó al suelo, perdiendo la razón para no volver a recobrarla jamás. Se volvió loca. Yo, que hube de atenderla, no tenía un céntimo ni tampoco medio de adquirirlo, porque no creía posible convertir mis dotes de literato en industria. La situación era, por consiguiente, desesperada. Pero no perdí la serenidad. Cuando el hombre pierde la serenidad, ha perdido todo lo que es. Llevé al Monte de Piedad las joyas de mi mujer y me dieron por ellas seiscientas liras; escasamente lo preciso para vivir un par de semanas. Cinco días después, providencialmente, me pedían un cuento para la revista “Marzocco”, en la que yo había colaborado durante varios años renunciando siempre al modesto estipendio de treinta liras que ofrecían entonces. Al enviar el cuento escribí una carta al propietario de la revista, exponiéndole a cara descubierta mi situación de angustia, y unos días más tarde este señor me mandaba tres mil liras en compensación de toda mi colabiración pasada. Mientras vivía con aquel dinero, cuidando personalmente a mi mujer enferma, escribí la novela “El difunto Matías Pascal”. ¿ Y luego dicen que el trabajo exige quietud y serenidad?”.

 

 

En una de sus obras Pirandello quiso encarnar en un personaje de ficción su verdadera tragedia familiar: “ durante nueve años no  había vivido más que para ella, continuamente absorbido por la única idea de esta mujer, atormentado por ella, tan sólo deseoso de no darle ningún motivo de queja, de no justificar lo más mínimo su recelo: no había dejado de vigilarse con una implacable asiduidad, de manera escrupulosa y con temor. Durante nueve años había vivido casi con los ojos cerrados y los oídos taponados, casi fuera del mundo, como si el mundo no hubiese existido.”

 

 

(Imagen – Pirandello- temperamente it/ 2-rhona bitner -2005- Howard Yezerski gallery/ 3- Pirandello -lemadie it)

EL TEATRO Y LA VIDA

«En este mundo, desde la infancia hasta la muerte, todo procede de una estricta obediencia a la dictadura de un invisible «director de escena» y en el transcurso metódico de nuestra vida, esta expresión tiene infinitamente más significado de lo que podemos imaginar» – decía el ruso Nicolás Evreinov, destacado autor y director de escena .

El escenario es la vida y la vida continuamente se presenta en sucesivos y movibles escenarios de  los que entramos y salimos para representar nuestro papel, como nos recordaría Calderón.  La pantalla ya está preparada para leer este blog, quedan situadas como siempre las butacas, las sillas, toda la decoración de este despacho, se adivina el pasillo entre bastidores, ese pasillo nos lleva al escenario del comedor, la puerta del comedor la abrirá el actor destinado para atravesar el vestíbulo y él bajará despacio las escaleras de este edificio hasta el escenario de la vida, escenario cruzado de calles y sonidos que nos lleva a distintos escenarios eslabonados, tiendas y oficinas en los que están ya también colocadas las sillas, las butacas y los cuadros, encendidas igualmente las pantallas, los actores designados interpretan perfectamente su papel, y nosotros, desde un patio de butacas invisible, seguimos el ritmo de sus quehaceres, a veces aplaudimos y a veces protestamos indignados.

«La vida de cada ciudad, de cada país, de cada nación, – recordaba Evreinov en «El teatro en la vida» (Leviatán) – está sometida a una puesta en escena. Cuando me paseo por las calles, o estoy sentado en el restaurante, o visito los bulevares o las tiendas de París, de Londres o de Nueva York, o de algún otro lugar del mundo, siempre analizo el gusto y las aptitudes de este director escénico colectivo, el público, quien modela la materia teatral que se le somete según sus planes y proyectos escénicos. Decreta el uso de tal o cual traje; prescribe el arreglo de objetos variados; determina el carácter general y el decorado de la escena donde los juegos cotidianos están representados. Veo peatones, barrenderos, agentes de policía, automovilistas, y observo la «máscara» colectiva de tal calle, de tal barrio, de tal ciudad. ¿El director de escena conoce su oficio? ¿Las escenas de conjunto están bien representadas? ¿Los intérpretes de tales escenas están bien adiestrados? ¿Qué decir del artista que pintó los decorados? Alabo o critico al director y pronuncio mi veredicto tras una prudente investigación técnica» (…) Y Evreinov concluía: «¿Realmente no hay ninguna esperanza de transfigurar nuestra vida por medio de una audaz puesta en escena? ¿Es posible que seamos hasta tal punto realistas, amaestrados y débiles, que aceptemos sin protestar este aburrido decorado? ¿Una reforma radical del teatro de la vida es en adelante irealizable?».

La vida es el teatro donde desfilamos cotidianamente.  El teatro es el intento de representar nuestras vidas. De pronto la sala enmudece, las luces se apagan, el telón cubre todo lo que dijimos. Salimos del teatro para interpretar la vida y autores y actores cumplimos hasta el fin esta escena única. 

(Imágenes:- 1.-Rhona Bitner.-2005.-artnet/ 2.-Before the Mirror.-1959 –Anatoli Kaplan -.-International Images Ltd-artnet/ 3.–Rhona Bitner 2004.-artnet)