RESEÑAS Y CRÍTICAS LITERARIAS

“ A quien lee una reseña lo que le interesa es cómo escribe el crítico, sin que necesariamente salga corriendo de su casa a comprarse el libro comentado —dice un consumado crítico de “La Vanguardia” tras muchos años de experiencia —. Reseñar un libro cada semana puede ser agobiante. Y es también estimulante. Es imprescindible que pienses en cada uno de los lectores, por distintos que sean uno de otro. Que hay que respetar al lector.  Convendría recordar que el crítico no está formado como tal, es siempre autodidacta.  La crítica literaria es casi inexistente en las universidades y sólo se comentan los autores consagrados, que no exigen opinión sino erudición.

No toda la crítica que escribimos es para los periódicos. Casi todos nos especializamos en algún terreno y colaboramos en revistas más o menos académicas. Y el inevitable rigor que uno utiliza al profundizar en un tema, repercute positivamente a la hora de exigirnos el mismo rigor como reseñistas. Cualquier actividad literaria que hagamos en un terreno repercute en otros terrenos. ¿Cuál es el crítico literario más completo? El que sabe varios idiomas y no se limita a leer traducciones. (Es significativo que los críticos españoles muy raramente comenten la traducción; a veces ni siquiera aparece el nombre del traductor). El que ha traducido, para penetrar en los misterios del lenguaje y de la creación misma. El que ha sido profesor y experimenta de primera mano qué es la comunicación. El que además de crítico es poeta o narrador. El que se interesa por otras expresiones artísticas, como la música o la pintura. El que ha viajado. El que conoce y lee con frecuencia periódicos que no son los suyos, y aquí se incluyen los extranjeros, algo muy fácil desde que podemos leer la prensa en Internet.

Ejercer de crítico te obliga a conocer a otros críticos. Muchas veces creemos que según la tendencia ideológica del periódico lo serán las críticas que en él se publiquen. No es así. Y afortunadamente los críticos condicionados por una ideología son muy pocos.

El problema de la crítica literaria española es muy otro. Es la incapacidad de apoyarse en un aparato crítico teórico e incluso de construir su propia base teórica o que refleje un modo de pensar, no sólo de interpretar y juzgar. Y esto nos ocurre porque en nuestra cultura faltan filósofos y grandes ensayistas. Todo esto lleva a cierta banalización y frivolización que, por desgracia, está a la altura de lo que es el país.”

 

 

(Imágenes—1-Alain Pontecorvo/ 2- Adolfo Kaminsky- journal de la photographie)

TEXTOS CAUTIVOS

Leo que hace dos meses una figura literaria de los Estados Unidos, Steve Wasserman, ha publicado en el Columbia Journalism Review un artículo en el que se lamenta del notable declive de las reseñas literarias en los periódicos y revistas y la reducción del espacio dedicado a ellas. «Esta amenaza a la delicada ecología de la vida literaria y cultural» – escribe -«es causa de considerable alarma». Es a través de la calidad de las reseñas de libros -sigue diciendo Wasserman – » que combatimos con las, a menudo, escurridizas fuerzas que nos configuran como individuos y familias, ciudadanos y comunidades, y es a través de nuestros historiadores y científicos, periodistas y ensayistas, que luchamos con cómo hemos vivido, cómo el presente ha llegado a ser, y qué nos puede deparar el futuro». (Wasserman tiene su propia página con reseñas: http://www.truthdig.com/).
Quienes vieron perfectamente la fuerza y el sentido que podían contener esas reseñas literarias bien hechas, limitadas lógicamente por el espacio de la prensa pero afiladamente escritas, con esa precisión que refleja la sabiduría, fueron, entre otros, dos autores relevantes: Borges, en sus reseñas publicadas en «El Hogar», la revista bonaerense ( «Ilustración semanal argentina»), en la que escribió desde 1936 a 1939, y en el campo de la literatura inglesa, Cyril Connolly, que ejerció la crítica literaria en diversos periódicos.
«Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer – dijo un día Borges -. No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector, o, en todo caso, un sensible y agradecido lector «. Por su parte, Connolly diferenció y dividió muy agudamente a los escritores. «Un gran escritor -dijo- crea un mundo propio y sus lectores se enorgullecen de vivir en él. Un escritor inferior podrá atraerlos durante un momento determinado, pero muy pronto los verá marcharse en fila».
Las impecables reseñas de Borges en «El Hogar» fueron publicadas en Tusquets bajo el título de «Textos cautivos». Las extraordinarias reseñas de Connolly aparecieron como «Obra selecta« en Lumen. Ninguna de estas entregas de anotadas y pacientes lecturas son textos cautivos. Vuelan de la cautividad recogida en la mente de Connolly o de Borges hasta llegar al borde de la página del libro que estamos leyendo. En vez de elogiarlo gratuitamente o de condenarlo sin razones, la inteligencia unida a la pluma nos va explicando los porqués de todo ello con toda la variedad de sus matices. Dos sabios. Y dos grandes divulgadores. Parecen ser dos islas únicas en un panorama casi desértico.