LOS CLÁSICOS

“Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…”

Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quienes los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

Los clásicos — sigue diciendo Italo Calvino —son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

 

Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado ( o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo  de discursos críticos pero que la obra se sacude continuamente de encima.

Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas,  tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

 

 

(Imágenes-1- Franz Sedlacek/ 2-Penguin poets/ 3-Anastasia Lisitsyna)

DESCONGELADAS PALABRAS

«Antífanes, el fámulo de Platón, habló de un país donde los inviernos eran tan crudos que las palabras se congelaban en el aire. Cuando se derretían en verano, los lugareños se enteraban de lo que se había dicho durante el invierno, al igual que sólo en el umbral de la vejez los discípulos de Platón empezaban a comprender el significado de las palabras del maestro que habían escuchado de jóvenes«. Cuando leo estas frases del médico polaco Andrzej Szczeklik en su libro Catarsis (Acantilado) en donde trata del poder curativo de la naturaleza y del arte, evoco la vida de las palabras en el arco de cualquier existencia, palabras – y hechos también – pronunciadas por nuestros abuelos o por nuestros padres – palabras igualmente escondidas en libros que un día leímos -, y que sólo con la sabiduría de la experiencia ( con los dolores, con las vicisitudes), se van descongelando poco a poco en nuestro entendimiento, deshaciéndose como nieve en la memoria y haciéndose transparentes igual que el cristal para que las pueda atravesar bien nuestra comprensión.

Recuerda igualmente Szczelklik el caso relatado muchos siglos después por Baldassare Castiglione, en el que un mercader italiano organizó una expedición a Ucrania para adquirir pieles de marta. «Se quedó atascado en los hielos de la orilla del Dniéper, y desde allí, intentó negociar con unos comerciantes moscovitas que habían acampado en la otra orilla. Sin embargo, los gritos del mercader no llegaban hasta tan lejos: se congelaban por el camino y quedaban suspendidos en el aire en forma de carámbanos«.

Palabras y gritos congelados durante años, signos petrificados y opacos en libros y en labios, verdades que tardan casi una vida en comprenderse. Al fin se comprenden. Los clásicos, en la segunda, a veces en la tercera lectura, nos abren el secreto que parecían negarnos al principio y el contenido de la voz del corazón de nuestros padres se nos vuelve de repente diáfano, entregándonos su profundo sentido.

(Imagen.- el monte Fuji, en Japón, cubierto de nieve.-foto Toru Hanai.-Reuters.-TIME)