VERANO 2012 (3) : FRUTAS DEL VERANO

«Ya las cerezas rojas,

de la débil defensa de sus hojas,

están desafiando el apetito

porque en sus manos fértiles las cojas,

tan bermejas, tan lindas

que sin duda aspiraron a ser guindas,

pero porque favores les faltaron

con plazas de cerezas se quedaron.

(,,,)

Luego la multitud de las ciruelas

varias en el pellejo

quieren ya colocar su verde ollejo;

unas, por ser de monjas, melindrosas

otras por ser de damas, delicadas

y otras que patitiesas

porque las que son frailes viven gruesas.

También entre las cándidas mantillas

de las primeras flores,

salen ya madrugando las perillas,

de todas las primeras,

que por ser de la reina y ser tan niñas

parecen las meninas de las peras.

Ya la verde manzana

libreas de esmeralda se desnuda,

a los halagos de su amante Apolo;

más blanda y más galana

se viste de oro con cairel de grana;

tan buena que merece su hermosura

la cauta centinela,

si no del ángel del vergel primero,

la del hesperio al menos dragón fiero».

Anónimo Aragonés

(Imágenes:- 1.-Qin Tianzhu— Fine Art Gallery/ 2 –Ben Schonzeit.-2010 / 3.-Paolo Scalera/ 4.-Ancha Gosnik Godec.-las manzanas de oro)

SOBRE «LA ANGUSTIA VITAL»

«Desde hace muchos años vengo llamando la atención sobre el problema de «la angustia vital»  – me decía en 1966 el profesor López Ibor en su clínica madrileña de la calle de los Olivos -. El calificativo de «vital» tiene para mí una significación precisa. Es una angustia de origen interno que no está producida – aunque a veces desencadenada – por los acontecimientos de la vida, ni por sus dificultades. La expresión que lancé, «angustia vital», ha pasado al lenguaje coloquial y con ella se entiende la que producen las cosas de la vida. La verdad es que hay en el mundo contemporáneo un estado de preocupación que parece más exacerbado o por lo menos resulta más patente al hombre medio».

(Estábamos charlando en su despacho, era febrero, hacía frío en los árboles, nos rodeaban fichas, informes, batas blancas, nadie había en el jardín. López Ibor me hablaba mientras jugaba con un lápiz entre sus dedos)

«Se tiene la impresión – me decía – de que la vida moderna está más llena de dificultades que la vida de otras épocas. No se repara en que precisamente estamos en la civilización del bienestar y que, por tanto, y debido sobre todo a los logros técnicos que se han obtenido, las contrariedades de la vida deberían ser menores. Sin embargo, parece que no es así, y esa sería una cuestión más a meditar. Una gran cuestión. Y es que la vida del hombre siempre resulta misteriosa. Los accidentes externos encubren designios, posibilidades, actitudes internas. El gran problema del hombre actual es haber convertido en problemático el sentido de su vida. Por eso no es extraño que obstáculos y contrariedades del cotidiano vivir aparezcan envueltos en una atmósfera angustiosa».

(Estaba el médico español trabajando sobre un nuevo libro, provisionalmente titulado «El progreso del hombre mismo«, y hablábamos del posible estilo de vida del español en el futuro)

«Siempre resulta bello – me decía – el pensar que el español tiene un estilo de vida que ha mantenido a lo largo de las tremendas vicisitudes históricas, algunas tan disolventes como el proceso de la decadencia tras el Imperio. Y de esa permanencia de «un estilo de vida» – que en definitiva es estar más atento a los valores humanos que a los económicos – pienso que el español puede desempeñar un papel importante en el futuro inmediato, contribuyendo a la creación de ese nuevo humanismo, sobre el cual se hace hoy tan abundante literatura y que necesita urgentemente el mundo técnico.

Pero si todo esto es muy bello, no puede uno menos que pensar en el impacto del mundo contemporáneo de la civilización del bienestar, del «mundo de las cosas«. Ese impacto tiene que penetrar también en el hombre español y puede transformar su estilo de vida. Ya hay signos evidentes de ese proceso. Podemos dudar de la profundidad que alcanzará. Pero ya está ahí. Que el español sea más o menos materialista dependerá de la solidez de las estructuras espirituales y vitales sobre las que se asienta nuestra vida individual y comunitaria. Yo no me atrevería a negar el riesgo que esa situación impone».

(Han pasado los años. Recuerdo aquel febrero, nadie en el jardín, frío en los árboles: las manos de López Ibor jugando con su lápiz mientras me hablaba despacio en su clínica de la calle de los Olivos)

(Imágenes:- 1.- Georgia O`Keeffe.-1932/2.- René Magritte.-La tumba de los luchadores.-1960/ 3.-Maria Grazia Luffarelli.-tulipani danzanti)

LA CASA DEL TIEMPO

A través de la Casa del Tiempo, de la casa del Viento y de la Lluvia, y de la casa de las Nubes, describió y se adentró por escaleras y ascensores de la atmósfera del cielo el científico R. A. Watson Watt, tal y como – en la ficción – quiso adentrarse también Italo Calvino creando y bautizando a sus «Ciudades invisibles».

Los cielos que vemos o no vemos – a los que alzamos alguna vez la mirada desde la ciudad o desde el campo – elevan su casa entre humedad de nubes, provisiones de agua, ventilaciones, iluminaciones y refrigeraciones. El piso más bajo de todos – así nos lo va contando Watson en «A través de la Casa del Tiempo» (Austral) -, es decir, la planta baja, es aquel en el que transcurre nuestro tiempo habitual de viento y nublados, de lluvia y nieve, de claridad y pureza, de calor y frío. El techo de esta planta baja está a más de diez kilómetros sobre nuestras cabezas, pero esta casa del Tiempo tiene más de cien pisos, y sólo alcanzaremos a ver algo de su hermosa decoración entre los pisos décimo y el piso número cien.

Recuerda Watsonen estas conferencias que pronunció en la B. B. C. en 1934 –  que en la iluminación decorativa de la Casa del Tiempo existen «colgaduras aurorales, tenues y luninosas de los pisos superiores de la Casa del Tiempo -que se cuentan entre las más bellas -, pero es la magia diurna del cielo azul, la magia nocturna del fondo de la estrellas, la que se extiende en la primera planta, en esta planta en la que vivimos«. Y también explica por qué son azules las sombras lejanas de los paisajes montañosos y cómo las estrellas, que lucen durante el día, no podemos verlas sino dificultosamente por culpa de la luz desviada por las moléculas de aire, partículas de polvo, gotas de agua y cristales de hielo de la atmósfera situadas en la planta baja de esta Casa.

Abrimos así las puertas de este grande y alto edificio, subimos por sus escaleras de nubes, utilizamos la caja de los ascensores, observamos el cielo raso de la planta baja, las diferentes salas, los colores, las luces, y alcanzamos incluso al fin – en un espacio de reflexiones – lo que Watson Watt llama  «los cuartos de la servidumbre«, es decir, allí donde trabajan los hombres y mujeres entregados diariamente a observar el mapa, investigadores constantes del tiempo que hará mañana, metereólogos y comunicadores que verterán en la prensa, la radio y las pantallas lo que el Tiempo les transmite.

Esta casa invisible quizá nos lleve también – entre realidad y ficción – a otras casas eslabonadas que se extiendan por ciudades invisibles. Hasta la ciudad de Zaira, Anastasia, Zora, Despina, Zirma, Isaura y tantas otras más. Memorias, signos, deseos, cambios y nombres de mujer que Calvino nos propone.

(Imágenes:- 1.-Steve y Chris.-luces del Norte/2 -la luz blanca.-1954.-Jackson Pollock.-MOMA/3.-Gary Simmons.-2008.-Metro Pictures)

SOL EN UNA HABITACIÓN VACÍA

«En donde confluyen los interiores

de sus primeros años

pasaron compañías de mudanzas

con sus camiones de atrezo

y se llevaron los objetos del pasado

-camas, alfombras, lámparas, gente,

documentos, cómodas –

dejando atrás un monumento tangible

de su vida y de cómo la vivió:

Un árbol verde sopla fuera

internándose en la habitación

por la ventana doble, formando rectángulos

de color crema

sobre la pared con la ventana y la pared

con el nicho y sobre

el suelo de madera desnudo, el sol matutino

habita el vacío

con luz americana».

L. E. Sissman: ( describiendo el cuadro «Sol en una habitación vacía» de Edward Hopper)

En varias ocasiones he hablado de Hopper en Mi Siglo. También de Sissman. Porque hay veces que pintores y poetas cantan y quedan fascinados por la misma luz. Mark Strand en su estudio sobre Hopper ha dicho de este cuadro pintado en 1963 que ofrece » una visión del mundo sin nosotros, no sólo un lugar que nos excluye, sino un lugar vaciado de nosotros. La luz, un amarillo desteñido contra las paredes en tonos de sepia, parece estar representando los últimos episodios de su fugacidad, su escueta narración llegando a su fin«. A pesar de no ser esa luz en absoluto tranquilizadora, siempre nos sentimos atrapados por esa luz.

(Imágenes:- 1.-«Sun in an empty room».-1963.-Edward Hopper.-colección privada/ 2.-Edward Hopper en su lugar de trabajo, en 1948.-foto Berenice Abbott.-cortesía de Smithsonian Insitutte.-1999.-Galería Nacional de Retratos de Berenice Abbott)