
“Las apuestas habían rebasado los cálculos. Los partidarios de Orio apostaban doble contra sencillo.
-Si Orio pierde – se oía decir de vez en cuando -, el pueblo se arruinará, como le sucedió a Ondárroa.
La tarde estaba más bien desapacible y cenicienta – escribe como testigo de aquello “El caballero audaz” -. El cielo humoso y torvo amenazaba el temible “sirimiri”, y el mar, bastante movido, prometía galerna. Sin embargo, nada de esto arredró a los espectadores ni a los traineros, que a las cuatro en punto ya estaban colocados entre las dos barcazas que servían de meta. De allí saldrían a toque militar, y llegarían hasta la boya situada fuera de la bahía, alrededor de la cual virarían para volver al punto de partida…
Hubo un silencio solemne de extremo a extremo de la Concha. Sólo el mar, al romper ondulante contra los muros que le ceñían, rugía incesantemente.
El clarín dio el toque de atención; las dos traineras, con los remos en actitud de hundirse sobre las verdosas aguas, esperaban… ¡Tic!…gimió la corneta, y las dos barquillas rompieron marcha. Los remos entraban y salían en las aguas a compás, como si una máquina los moviera al mismo tiempo con absoluta precisión. Al resbalar sobre el oleaje levantaban volcanes de espumarajos blanquecinos que desaparecían. Pronto “Orio” consiguió destacarse gentilmente de su adversaria : primero media barca, después toda, y cuando abandonaba la bahía, le llevaba de ventaja más de veinte metros. Esto produjo una decepción en los espectadores . “¡Esos gigantes remeros de Orio!”

Una legión de embarcaciones escoltaba a las dos frágiles traineras. Pasaron cinco, diez, doce minutos, y al fin volvió a aparecer “Orio”, triunfante, que había conseguido dejar a “San Sebastián” muy detrás… Y llegó a la meta en medio de un silencio hostil; sólo se escuchó alguna que otra palmada tímida de algún pescador paisano que había venido a presenciar las regatas… Las sirenas de los barcos, que el domingo anterior, cuando “San Sebastián” venció a sus adversarios menos fuertes, atronaron los ámbitos con sus plañideros gemidos, ahora, ante el triunfo de “Orio”, permanecían mudas. Pero no importaba; los remeros triunfadores saltaban y gritaban dentro de la trainera como acometidos de una alegría epiléptica . Yo quise sentir de cerca aquel júbilo infinito.”

(Imágenes-1- regatas de Orio- orioae/ 2- Orio – Deia/ 3-regatas- grupo sagrado)