SOÑADORAS

¿Qué soñaban esas soñadoras de Otto Umbehr entre 1928 y 1929? ¿Qué se sueña cuando comienza un año?  Vuelvo a fijarme en estos ojos entreabiertos, fijos a su vez en cuanto se soñó en aquel tiempo, acabada la Primera Guerra Mundial y sin entrar aún en la Segunda gran Guerra.  ¿Qué soñaban las figuras de cera?  Muñecas inexpresivas, lo sueños habían abandonado ya los locos años veinte y  se adormecían  en otras ilusiones.

Soñamos hoy, día 1 de enero, ochenta años después, sobre cuanto acaecerá en 2009, felizmente cubierto por las brumas. 

Si vamos hacia atrás – en 1885 – la imagen de John Lavery en «The Tennis Party» nos llevan al recuerdo de aquellas tardes apacibles, cuando la partida de tenis se jugaba entre los árboles y en conversaciones ajenas a guerras y a barbaries. El tiempo estaba como detenido en la pelota blanca, yendo y viniendo entre vestiduras femeninas.  Allí se recogía  aquella hora de paz , de mirada complaciente y de ocio benévolo, y el final del siglo transcurría entre golpes secos de ocio y de raquetas, caía la tarde, el tiempo parecía detenido y a la vez recobrado,  pero el tiempo huye, los principios de año nos llevan sobre el tiempo, se elevan los meses con su redonda incertidumbre, el azar en el cielo traza cómo van a caer los días cuando toquen el cesped, cuando la esfera nos golpee en cada realidad.

¿Con qué  se sueña cuando se empieza el año, qué se espera cuando el año comienza?  

(Imágenes: «Soñadoras», de Otto Umbehr./ «The Tennis Party», de John Lavery.-«Fotografía en Europa central»- «El impresionismo y Escocia».-fotos EFE.-elmundo.es))

LA DESAPARICIÓN DE LA CARTA

¿Está desapareciendo la carta?

» El arte, como señala Pedro Salinas El Defensor» (Alianza),  ha hecho que en Vermeer, de cuarenta cuadros, seis traten el tema de la carta.”La mujer que escribe, inclinada sobre su bufete, absorta en su escritura, la mirada perdida en el aire buscando la palabra. La llegada del pliego, entregado por una camarera, que sorprende a la señora en su música. Y sobre todo, la lectura: no se sabe cuál es la más admirable, si la del museo de Dresde o la del de Ámsterdam. Son estos dos cuadros dos monumentos a la atención, dos poemas magistrales a la ausencia. Solas, las dos mujeres, en un ámbito sin más persona que ellas, pero rebosado de sensación de compañía invisible, que emana como callado canto de la carta”. Esto escribía yo no hace mucho en una Revista en la Red.

Y más aún. Desaparecida la carta – tradicional documento histórico para uso de investigadores y de altos notarios de las épocas -, ¿cuáles son los archivos? «¿Dónde conservarán sus documentos esenciales los Estados y las familias?- seguía diciendo yo en ese artículo -. Sin duda en discos surgidos de la pantalla, en los platillos que salen del vientre de los aparatos presentes y  futuros, allí donde la yema del dedo pulsó una tecla y se iluminó el rectángulo del mundo. Dentro de ese rectángulo iluminado que es caja de caudales transportable viajarán no sólo las cláusulas de tratados sino quizá también las confidencias amorosas de dos adolescentes que en otro tiempo escondían sus billetes apasionados dejando constancia de su primera cita o de su primer desengaño».

«El amor y sus reverencias no se ha modificado en la Historia – ahora las reverencias son distintas y el cortejo amoroso se realiza de otra forma, pero siempre  hay unas miradas y unas palabras, una atracción, unos silencios, unos desdenes, una operación de cerco y una conquista -, pero cuando uno lee los pasos y procesos de dos enamorados y cómo esos procesos y protocolos íntimos quedaron reflejados en cartas, uno se pregunta qué testimonio de rondas, melindres, acercamientos y despegos permanecerá hoy. ¿Se guardarán en los archivos tecnológicos? No, por supuesto, en los móviles  Quizá para curiosear cómo se conocieron y enamoraron sus padres los futuros hijos abrirán el  banco de datos que la herencia les dejó como recuerdo y quizá también a la hora de los despechos quieran acudir a carpetas clasificadas en pantallas para encontrar el origen de tantas distancias. Pero no es eso lo probable. Si desaparece ese papel escrito, y ordinariamente cerrado, que una persona enviaba a otra para comunicarle alguna cosa – y eso es esencialmente la carta -, las palabras, no es que se las lleve el viento sino que pueden quedar encerradas en las bodegas de los ordenadores y pasar luego a la condenación de la papelera de reciclaje».

Todo esto supondrá sin duda la desaparicion de la carta.

(Imagen.-Vermeer.-«La carta» .-Flick Collection New York)

BANCOS, DINERO Y LIBROS

¿Dónde guardar el dinero?

Repaso lo que estoy leyendo:

«Los libros son como cajas. Guardan en su interior las huellas de los lectores que fuimos.

Hace poco tuve ocasión de ver los libros de Cortázar. Muchos guardaban papeles en su interior: páginas de periódicos, un par de dibujos, un boletín marítimo, el resguardo de una maleta… Me contaron también que habían aparecido billetes de banco.

Borges también guardaba el dinero en los libros. Y Lampedusa, el autor de El Gatopardo. Contaba en broma a sus amigos que los libros eran su mayor tesoro».

 Leo todo esto antes de introducir entre las páginas del libro un billete de banco. Luego coloco el ejemplar en la biblioteca: Jesús Marchamalo/ Mario MerlinoPalabras en el Bosque». Diálogos de Lobos y Preposiciones·(Cuadernos de Mangana. Centro de profesores de Cuenca).

¿Los libros son como cajas?

Dado lo que está ocurriendo me quedo pensativo.

(Imágenes: foto Issei Kati/ Reuters/ photo essays.-Time/ foto: Justin Lane/Epa/ Corbin.-photo essays.-Time)

CUANDO DESPERTÓ, EL MICRORRELATO TODAVÍA ESTABA ALLí

«-¿Cómo llegas a una escritura tan concisa y breve?.- le preguntó Graciela Carminatti a Augusto Monterroso. («Viaje al centro de la fábula».-Anagrama )

– Tachando. Tres renglones tachados, valen más que uno añadido. (…) Julio César inventó el telégrafo 2000 años antes que Morse con su mensaje: «Vine, vi, vencí». Y es seguro que lo escribió así por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran: pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y la elegancia de la frase».

Acaba de publicarse en el nuevo y más cómodo formato de la revista Ínsula un excelente número monográfico del mes de septiembre sobre el microrrelato en España coordinado por Fernando Valls, que a su vez habla estos días de él en su interesante blog La nave de los locos refiriendo las equivocaciones y errores que algunos periodistas cometen al informar sobre el microrrelato.

«El microrrelato- dice Valls en «Ínsula» -es un género fuera del comercio, por lo que el autor lo encara con libertad plena, prestándose a menudo a la experimentación, al valerse de la reescritura o la intertextualidad, sin que deba faltarle ni lo ambiguo ni el humor. Dada su condición extrema, la aparente facilidad que supone componerlo, no escasea lo trivial o la frase meramente ingeniosa, aunque – no lo olvidemos – esto ocurre con frecuencia en otras formas tan prestigiosas en sociedad como la novela, donde bajo el ropaje de lo ameno sólo se encubre lo banal, y no por ello descalificamos al género, en su conjunto. Y a diferencia del relato, con el que comparte diversas similitudes, sólo puede centrarse en un mínimo detalle, arrancando de inmediato para acabar al instante, permaneciendo gran parte del tejido narrativo sumergido, esto es, sobreentendido».

 Cuando despertó, la paciencia todavía estaba allí. La paciencia esperaba al escritor y el escritor miraba a la paciencia antes de proseguir.

Tal paciencia también se la  quiso confesar Monterroso a Graciela Carminatti:

– Creo que el consejo latino –dijo–  de guardar las cosas unos siete años sigue siendo bueno. Yo añadiría el de pensarlas.

-¿Y que ocurre si uno se muere antes?

Y Monterroso contestó:

-Nada.

(Imágenes:foto: Alexandre Duret-Lutz: Planets.-Imagery & our world/ ilustraciones de Augusto Monterroso.-cv.cervantes.es)

LÁGRIMAS

Eso a lo que muchos se les escapa, una gota de dolor, de recuerdo o de emoción, la que sale mansamente de la pupila resbalando hacia el  mundo, la recoge Darío Villalba  antes de caer gracias a  su técnica mixta sobre photolinen entelado y lienzo, en una exposición en que la pintura y la fotografía se unen en Madrid hasta el 11 de octubre en la Galería Marlborough.

(Imagen: «Lágrimas», de Darío Villaba.-2008.-50 x 42.-Galería Marlborough)

CRISIS EN WALL STREET

«El tiempo presente y el tiempo pasado

Están tal vez ambos presentes en el tiempo futuro,

Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.

Si todo tiempo es eternamente presente

Todo tiempo es irredimible.

Lo que podría haber sido es una abstracción

Que permanece como perpetua posibilidad

Sólo en un mundo de especulación.

Lo que podría haber sido y lo que ha sido

Apuntan a un fin único, que es siempre presente»

T.S. Eliot: «Cuatro cuartetos»

(Imágenes: foto Chang W. Lee.-Bussines.-The New York Times/ New York.-foto Museum of the Arts.-Things to See.-The New York Times)

¿ QUIÉN ES MAIGRET ?

¿Quién ha podido contar mejor cómo es Maigret  sino su creador? En 1953 Simenon redactó una descripción del inspector y se la entregó a un productor cinematográfico. En síntesis, decía así:

«Maigret tiene entre 45 y 5o años. Nació en un  castillo, en el centro de Francia, en el que su padre ocupaba el cargo de administrador. Es, pues, de origen campesino, robusto y fornido, pero posee cierta educación (…). Su vida privada es muy tranquila. Tiene una esposa dulce, rolliza, tierna y sencilla, que lo llama respetuosamente Maigret ( de tal manera que todo el mundo terminó por olvidar su ridículo nombre, Jules). Ella mantiene su hogar minuciosamente limpio, le prepara suculentos guisos, le cuida las heridas, jamás se impacienta cuando él permanece muchos días fuera de casa, soporta con indulgencia sus altibajos. Le horrorizan los cambios y vive desde hace veinte años en el mismo piso, en un barrio ni rico ni pobre, de modestos trabajadores.

Maigret es bastante grueso, plácido, fuma en pipa con cortas y golosas bocanadas, le gusta comer bien, y también beber: a veces cerveza, a veces tragos cortos de buenos aguardientes. Le gusta deambular por las calles y sentarse en la terraza de algún café.

Un caso criminal nunca es para él un caso más o menos científico, un problema abstracto. Es tan sólo un caso humano. Le gusta husmear el rastro dejado por un hombre como un perro de caza olfatea una pista. Quiere comprender. Se mete en la piel de sus personajes, de quienes, poco antes de verlos por primera vez, lo desconoce todo, y cuando hay un crimen, necesita averiguar hasta los más pequeños detalles. Otorga mucha importancia al ambiente en el que viven. Cree firmemente que determinado gesto no habría sido el mismo en un ambiente distinto, que un carácter evolucionaría de otra manera en cualquier otro barrio.

Es lento, pesado, paciente. Espera el déclic. El déclic, al que se refieren con afectuosa y respetuosa ironía sus colegas, es el momento en que Maigret, empapado de un ambiente y de los personajes a los que acaba de seguir paso a paso durante horas, días y semanas, consigue por fin pensar y sentir como ellos. (…)

Se sirve de los inspectores de su brigada, pero siempre prefiere acudir él, en persona, al lugar indicado, seguir él mismo los rastros, hacer vigilancias y diligencias que muchos considerarían incompatibles con su cargo. Quiere husmear a las personas y los lugares por sí mismo, hurgar por todas partes; aunque en ocasiones se siente descorazonado, nunca pierde la paciencia, y muchas veces se le podría creer borracho o dormido precisamente en el momento en que está más despierto.

Odia la maldad deliberada, odia a los hombres que impregnan el mal de sangre fría, y se muestra feroz con la hipocresía. Por el contrario, es indulgente para con las faltas que son fruto de las debilidades de la naturaleza humana. Un joven o una joven que van por mal camino le inspiran no sólo piedad, sino irritación contra su suerte o contra la organización social que está en el origen de esa mala orientación.

A veces incluso olvida que es un instrumento de la ley y ayuda a determinados culpables a escapar a un castigo que considera exagerado. Cuando puede, intenta, como en sus sueños juveniles, remendar los destinos. Lo cual le crea frecuentemente conflictos con sus superiores y sobre todo con los magistrados, que juzgan a los hombres tan sólo a la luz de los textos de las leyes (…)».

Así describió Simenon a Maigret y así queda recogido en el apéndice del volumen conjunto  «El mismo cuento distinto» y «El hombre de la calle» (Gabriel García Márquez y Georges Simenon) (Tusquets).

Un perfil singular que todo lo resume.

(Imágenes: Flickr/ Cartel de la película de Jean Delanoy, 1959, «Maigret et l´affaire Saint-Fiacre».-hem.passagen.se/calv/gabin/ Sello recordando un film de Gabin interpretando a Maigret.-hem. passagen.se/calv/gabin)

PAUL NEWMAN

Sentado en la última fila del cine le he visto dar vueltas en torno a la gata sobre el tejado de zinc caliente, levantar su muleta blanca entre el sofá y la cama, beber un trago largo, mirar con sus ojos azules a Elizabeth Taylor y entregarse a la intensidad de la interpretación.

Ha pasado luego su velocísimo automóvil recorriendo las 24 horas de Le Mans.

Después se han encendido las luces y han anunciado que Paul Newman acaba de morir este 27 de septiembre.

Luego se ha hecho un largo silencio. 

(Imagen: Paul Newman.-flickr.-galería de Enrique Meneses)

EL OTOÑO

Vienen todas las setas, los higos, las calabazas, las cebollas, los pimientos y las vides hasta esta tela del Louvre pintada por Giuseppe  Archimboldo en 1573 y en la que el otoño deja sus ramas caídas. Viene el  otoño con sus vientos aún leves, poco a poco turbulentos, los días que van decreciendo, las luces inciertas, las primeras chimeneas encendidas. Nos llega una humedad transparente, una llovizna tibia, ciertos pasos sobre las hojas. Vienen con esta estación los otoños en Boticelli, en Poussin, en Joardens. Notamos un olor a madera quemada que asciende del borde del jardín. Viene el libro de la mesilla a la mano, al lado de la lámpara, abierto ante nuestros ojos. Viene luego Archimboldo, en 1569, presentando al emperador Maximiliano ll esta serie de estaciones del año. Entonces miramos un momento el cuadro, contemplamos cómo se adensa el otoño tras la ventana, y en el silencio de la habitación nos disponemos a leer.

(Imagen: «El otoño», 1573, Giuseppe Archimboldo, 77 x 63 cm  (París, Museo del Louvre). -bideford.devon.sch.uk)

EL «PASO ATRÁS» EN LA CREACIÓN

 

Como ocurre con los pintores, los escritores y tantos otros artistas, el creador cinematográfico da también unos pasos hacia atrás en su trabajo para adquirir más perspectiva, calcula la distancia y las dimensiones que tendrá lo que quiere llevar a cabo, y su ojo de creador domina el cuadro entero antes de acercarse otra vez a la cámara  y disponerse  a filmar. Ese «paso hacia atrás»  lo confesó , como tantos otros, el escritor y cineasta francés Philippe Claudel cuando realizó la película «Hace mucho que te quiero«. «Imaginé – dijo- la historia de Juliette y Léa , dos hermanas que no han hablado en 15 años. Lo apunté en una libreta y me fui a Laponia. Allí, en invierno, las noches son larguísimas, sólo hay dos horas de luz. Fue un momento mágico para escribir».

Y allí, en las noches de Laponia, Philippe Claudel evocó a Nancy, la ciudad francesa en cuya Universidad había estudiado Literatura e Historia, pero sobre todo puso en pie esa otra pequeña historia de las separaciones y los reencuentros humanos que en la película protagonizan Kristin Scott Thomas y Elsa Zylberstein.

Una vez más la distancia que toman los creadores para enriquecer su perspectiva se revela importante. Es en esas dos horas de luz del invierno de Laponia cuando las calles de hace años, y también los portales, las ventanas y las sombras toman cuerpo. Claudel pensó en las dos actrices y declaró después que era importante que en el film «Juliette lleve los años de cárcel tatuados en la cara, y que Léa tenga el rostro y la silueta de una adolescente que rehusó crecer. Las dos actrices aceptaron esta transformación, lo que les obligó a rodar gran parte de la película sin maquillaje, desnudas. (…) Me fascinan las vidas secretas que convierten a los conocidos en desconocidos. Me encantan las mujeres, me fascina su fuerza, su capacidad de recuperación, de renacer, de apoyarnos y aguantar la vida miserable de los hombres. Tengo la impresión de que los hombres se rinden muy deprisa, pero no las mujeres».

 Eso debía ir pensando el director cinematográfico dando «pasos atrás» en su pasado, en su experiencia y en su tiempo mientras iba escribiendo por las noches aquel guión. Había dos horas de luz únicamente en Laponia pero ellas estaban iluminando todo cuanto había vivido y todo cuanto al fin quería entregar al espectador.

(Imágenes: Kristin Scott Thomas y Elsa Zylberstein en «Il y a longtemps que je t´aime», de Philippe Claudel/ Kristin Scott Thomas, en otra escena del film)

LA TIRANÍA

«Le Monde» presenta también esta imagen sobre la Tiranía para anunciar su ofrecimiento de «La Comedia humana» de Balzac a sus lectores.

«Quien inspira terror, él teme aún más – dice Claudiano en «De Consulatu Honorii» -; tal es la condición de los tiranos».

«Ser tirano no es ser – dice Quevedo -, sino dejar de ser, y hacer que dejen de ser todos».

«Aunque pudiera hacerme temible – escribe Montaigne -, preferiría hacerme amable».

«Porque ninguno de los que han conseguido criminalmente el poder, lo han usado con rectitud»- se lee en las «Historias» de Tácito.

«Cuando el puebo está libre de tiranía, se erige en tirano la opinión pública».- recuerda Bulwer Lytton.

Largas y excelentes citas podrían irse encadenando sobre este tema universal.

(Imagen: «La Tyrannie», ilustración aparecida en el Diario «Le Monde» promocionando «La Comedia humana» de Balzac.)

LA AVIDEZ

Sigue «Le Monde» con sus ilustraciones para que sus lectores adquieran cada semana «La Comedia humana» de Balzac y en esta ocasión la avidez podría proyectarse en tantas cosas en el mundo contemporáneo que habría que elegir tan sólo una, quizá esa avidez permanente hacia el futuro, ese estiramiento perpetuo del cuello del presente hacia lo que aún no ha venido y ni siquiera sabemos cómo vendrá, ese desasosiego que nos lleva a imaginar lo que va a suceder y aún no ha sucedido, que nos causa tantas preocupaciones innecesarias y en el fondo esa inquietud que tan bien describe Pascal.

«No nos atenemos jamás al tiempo presente – dice Pascal -. Recordamos el pasado. Anticipamos el futuro como algo que tarda demasiado en llegar, como para apresurar su curso, o recordamos el pasado para retenerlo como algo demasiado fugaz; tan imprudentes, que erramos por los tiempos que no son nuestros y no pensamos en el único que nos pertenece, y tan vanos que soñamos en aquellos que no existen ya y dejamos escapar sin darnos cuenta al único que subsiste. Es que el presente, de ordinario, nos hiere. Lo ocultamos a nuestra vista porque nos aflige, y sí nos es agradable nos lamentamos al verlo escapar. Tratamos de retenerlo a través del futuro. y pensamos en disponer las cosas que no están en nuestra mano para un tiempo al que no tenemos seguridad alguna de llegar.

Que cada uno examine sus pensamientos. Los hallará ocupados todos en el pasado o en el futuro. Casi no pensamos en el presente, y, si pensamos en él, no es más que para sacar de él la luz con que disponer el porvenir. El presente nunca es nuestro fin.

El pasado y el presente constituyen nuestros medios: sólo el futuro es nuestro fin. Así, no vivimos nunca, pero esperamos vivir, y, disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable el que no lo seamos jamás».

(Imágenes: ilustración de «Le Monde» anunciando a sus lectores «La Comedia humana» de Balzac /Tiziano: «Alegoría del tiempo gobernado por la prudencia», 1565, National Gallery de Londres)

KAFKA Y SU PLUMILLA DE ESCRIBIR

Los investigadores, al acercarse a las obras de los grandes y pequeños autores para analizarlas, señalan cosas como éstas que llaman la atención:

«Legajo de 16 hojas con cuadrícula de color azul celeste procedente de un bloc, del que fueron segregadas. Según testimonio de Dora Diamant, compañera de Kafka durante su estancia en Berlín, la larga narración inacabada que ocupa la mayor parte del legajo, conocida en alemán, según la edición de Max Brod, como Der Bau (palabra que se ha traducido en español por «La construcción», «La madriguer o «La guarida»), fue redactada en esa ciudad a finales de 1923. Pero no «en una sola noche», como afirma Diamant, sino en varios días, como acreditan los cambios de letra en el manuscrito (…) Por el uso de una plumilla especialmente fina, que Kafka usó también en cartas fechadas a finales de 1923, se deduce que este legajo es anterior al que incluye la narración titulada «Una mujercita», por lo que cabe fechar su redacción en los dos últimos meses del año 1923″.

Leo esto en las Notas que Jordi Llovet aporta a la gran edición de las «Obras Completas» de Kafka (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) y me pregunto qué se investigaría ahora – con Kafka y con tantos otros – si toda la creación estuviera únicamente volcada en la pantalla del ordenador. ¿Desaparecerán las plumillas especialmente finas o particularmente gruesas? ¿Se advertirá con nítidez en la pantalla que un texto no ha sido escrito «en una sola noche» sino en varios días? ¿Cómo se transmiten los temblores de los sentimientos, las dudas y  preocupaciones de alguien que escribe si ese pulgar que teclea nunca lo va a revelar?

Curiosa tarea la de los investigadores del futuro descifrando a los posibles Proust ( como el célebre de sus  Cuadernos nocturnos y retazos de páginas superpuestas),  o al imaginario Kafka del porvenir cuyos debates interiores, a pesar de la luminosa superficie que emite toda pantalla, es bien difícil que – sobre la escritura –  arrojen una mayor luz.

(Imágenes: Kafka, hacia la época del doctorado (1906)/ Una de las primera páginas del «Diario» de Kafka)

ÚLTIMO DÍA DE VERANO

Era un suspiro lánguido y sonoro

la voz del mar aquella tarde…El día,

no queriendo morir, con garras de oro

de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,

y el sol, al fin, como en soberbio lecho,

hundió en las olas la dorada frente,

en una brasa cárdena deshecho.

Manuel Machado: «Ocaso»

LA AVARICIA ( Y LOS MERCADOS FINANCIEROS )

«Le Monde»  (como ya dije en Mi Siglo el 13 de septiembre) continúa ofreciendo imágenes que nos puedan llevar a la lectura de» La Comedia humana» de Balzac y de nuevo muchas frases acuden aquí para comentar la avaricia (Si añadimos además la actualidad que nos arroja estos días los mercados financieros)

«La extremada avaricia – escribe, por ejemploLa Rochefoucauld – se engaña casi siempre: no hay ninguna pasión que se aleje tanto de su fin, ni sobre la cual el presente tenga tanto poder en perjuicio del porvenir».

«Muy a menudo la avaricia produce resultados contrarios – dice también La Rochefoucauld -; existe una cantidad infinita de gente que sacrifican todo su bien a esperanzas dudosas y lejanas; otras desprecian importantes ventajas futuras por pequeños intereses presentes».

«Al pobre le faltan muchas cosas; pero al avaro, todas».- recuerda Publio Siro en sus «Sentencias».

«Por muy enterrado y guardado que tenga el avaro su dinero – escribe Antonio de Guevara en sus «Epístolas familiares» -, de nadie lo guarda tanto como lo guarda de sí mismo; porque si echa dos llaves al cofre para guardar, echa doscientas a su corazón para no gastar».

Y reza la sabiduría de un Anónimo de este modo: «La avaricia es un continuo vivir en la pobreza por miedo a ser pobre».

(Imagen: ilustración de «Le Monde» para el lanzamiento de «La Comedia humana» de Balzac)