«El escritor representa la verdad, la verdadera literatura se distingue solo de la falsa por el inefable sentido de la verdad» – decía Leonardo Sciascia en « Sicilia como metáfora«, un libro-entrevista en que confiaba su pensamiento-. «La única forma de la verdad es aquella del arte. El escritor no es por esto un filósofo ni un historiador, sino tan solo alguno que toma intuitivamente la verdad». ¿Dónde estaba entonces la verdad cuando el 14 de julio de 1933 el escritor francés Raymond Roussel fallecía en la habitación 224 del Gran Hotel de Palermo? ¿ Qué había ocurrido realmente allí y, sobre todo, por qué había ocurrido?. «La mañana en la que debía dejar su hotel para una cura de desintoxicación – cuenta Michael Foucault en el prólogo a la obra de Roussel «Como escribí algunos libros míos» (Tusquets) – lo encuentran muerto. Pese a su debilidad, que era extrema, se había arrastrado con su colchón hasta la puerta de comunicación que daba a la habitación de Charlotte Dufresne. Esta puerta siempre estuvo abierta; pero fue encontrada cerrada con llave. La llave, el cerrojo y esta abertura cerrada, formaron, en este instante y sin duda para siempre, un triángulo enigmático«.
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Más que describir ese triángulo enigmático, lo que intentará desvelar el gran escritor siciliano Leonardo Sciascia en 1971 con “Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel” (Gallo Nero) será la revelación del nudo de la verdad. Investiga y expone los documentos policiales sobre el caso, papeles casi mudos ante una lectura pasiva pero que hablan en cuanto son reescritos y muestran así su oculta significación.”Puede que esos puntos oscuros que brotan de los documentos, de los recuerdos, – escribe Sciascia al final de ese libro -, parecían, en la inmediatez de los hechos, totalmente probables y explicables. Los hechos de la vida siempre se vuelven más complejos y oscuros, más ambiguos y equívocos, o sea, tal y como verdaderamente son, cuando se los escribe – o sea, cuando de “actas relativas” pasan a ser, por así decirlo, “actas absolutas“. Lo hará Sciascia en varias ocasiones y en diversas obras suyas. A través del descubrimiento de archivos periodísticos o literarios procurará restituir una verdad, ya que el escritor siciliano tiene la convicción de que la literatura es la forma más absoluta que puede asumir la verdad. Para Sciascia las cosas son según la literatura y no al revés. «Cuando me dicen -señalaba – que lo que yo he escrito aguantará esos tres meses que suele durar de media un libro de ahora, estoy absolutamente satisfecho. Precisamente creo que en esos tres meses lo que escribo le servirá a un cierto público (…) no hablo del interés de la crítica (…) el público de lectores, de la gente que va a la librería a comprar el libro y se lo lee y, a menudo, me escribe. Ese público me interesa enormemente, más que cualquier otra cosa».
Tuve la fortuna hace dos años de formar parte del tribunal para juzgar una tesis doctoral sobre la novelística de Sciascia y recuerdo de aquel momento una cita destacada, entre muchas otras:
«El mundo de los libros será la única clave posible para penetrar en el libro del mundo«.
(Imagen:-Leonardo Sciascia.-milanocultura.com)




«Escoger a sus lectores – decía el autor de «El caballero y la muerte» -, escogerlos como si en sus páginas se hallaran los «test» para una ardua, rigurosa, exclusiva selección (…) Montaigne – como justamente dice Auerbach – los ha creado. No existían, antes de los ensayos, un tipo de lector al cual los ensayos pudieran destinarse; así como antes de Stendhal no existía de hecho el lector stendhaliano«. Entonces, habría que preguntarse en el caso de Internet: ¿se ha creado un nuevo tipo de lectores? Un día se estudiará a fondo este aspecto y se sacarán necesarias conclusiones. ¿Somos capaces, por otro lado, de escoger a nuestros propios lectores? Sin duda los escogemos desde la escritura, los escogemos destilando desde las venas de líneas y pensamientos una corriente de observación o de estilo que para algunos puede estar imantada y para otros carecer de la más mínima electricidad. En todo caso – en papel o en pantalla -una columna anónima de lectores sigue la marcha del escritor. Va tras él y acaso el escritor no la conocerá nunca. Pertenecen al mapa de los favoritos silenciosos, un universo que se contrae o se dilata según un misterioso ritmo del corazón.