VACUNA Y ESPERANZA

”En Medicina se ha definido la salud —señalaba un médico contemporáneo — como “el silencio de los órganos”, como un vacío de sonidos corporales que hace que la corporalidad se sienta más ligera y volátil, una realidad muy próxima, pero casi ingrávida. Pero sería ingenuo pensar que “el silencio del cuerpo” es inerte. Sucede más bien lo contrario: no se advierte mientras todo marcha bien en él. “ La salud — recordaba el alemán von Gebstattel — es un trabajo constante. Salud consiste en la defensa victoriosa, pero sin pausa, de las posibilidades constructivas de la vida frente a su limitación , su hundimiento, su descomposición. Así es que cada aliento, cada latido, cada trago, cada comida, tiene también este aspecto de estar al servicio y dirigirse hacia la progresión vital, siempre amenazada. “

En oposición a la salud, la enfermedad proclama la presencia del cuerpo, como una de las formas privilegiadas en que éste se nos hace presente, reclamando la atención que casi siempre le hurtamos. El dolor viene a recordar al hombre lo limitado de su ser, proyectándolo hacia sí mismo, mientras se hinca la atención en la carne dolorida.”

 

La noticia de la vacuna es la noticia de la esperanza. El bien futuro puede apetecerse con esperanza. Lo propio del bien esperado es ser arduo y difícil, pero posible. La esperanza se funda en la seguridad de que alcanzaremos el bien, lo “vemos venir hacia nosotros”. Por otro lado, el miedo es un sentimiento de impotencia, un verse amenazado por un mal inminente que es más poderoso que nosotros. La propia vida humana tiene la estructura de la esperanza, ya que ésta se funda en la expectativa de alcanzar en el futuro el bien amado arduo. La ilusión se nutre de esperanza, de vitalidad y energía para emprender la acción. Es una motivación para actuar.

 

(Imágenes—: 1- Nora Heysen -feminine/2- Ansel Adam/  3- artista irani- 1700)

MEDICINA Y LITERATURA

«La profesión médica no me interesaba, pero me ofrecía la oportunidad de vivir en Londres, y de adquirir así la experiencia mundana que tanto deseaba tener – cuenta Somerset Maugham en «Recapitulación» (Plaza & Janés), evocando el recorrido de su vida -. Ingresé en el hospital de Santo Tomás en el otoño de 1892.(…) Allí estaba en contacto con todo lo que más deseaba conocer: la vida en toda su crudeza. En aquellos tres años tuve ocasión de ser testigo de todas las emociones de que es capaz un hombre. Ello excitaba en mí mi instinto dramático. Y hacía surgir al novelista que había en mí«. La vocación y la raíz de la literatura ha surgido algunas veces en contacto con la enfermedad y la medicina, y en ocasiones, como en el caso de la mexicana Bárbara Jacobs al contemplar el primer cadáver, empujó radicalmente el rumbo de una decisión, tal como conté ya en Mi Siglo. Muchos médicos han sido personajes de grandes novelas. Sólo basta poner el ejemplo de que de los 2.472 personajes de Balzac, 31 son médicos. Por otra parte, a lo largo de la Comedia Humana se aborda la tuberculosis, las fiebres pútridas, los envenenamientos, numerosas apoplejías y varias dolencias de corazón. La salud y sus carencias siempre han interesado a los grandes creadores. La falta de salud, lógicamente, ha despertado la atención de los escritores y la extension de las grandes pandemias por la Historia suscitaron descripciones numerosas, entre otras, en Bocaccio, Samuel Pepys, Defoe o Camus. Las enfermedades cercanas, al visitar puntualmente a quienes escribían, provocaron también revelaciones en su correspondencia.  Flaubert , por ejemplo, le dice a Louise Colet mientras compone Madame Bovary que su dolencia nerviosa le había causado alucinaciones y es a partir de 1853 cuando desea comentarle que ya han pasado las épocas de sus ataques nerviosos: «eran pérdidas seminales de la facultad pintoresca del cerebro – le confiesa el novelista -, cien mil imágenes que saltaban al mismo tiempo, como fuegos artificiales«.

Medicina y literatura han ido muchas veces hermanadas, como lo han hecho de algún modo también arte y enfermedad melancolía y música, comentadas igualmente aquí. Keats en sus Cartas, en los últimos años de su vida, consumido por una enfermedad mal atendida  – como cuenta Lord Houghton estudiando la correspondencia del poeta (Imán) -, reflexiona en 1820 sobre la relación que existe entre enfermedad y creación artística: «¡ de qué asombrosa manera el riesgo de abandonar este mundo hace que sus bellezas naturales se impriman en nosotros! (…) Pienso en los campos verdes; medito con el más grande cariño sobre cada flor que he conocido desde mi infancia; sus formas y colores son tan nuevos como si acabara de crearlas con una fantasía sobrehumana. Y eso ocurre porque están relacionadas con los momentos más irreflexivos y más felices de nuestra existencia. He visto flores exóticas en invernáculos, flores de la más grande belleza, pero no me importa nada de ellas. Las simples flores de nuestra primavera es lo que necesito ver otra vez».

Es la sensibilidad en la epidermis de la escritura, la evocación de la salud, el recuerdo de tantas alegrías pasadas.

(Imágenes: 1.- El boticario.-Pietro Longhi.-1752.- Galería de la Academia.-Venecia.-wikipedia/ 2. –Nora Heysen.- 1945.- f. feminine)